Con el paso de los años L’Auditori, una de las infraestructuras arquitectónicas más vanguardistas de Europa, consolida su papel de divulgador musical. La Orquesta Sinfónica de Barcelona y Nacional de Cataluña tiene su sede aquí.
Texto: Olivia Majó
Fotos: L’Auditori
En los años 80, en el marco de las inversiones realizadas con motivo de la organización de los Juegos Olímpicos de Barcelona, las administraciones públicas se plantearon la construcción de L’Auditori, una nueva infraestructura cultural destinada a acercar la música a la ciudadanía que, además, debía convertirse en la sede estable la Orquesta Sinfónica de Barcelona y Nacional de Cataluña (OBC). Aunque el objetivo inicial era tener listo el edificio en 1992, la construcción se retrasó y la inauguración oficial no llegó hasta el 22 de marzo de 1999.
El hecho de que L’Auditori sea un equipamiento de titularidad pública marca de manera decisiva su trayectoria. Aparte de acoger la OBC, tiene tres misiones fundamentales: presentar una programación artística rica y variada que dé respuesta a todos los intereses musicales de la sociedad; ofrecer un potente servicio educativo que promueva la música entre los más jóvenes, y organizar iniciativas para acercar la música a los colectivos más vulnerables.
La titularidad pública de L’Auditori marca de forma decisiva la trayectoria de un equipamiento que debía estar listo para los Juegos Olímpicos de 1992 pero que no se inauguró hasta siete años más tarde
Buenas expectativas
Durante sus primeros quince años de vida, la entidad ha trabajado para encajar todas estas piezas y, poco a poco, ha ido consolidándose y ganando peso en el panorama musical de la ciudad. Pese a que su presupuesto se ha reducido notablemente en los últimos años –de los 23 millones de euros del 2012 se ha pasado a 15,7 millones en 2015–, todos los indicadores económicos de L’Auditori experimentan una evolución positiva. Por ejemplo, en 2014 los ingresos correspondientes a taquillaje alcanzaron los 3,6 millones de euros, un 11% más que en 2013. También hay que destacar que el último ejercicio se cerró con un déficit de 611.000 euros, una cifra que supone una reducción del 60% respecto del año anterior.
En cuanto a la presente temporada, en los primeros dos meses la venta de entradas individuales ha experimentado una subida del 26,6% en relación al mismo período de la temporada anterior. Teniendo en cuenta esta buena acogida, los responsables de la entidad miran el futuro con optimismo y esperan que este crecimiento se mantenga de manera sostenible.
En menos de 100 palabras
Además de ser la sede de la OBC y del Museo de la Música, el edificio de L’Auditorio, de 42.000 m2 y diseñado por el arquitecto Rafael Moneo, acoge también la Escuela Superior de Música de Cataluña. Todo ello lo convierte en un foco muy importante de la vida musical de la ciudad, donde se tocan los campos de la divulgación, la docencia y la investigación. L’Auditori cuenta con 4 salas:
- Sala 1 Pau Casals: 2.200 localidades
- Sala 2 Oriol Martorell: 600 localidades
- Sala 3 Tete Montoliu: 400 localidades
- Sala 4 Alicia de Larrocha: 152 localidades
Aparte de su juventud, ¿qué diferencia L’Auditori de otros equipamientos emblemáticos de la ciudad como el Liceu o el Palau de la Música?
Un equipamiento que se ha hecho desde la vocación pública y no desde la sociedad civil debe tener una personalidad diferente. Como nuestros socios y accionistas mayoritarios son el Ayuntamiento y la Generalidad, tenemos la obligación de acercar la música a toda la ciudadanía. Por eso ofrecemos una orquesta con precios asequibles y tenemos un potente servicio educativo que cada año organiza más de 250 conciertos, por donde pasan más de 160.000 niños y familias.
Cree que los barceloneses ya se han hecho suyo L’Auditori?
Aún falta mucho trabajo por hacer, no es fácil. De entrada, está el hecho de que el edificio es un poco duro y, al estar lejos del centro, muchas personas no se animan venir. Cuando un equipamiento ha sido creado por la sociedad civil, como el Liceu, es mucho más cercano a la gente porque nace del tejido social. En el caso de L’Auditori, la ciudadanía se la ha encontrado sin que nadie lo pidiera.
¿Por qué lo hicieron en el Poblenou?
En los años 90 se planeaba una nueva Barcelona y se quería regenerar el Poblenou, un área gris, de fábricas y talleres. Para cambiar una zona se requiere inversión pública y los equipamientos culturales siempre han sido motor de cambio. Con el TNC y L’Auditori se impulsaba una nueva centralidad. El arquitecto de este último, Rafael Moneo, ideó un equipamiento alineado con la grisura que sintió al visitar el barrio. Es un edificio relativamente frío, con aceros y marrones que recuerdan una fábrica. Pero esta frialdad exterior contrasta con la calidez interior, ideal para escuchar música. Ahora trabajamos para que acabe de formar parte de la ciudad.
¿Qué iniciativas han puesto en marcha para conseguirlo?
Hasta ahora se ponía en marcha una manera de programar y, al año siguiente, cambiaba. Esta falta de continuidad hace imposible la fidelización. Ahora seguimos una línea muy clara y constante, en estrecha colaboración con los conservatorios, centros cívicos, bibliotecas, familias… Intentamos tejer una nueva sociedad civil, más de acuerdo al siglo XXI.
“Tenemos la obligación de acercar la música a toda la ciudadanía.”
Parece que lo están consiguiendo, ya que el año 2014 se registró un aumento de público del 12%.
Ahora la programación ofrece nombres y piezas relevantes a un precio muy razonable. También hacemos más música moderna, los conciertos de cine y hemos reforzado la apuesta por el servicio educativo como primera puerta de entrada a L’Auditori. Aparte de los conciertos para familias, con la Cantània cada año pasan por aquí 20.000 niños que suben al escenario delante de 1.800 personas. Para ellos L’Auditori será un referente musical. Cuando tengan 30 años, seguramente recordarán que lo pasaron muy bien y querrán volver.
La vocación social también es un aspecto básico de L’Auditori.
Sí, con la música queremos ayudar a mejorar la vida de las personas. El proyecto Auditori Apropa, para personas en riesgo de exclusión social, ofrece talleres de musicoterapia, asistencia a los ensayos de la OBC… Próximamente haremos un proyecto similar para personas con enfermedades neurodegenerativas. Se sabe que la música es lo último que pierdes en un caso así y, además, ayuda a retrasar el proceso degenerativo.
¿Han notado un incremento de las empresas interesadas en patrocinar L’Auditori?
Sí, claramente. Mientras no haya ley de mecenazgo y, teniendo en cuenta nuestra naturaleza, entendemos que el patrocinio va a proyectos y no a la institución. Cuando ponemos en marcha una iniciativa, vemos qué empresas pueden estar interesadas en la filosofía del proyecto. Así, por ejemplo, como Gas Natural normalmente patrocina cine, ha apostado por el proyecto OBC Cine.
¿Cómo es la gestión de un equipamiento público?
Un gestor debe conseguir que la cuenta de resultados sea positiva o, en nuestro caso, que sea cero. Pero en la dirección de una institución cultural también tienes una misión y unos objetivos. La nuestra es mantener la cultura viva y, a pesar de que los presupuestos sean reducidos, tenemos que poder hacerlo. Este 2015 esperamos eliminar el déficit y acabar en equilibrio.