En el marco de la economía del conocimiento, la competitividad de un país se mide en términos de innovación, investigación y desarrollo. En este sentido, el sector industrial catalán, que aglutina el 15% de la población activa, es clave para que nuestro país se alinee con la Estrategia Europa 2020, que persigue que la industria represente el 20% del PIB de los países de la UE. Una estrategia que, entre otras cosas, requiere la transformación del tejido productivo hacia actividades y modelos de negocio de mayor valor añadido. Hablamos con las patronales Foment del Treball, Cecot y Pimec.
Texto: Esther Escolán Fotos: Cedidas
JOSEP LLUIS CABESTANY. Presidente de la Comisión de Industria de Foment del Treball. |
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EL OBJETIVO: SEGUIR SIENDO UNO DE LOS POLOS INDUSTRIALES DE EUROPA AUNQUE LA INDUSTRIA HA PERDIDO PESO EN EL PIB en las últimas décadas, Cataluña todavía es una de las regiones más industrializadas de Europa y tiene la capacidad para alcanzar el objetivo de situar este sector en el 20% del PIB, tal como persiguen las políticas comunitarias. La experiencia de la globalización y el consecuente movimiento de deslocalización han cambiado la fisonomía de la industria catalana de los últimos años. La industria que ha permanecido en el país es hoy mucho más internacionalizada y ha sabido incrementar su capacidad competitiva por medio de la marca o la innovación, y no tanto por el precio. La industria catalana facturó, según el Idescat, 124.000 millones de euros en 2012, de los cuales sólo 36.000 millones de euros -un 30%- fueron vendidos dentro de Cataluña. En una proporción de tercios, otro tercio (39%) lo vendió al resto de España, y el tercio restante (31,5%), en el mundo. Cataluña tiene una de las industrias más internacionalizadas de Europa. ELEMENTO DE LUCHA CONTRA EL PARO Por lo tanto, la industria es esencial para voltear los dramáticas datos de paro: a finales de 2014, la industria en Cataluña empleaba a 568.000 personas (el 15% de la población activa). Pero va más allá: la capacidad tractora de los sectores industriales -tal como pone de manifiesto el Dr. Jaime García en sus últimos trabajos- conlleva que la industria catalana cree, por cada puesto de trabajo, 1,03 puestos indirectos y 0,4 inducidos. Podemos hacer un cálculo sencillo para afirmar que, a finales de 2014, la industria en Cataluña ya daba trabajo de forma directa o indirecta a más de 1.380.000 personas (el 45% del total de ocupados). El peso de los sectores industriales también ha cambiado en estos últimos años y, hoy, la industria alimentaria es ya la primera por volumen de facturación, seguida por la química, la fabricación de vehículos y la fabricación de gas y electricidad. Estas cuatro industrias son el 50% del total.
En conclusión, Cataluña es un polo industrial líder en Europa y, por tanto, un alumno aventajado para cumplir con el objetivo 2020 (con que la industria suponga al menos el 20% del PIB en 2020). Sin embargo, tenemos que trabajar, tanto el sector privado como el público, para que sea posible: podemos cooperar en la elaboración de planes de I+D, agilizar los permisos administrativos, estrechar la relación con la universidad, etc. Necesitamos, al mismo tiempo, potenciar la concesión de crédito a la industria, así como prever desgravaciones en impuestos por reinversión de beneficios. También hay que actuar sobre los precios de la energía, porque hoy en día son un freno para la industria catalana: el coste energético que asumimos es significativamente superior a la media europea. Y, claro, hay estabilidad política y racionalidad reguladora. Hagamos que, a pesar de las dificultades, la industria siga siendo un valioso motor social en Cataluña. |
ANTONI ABAD. Presidente de Cecot. |
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NUEVA INDUSTRIA UNA DE LES PRINCIPALES DIFICULTADES que nuestro país ha tenido que afrontar desde la perspectiva económica en las últimas décadas ha sido la progresiva pérdida de peso relativo de la industria respecto del resto de sectores. En este sentido, hay que empezar por explicar que la desindustrialización no es consecuencia directa de la crisis, sino que responde a un cambio estructural de país. De hecho, comienza mucho antes -en algunos sectores ya en los años 70- y sus causas hay que encontrarlas en tres factores: el primero es que la positiva evolución social y económica de nuestro país, combinada con las posibilidades que las NTIC (Nuevas Tecnologías de la Información y la Comunicación) ofrecían