Dos personas pueden estar totalmente de acuerdo en los puntos de vista de una discusión y, sin embargo, no darse cuenta de su coincidencia y sólo sentir la discrepancia por no cuidar cómo se comunican. Porque, muchas veces, el problema no es el qué: es el cómo.
Mery Viñas. Coach y psicóloga experta en comunicación. Fundadora de Beecome (Coaching & Training).
EL 10% DE LOS CONFLICTOS se deben a una diferencia de opinión; el 90%, a un tono de voz equivocado. Partiendo de estas cifras, parece interesante no descuidar la forma en que hacemos llegar nuestros mensajes. Y es que el continente pesa más que el contenido, cuando este no es el apropiado. ¿Y cuál es el continente más efectivo a la hora de comunicar cualquier contenido? La asertividad.
¿Y qué es la asertividad? Pues es la capacidad de expresar lo que uno siente o necesita, sin utilizar expresiones agresivas y en su justa medida. Es hacernos valer y respetar, diciendo lo que uno piensa sin miedo. Porque, efectivamente, el primer enemigo de la asertividad es el miedo. Desde el miedo se genera una comunicación agresiva, cuando la persona opta por atacar verbalmente sin respetar al otro. Pero también es desde el miedo desde donde tiene lugar la comunicación pasiva por miedo al conflicto. Y el miedo hace reaccionar. En cambio, sin miedo no se reacciona, se responde de forma consciente. Y responder es muy diferente a reaccionar. Cuando respondes, puedes elegir si quieres hacerlo asertivamente, utilizando el arte de expresarte pidiendo lo que sientes que te corresponde y siendo consciente de los derechos de los demás. ¿Y para qué? Está demostrado que practicar la asertividad ayuda a mejorar las relaciones profesionales y personales, además de aumentar el rendimiento y la salud mental.
¿Qué hay, pues, para ser asertivos?
1. Ser consciente de nuestras emociones antes de cualquier conversación.
2. Mirar a los ojos, de forma relajada y directa, demostrando interés.
3. Utilizar frases en primera persona. En lugar de decir: «Estás equivocado» es mejor decir: «No estoy de acuerdo en eso». Somos responsables de lo que pensamos nosotros, no lo que el otro ha dicho o hecho.
4. Cuidar el lenguaje corporal, que dice más que las palabras.
5. Criticar las acciones y no las personas. Un ejemplo de crítica no asertiva: «¿Cómo has podido hacer esta presentación? Eres un desastre. «; y ahora, de crítica asertiva: «Sé hasta dónde puedes llegar y esta presentación no es lo que yo esperaba.»
6. Adecuar el tono.
Ser asertivo responde a algo tan sencillo y tan complicado a la vez como hablar a los demás de la misma manera que nos gustaría que nos hablaran nosotros.