El fraude fiscal quebranta el estado de bienestar de los países mediterráneos. La cultura de la opacidad fiscal se encuentra demasiado generalizada: desde las corruptelas del estudiante que se cuela en el metro o el camarero que sisa en el bar hasta la corrupción del empresario que soborna a un político que se deja hacer, o viceversa.
XAVIER TORRENS. Professor de Ciència Política a la UB i sociòleg
A PESAR DE TENER MUCHOS recursos naturales, Argentina no es Japón (que no tiene casi materias primas). Y aunque ambos disponen de petróleo, Noruega es un país rico y Venezuela, no. El primero, tiene poco paro y pobreza infantil porque -entre otros factores- tiene pocas corruptelas; el segundo, en cambio, tiene mucho paro y pobreza infantil por la alta corrupción. Y es que la razón de la diferencia entre muchos estados ricos y pobres radica en el hecho de tener o no una cultura política de corrupción con instituciones políticas y económicas extractivas.
En este sentido, hiere saber que en México se puede vender, comprar -o heredar- la plaza de maestro para trabajar en una escuela. O que -¡caray!- hay casos de docentes muertos cuya familia sigue cobrando su salario. Ahora bien, si la sociedad mexicana no funciona nada bien, entonces es del todo lógico que sus instituciones funcionen mal, y viceversa.
Evidentemente, los políticos en sí mismos no son personas más corruptas que el resto de los humanos. Con todo, tienen más poder para corromper o ser corrompidos, como ocurre, por ejemplo, en la serie de televisión House of Cards.
VALENCIA, MUESTRA FEHACIENTE
Ahora ponemos a la Comunidad Valenciana como botón de muestra fidedigno de corrupción cercana. El Gobierno autonómico ha recibido la primera multa de la historia de la Unión Europea por falsear estadísticas de deuda y déficit cometiendo opacidad fiscal: ocultó sistemáticamente facturas durante más de un cuarto de siglo. Y la pregunta es: ¿creemos realmente que esta corrupción extendida en las instituciones políticas valencianas no guarda ningún tipo de relación con la corrupción presente también en la propia sociedad?
Para responder a este interrogante, fijémonos en detalle en los numerosos casos valencianos de corrupción, como el caso Brugal, Cooperación, Emarsa, Fabra, Gürtel, Hernández Mateo, Imelsa, Ivex, Mercalicante, Nóos, Rabasa, Terra Mítica, Valmor Sports y Vela. Cerca de una quincena de expedientes donde están implicados más de un centenar de políticos de un solo partido, el PP, pero que no serían factibles sin los trescientos funcionarios, empresarios y familiares que coadyuvaron a corromper. Además, estos políticos recibieron el apoyo electoral de sus votantes en más de una ocasión. Por lo tanto, todo está imbricado.
TAPARSE LAS VERGÜENZAS
Un tic funesto de esta cultura política, además, es que los políticos son muy entusiastas cuando se trata de denunciar la corrupción de los demás, mientras que se esconden o no hacen nada cuando les corresponde rendir cuentas a ellos mismos. Y aquí ningún partido de ninguna ideología política está limpio de culpa. Entre otros, los casos Millet y Pallerols afectan a CiU. ERC tiene condenado a prisión el ex consejero de Gobernación, que hacía contrabando de tabaco en Andorra. El PSC se ha desentendido de los casos Pretoria, en Santa Coloma de Gramanet, y Mercurio, en Sabadell y Montcada i Reixac. ICV presentó a alcaldables cuando aún estaban imputados. Izquierda Unida tiene imputado al alcalde de Rivas-Vaciamadrid, pero la formación política hace la vista gorda. Y el portavoz de Ciudadanos fue imputado por fraude a Hacienda y luego premiado como asesor en el Parlamento Europeo… En lugar de taparse las vergüenzas, todas las formaciones políticas tendrían que tomar las medidas adecuadas para resolver el problema general.
