Hoy en día se habla mucho de la Economía del Conocimiento y de las empresas enmarcadas dentro de este término –las basadas en productos de alto valor añadido fruto de la investigación y la innovación–, pero a menudo se emplean tópicos a la hora planificar cómo desarrollar esta sociedad del conocimiento y las empresas que la han de pilotar.
Josep Castells Boliart. Presidente ejecutivo de InKemia IUCT Group.
Es cierto que la Economía del Conocimiento sólo se puede desarrollar en sociedades avanzadas en las que existe un nivel formativo alto y una masa crítica de investigadores. Esto, que es una realidad incontestable, requiere un país con una economía sólida, con unas universidades de alto nivel y unos centros de investigación capaces de formar investigadores competitivos en el ámbito internacional. Y aquí es donde aparece el tópico: se confunde el objetivo final de la llamada Economía del Conocimiento con las bases de partida que requiere la sociedad para desarrollar esta economía. Porque por mucho conocimiento que exista en grandes centros de investigación, sin empresas innovadoras, este valor no se transforma en nada que mejore la calidad de vida de las personas. En este caso, la I+D se convierte en gasto, y no en inversión. Por tanto, el objetivo final de la sociedad del conocimiento es disponer de empresas innovadoras competitivas internacionalmente que puedan incorporar talento formado en centros de investigación y universidades.
Los centros de investigación punteros y una gran base de investigadores bien formados ya los tenemos en nuestro país. Pero no disponemos aún de una masa crítica de empresas innovadoras. El objetivo actual de nuestra sociedad es, en consecuencia, dinamizar la creación de empresas de alta tecnología y dinamizar la entrada de las empresas maduras en programas de innovación e investigación. Porque si bien al iniciar su empresa, los emprendedores de sectores de alta tecnología tienen la tranquilidad de poder captar talento investigador de alto nivel, además de estar rodeados de centros pioneros en investigación básica, no tienen tan fácil, en cambio, contar con el necesario apoyo de las administraciones para consolidar esta compañía de alto riesgo. Ni tampoco reciben el apoyo para proyectos ambiciosos de I+D con estricta visión empresarial, ni disponen de estructuras de financiación (capital riesgo, inversión corporativa de bancos, bolsas…) capaces de acompañar su desarrollo en el crecimiento por el riesgo que tienen inherente.