Es evidente que estamos inmersos dentro de una nueva revolución social y económica, como otros que con anterioridad han pasado en nuestra historia. Todas estas revoluciones han impactado de manera más que evidente en la estructura económica y social y, muy concretamente, en los modos de trabajar.
RICARD FAURA I HOMEDES. Tecnoantropólogo. Jefe del Servicio de la Sociedad del Conocimiento de la Generalitat de Catalunya.
Las TIC (Tecnologías de la Información y de la Comunicación) entraron dentro de los procesos de trabajo a mediados del siglo pasado para mecanizar tareas, sobre todo las más repetitivas, y permitir ampliar la capacidad de almacenamiento de la gran cantidad de datos que se iban generando. Así, hasta que el acceso a Internet no comenzó a democratizarse -dejando de ser exclusivo de universidades y centros de investigación para pasar a ser accesible al ciudadano-, hablamos de estadio 1.0 de las TIC o de etapa de información unidireccional. Es el momento en que las empresas empiezan a tener la necesidad «de estar presentes en Internet», un cambio que hace surgir nuevas formas de trabajo y nuevos trabajadores asociados a estas nuevas formas, como el teletrabajo y el teletrabajador.
El siguiente estadio de las TIC fue la web 2.0. Empezaba a visualizarse el verdadero potencial de la Red. Todos podíamos ser generadores de información. Era, por tanto, el inicio de los nuevos trabajadores del conocimiento, perfiles que se han ido consolidando y multiplicando en el tiempo. El «mundo 2.0» comenzó a impactar de manera directa en las formas de trabajar de muchas personas, entidades y empresas. Porque ya no bastaba con «estar» en la Red; uno había de «ser» Red.
Ahora hemos dado un paso más adelante, provocado por la aparición de diversos fenómenos que podríamos resumir en la consolidación y madurez de las nuevas herramientas tecnológicas de movilidad, ligadas a la aparición de muchos dispositivos con precios bastante accesibles. Y en un último fenómeno: el del «Nube».
En el futuro, pero, aparte de las personas, las cosas pasarán ahora a ser, también, protagonistas. Los objetos se intercomunica entre sí y entre las mismas personas, creando lo que ya empieza a ser una realidad: la explosión de los datos o Big Data. Y aparecerán, por lo tanto, nuevas oportunidades laborales que, si tomamos como modelo lo que ya está pasando en otros países, estarán tremendamente bien valoradas. Porque los datos podrían ser el petróleo del siglo XXI.
Fruto de este cambio de paradigma toman fuerza nuevos conceptos como smart y sus derivadas: ciudades inteligentes, regiones inteligentes o ciudadanos inteligentes. Y a nivel industrial, también cobra fuerza la «nueva industria 4.0». Estos nuevos conceptos llevan ligados nuevos usos de las TIC y, como consecuencia, nuevos profesionales o nuevas competencias profesionales. La novedad es que estos perfiles y competencias son la hibridación de diferentes disciplinas que hasta ahora iban totalmente separadas, como son las ingenierías y las humanidades. Y aparece la figura del Maker, aquella persona que puede diseñar o inventar, producir y comercializar, de forma masiva, ya que puede acceder a muchos más mercados que no sólo los locales, como hasta ahora.