para la externalización a países lejanos con costes de mano de obra mucho menores, han hecho que haya sectores industriales en los que Cataluña ni es ni volverá a ser competitiva (los más manufactureros). El segundo factor es lo que yo llamo "efecto moda". En los peores momentos para la industria catalana, la situación llegó a un punto en el que la sociedad se autoconvenció de que la reducción del peso relativo de la industria era un "signo de modernidad". Se decía, irresponsablemente, que las "sociedades modernas estaban centradas en los servicios y el conocimiento". El tercer factor fue la incapacidad manifiesta de nuestros dirigentes para diseñar y desarrollar un modelo industrial alternativo y de éxito. UN MODELO AÚN DÉBIL Los datos de que disponemos hoy muestran una recuperación significativa de la actividad industrial en Cataluña. Cometeríamos, sin embargo, el mismo error si esto lo interpretásemos como una "simple salida de la crisis". Nada más lejos de la realidad. Finalmente, parece que, en algunos sectores y empresas, se ha encontrado un modelo industrial que podríamos considerar óptimo y que responde a una buena combinación de alta calidad en el trabajo, buena productividad y moderación salarial. Este modelo, sin embargo, es todavía débil porque necesita de una serie de recursos del entorno para sobrevivir, primero, y desarrollarse, después. En primer lugar, hay un entorno de calificación profesional mucho más desarrollado y avanzado, especialmente en lo que hace referencia a mandos intermedios y técnicos. En segundo lugar, hay un significativo avance en la mejora de las infraestructuras que permite una logística óptima y, en último término, un entorno de conocimiento mucho más potente y orientado a la industria. Como decía, estamos ante una incipiente recuperación de la actividad industrial, pero si la sociedad y nuestros gobernantes no reaccionan y abordan definitivamente los elementos clave de una nueva y ambiciosa política industrial, perderemos una gran oportunidad.
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JOSEP GONZÁLEZ. Presidente de Pimec. |
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REINDUSTRIALIZANDO LA DESINDUSTRIALIZACIÓN CATALUÑA, COMO OTRAS MUCHAS ECONOMÍAS AVANZADAS ha vivido un proceso de desindustrialización desde los años 70 del siglo XX que se ha acelerado con el paso del tiempo, a la vez que se producía una progresiva terciarización de la economía. En los últimos 30 años, la industria manufacturera ha perdido mucho peso en el empleo: de representar más del 30% ha pasado a menos del 20%. Desde el año 2000, ha caído del 25% al 14% y ha perdido un 40% de sus asalariados. En cuanto al VAB, Cataluña es una economía que descansa mucho más en la industria manufacturera que el resto de España. Sin contar Cataluña, en España la manufactura genera el 12% del VAB, frente al 17% en Cataluña. Los principales problemas de esta desindustrialización han venido por la contracción de la demanda interna, que había vivido unos años de gran crecimiento, en buena parte debido a un desarrollo desmesurado de la construcción, y también al aumento de la competencia de los países emergentes, en particular por la irrupción de China como un actor global, con unos costes imbatibles en los sectores más intensivos en mano de obra. Otro factor a tener en cuenta es la contracción del crédito a las empresas, a remolque de la crisis, y la reestructuración a la que se ha visto sometido el sector financiero. Por suerte, esto parece que podría estar empezando a cambiar. POTENCIAR EL VALOR AÑADIDO Y a partir de ahí, ¿qué? Pues tenemos que trabajar para conseguir reindustrializar. Tras el proceso de desindustrialización pasado, la nueva industria debe tener rasgos claramente diferenciados de la industria manufacturera clásica, que en el caso de la pyme estaba muy orientada al mercado interior. La nueva industria debe ser de mayor valor añadido, más innovadora, más tecnológica, más internacional, menos manufacturera, de más servicio, más integrada con otras empresas. En esta revolución que está experimentando el sector, la acción de la Administración debería acompañar. Desde Pimec celebramos la voluntad de las diferentes administraciones para impulsar la industria, pero eso pide concreción y urgencia en la actuación para ayudar a regenerar un tejido industrial de nuevo formato, capaz de crear riqueza y de ofrecer trabajo a una juventud cada vez más preparada. ¡Reindustrializar la desindustrialización!
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