Cambiaríamos la cultura política si nos diéramos cuenta de que la corrupción es determinante en la multiplicación del paro y de la pobreza infantil. Las corruptelas tumban los fundamentos fiscales del estado de bienestar
Porque con declaraciones superfluas diciendo que «acatamos las decisiones judiciales», «deseamos que la justicia sea rápida» o que «hay que respetar la presunción de inocencia» no es suficiente. Con perdón, este es un discurso político pasado de moda. Encima, últimamente se han presentado propuestas parlamentarias que pretenden hacer aún más opaco el proceso político. Un ejemplo es solicitar que a los imputados se les llame eufemísticamente investigados o que se prohíba a los medios de comunicación la exhibición de imágenes del momento de su detención policial. Un hecho irritante para buena parte de la ciudadanía.
CATALUÑA NO ES DINAMARCA
Que España no es Suecia, eso ya lo sabíamos. Con Andalucía a la cabeza, las 17 comunidades autónomas y las dos ciudades autónomas españolas se encuentran entre las 50 regiones con más paro de la Unión Europea. Pero hay que recordar que Cataluña (con un 20,3% de paro) tampoco es Dinamarca (6,6%).
Lo podría ser, claro. Pero para lograrlo, la política catalana necesita un revulsivo cívico, del mismo modo que también procede un cambio en la sociedad civil. Sólo en Cataluña hay 764 procesos judiciales abiertos relacionados con el fraude fiscal. Este giro, sin embargo, no puede venir de un partido que se cree portador de la salvación, sino de las políticas públicas de todos los partidos. Sólo hay que haber visto en el canal de televisión 3/24 las soporíferas intervenciones de la Comisión de Investigación sobre el Fraude y Evasión Fiscales y las Prácticas de Corrupción Política, del Parlament de Catalunya, para darse cuenta de que son numerosos los políticos que no divisan el alcance del problema ni relacionan la opacidad fiscal con los graves dramas sociales de la ciudadanía, como el paro y la pobreza infantil.
España, con un 24,3% de paro, ¿puede permitirse los fichajes del Real Madrid? Y Cataluña, con un 20,3% de desempleo, ¿puede disfrutar del equipazo del Barça? ¿Por qué no estalla la corrupción en el fútbol, como en la FIFA?
La gente o entidades como Cáritas sí sienten la conexión que hay entre las penurias para llegar a fin de mes y el hecho de que haya algunos altos cargos que se embolsen lo que no les corresponde. España, Grecia, Italia y Portugal acumulan el mayor número de regiones europeas con mayor desempleo. Sin duda, en los países del Mediterráneo, los recortes en el estado de bienestar, en buena medida, se deben a la elevada corrupción y fraude fiscal.
¿POR QUÉ FRACASAN LOS PAÍSES?
Hace ya varios años, el Premio Nobel de Economía indio Amartya Sen desmontó el falso mito que afirmaba que las mejoras socioeconómicas llevarían hacia la democracia, cuando lo que sucede realmente es lo contrario: es la democracia la que aporta mejoras socioeconómicas. Pues bien, con la corrupción pasa tres cuartos de lo mismo. Una democracia más avanzada con instituciones más inclusivas nos llevaría a tener menos corrupción y, de rebote, menos desempleo y menos pobreza infantil.
Llegados aquí, pues, sería bueno leer el libro de Acemoglu y Robinson, Por qué fracasan los países, para aprender cómo tener instituciones más inclusivas haría disminuir la corrupción, lo que, indirectamente, daría paso a las condiciones propicias de una cultura política de mayor confianza para bajar el paro y la pobreza infantil.
Así, en un plan estratégico contra la corrupción, hay que partir de dos directrices con un propósito claro. En primer lugar, desincentivar: es decir, castigar administrativamente y penalmente de forma más dura la corrupción cuando la cometen los políticos, con penalización, también, para sus respectivos partidos. Y en segundo, premiar: hacer de la transparencia el eje de la gestión pública.
Y hablando de todo: ¿quién pondría el dedo en la llaga de la corrupción del fútbol? Porque, después de casi una década de crisis económica, ¿cómo es posible que aún no haya reventado la corrupción de la burbuja futbolística? Es un caso más de opacidad fiscal.