Tanto la aplicación de frío como la aplicación de calor tienen un efecto analgésico sobre las lesiones, es decir, disminuyen el dolor. Sin embargo, hay diferencias importantes entre los dos agentes que se deben tener en cuenta a la hora de optar por una u otra opción.
Text: Carolin Hesse. Fisioterapeuta del Balneario Vichy Catalan.
A menudo, cuando nos lesionamos, dudamos sobre qué tratamiento aplicar. ¿Frío o calor? Y es que si a priori las dos opciones disminuyen el dolor de la lesión, es importante diferenciar cuándo hay que usar uno u otro agente, ya que pueden haber contraindicaciones. En este sentido, es conveniente aplicar una fuente de frío (crioterapia) en toda lesión aguda o traumática -como, por ejemplo, las sobrecargas musculares, una ruptura fibrilar o las contusiones- o en lesiones articulares -fracturas, luxaciones, esguinces o patologías tendinosas- en las primeras 48 horas. Porque el frío, aplicado a corto plazo (esto es, durante los primeros 15 minutos) provoca una vasoconstricción, minimizando así la aparición de hematomas y disminuye el metabolismo celular, evitando de esta forma el daño tisular secundario (a largo plazo, en cambio, produce vasodilatación, lo que hace aumentar los síntomas del proceso inflamatorio). ¿Más ventajas de aplicar frío a una lesión reciente? Retrasa la velocidad de conducción nerviosa, dando lugar a una sedación muscular, y es antiinflamatorio, que es la principal característica inicial en cualquier contusión aguda o traumática.
La clave está en las primeras 48 horas
La aplicación de calor (termoterapia), en cambio, por sus propiedades vasodilatadoras, de mejora de la elasticidad y del proceso de cicatrización, es adecuada en las lesiones traumáticas una vez pasadas las primeras 48 horas. Además, en patologías articulares como una tortícolis, una mala postura o rigidez sirve para aumentar la flexibilidad del tejido, lo que también hace que sea muy adecuado para evitar lesiones antes de un entrenamiento. Por último, la aplicación más común de calor es contra el estrés.
Frío: se colocan unos coldpack, unos cubitos o bien los clásicos guisantes congelados -muy útiles, ya que se adaptan muy bien a la forma de cualquier zona afectada- en contacto con la lesión, que, previamente, habremos aislado con una tela para que el frío no queme la piel. El tiempo de aplicación debe ser corto: de 10 a 15 minutos como máximo cada dos horas, tres veces al día.
Calor: se aplica con la ayuda de mantas térmicas o coldpacks/hotpacks que se pueden calentar al baño maría o dentro del microondas. Aunque el calor se puede aplicar más tiempo que el frío, no se recomienda hacerlo durante más de 20 minutos cada dos horas. No se debe aplicar calor en superficies donde anteriormente se haya aplicado una crema o spray con efecto calórico, ya que podría provocar graves quemaduras. Para mejorar el efecto del tratamiento con calor, una vez finalizada la aplicación, se debe proceder a estirar la musculatura afectada.