Tres décadas de oficio le aportaron la confianza y el empuje necesarios para poner en marcha su propio proyecto de una vez por todas el año 2013. Y no lo ha hecho siguiendo el modelo de los restaurantes donde dejó su huella como chef tiempo atrás, sino que Fermí Puig ha querido que la buena cocina catalana también llegue a los bolsillos menos afortunados.
Texto: Berta Seijo Fotos: Cedidas
Después de una muy buena experiencia en el Drolma del Hotel Majestic con Estrella Michelin incluida, Fermí Puig lo tenía claro: tenía que repetir con el maître Alfred Romagosa, pero esta vez con un proyecto propio adaptado a los tiempos que corren. «Hoy en día la gente no quiere sorpresas y es por eso que teníamos que sacar adelante un restaurante con un ambiente muy agradable y comida de calidad a un precio asequible y justo», explica el cocinero. La apuesta final no incluye ningún susto con la cuenta ni tampoco con los platos, pues Puig y su equipo han querido dejar de lado la cocina excesivamente personalizada y «refugiarse en una carta en la que el papel protagonista lo tiene la gastronomía catalana tradicional con el toque del autor».
La fórmula del éxito
Almuerzo o cena a un precio asequible se ha convertido en un concepto inherente a la filosofía del Restaurante Fermí Puig desde que abrió el año 2013 en la calle Balmes, 175: «Proponemos una selección de vinos, platos a elegir entre menú y carta y café por un precio cerrado: 35 euros al mediodía y 50 euros por la noche «, afirma orgulloso Puig. Y es que a la hora de comer las reservas no escasean, en parte gracias a la zona donde se ubica el local: el barrio de Sarrià-Sant Gervasi, foco importante de actividad comercial y de negocio en Barcelona.
Alrededor de 1983 dos jóvenes con un futuro prometedor coincidieron en Cartagena mientras hacían su servicio militar. Uno de ellos era Fermí Puig, el otro, Ferran Adrià. Viendo sus dotes en los fogones, el primero le sugirió al segundo que pasara su mes de permiso como cocinero en El Bulli. Lo que pasó después no es ningún secreto. Y es que Puig tiene buen olfato cuando se trata de asuntos profesionales: una Estrella Michelin conseguida en 2002 con el Drolma, una estancia de cinco años en el Petit Comité donde se puso de manifiesto su dominio de la cocina tradicional catalana, y una vuelta tras dos años sabáticos de la mano de un restaurante propio con el que ha querido acercarse al cliente y alejarse de las competiciones gastronómicas.
La afición por el Barça de Fermí Puig y de Alfred Romagosa ha traspasado límites en el restaurante que ambos lideran. Y es que una de las salas del local está dedicada completamente a este equipo de fútbol: «Queríamos un lugar donde poder seguir los partidos y por eso creamos un comedor privado con capacidad para 12 personas, decorado con objetos del Barça y presidido por un gran televisor «, detalla el cocinero granollerense. Bajo el nombre de Les Corts, este reservado incluye piezas de coleccionista senior como una fotografía de Joan Manuel Serrat jugando un partido de veteranos en el Camp Nou que el mismo cantautor les hizo llegar o un trozo de la barandilla original del segundo estadio azulgrana.