En 2015 fue un año de récords para la economía catalana, que al final del primer semestre registraba un volumen de exportaciones de alrededor de 32.000 millones de euros, la cifra más alta jamás alcanzada en seis meses. Así, la economía va cogiendo empuje y la balanza de las relaciones comerciales catalanas bascula el peso cada vez con más fuerza hacia el extranjero, tendiendo a reducir la dependencia del mercado español. El grueso de las exportaciones las absorbe la UE, principalmente Francia y Alemania, pero la tendencia futura es diversificar y abrirse a nuevos mercados, reforzando la presencia en EEUU, Latinoamérica, los BRIC y las economías mediterráneas.
Texto: Alícia Fàbregas
Según datos de la Generalitat de Cataluña, el 2014 las ventas fuera de España ya representaban casi un 59% del total de las exportaciones catalanas. La UE, que acapara más de dos tercios del total de las exportaciones, es el principal socio comercial, seguido de lejos por Norteamérica, Latinoamérica y otros países del continente europeo como Suiza.
Teniendo en cuenta que las exportaciones catalanas representan el 25% del total de las exportaciones del estado y que este porcentaje aumenta aún unos puntos cuando se trata de importaciones, Cataluña se perfila nítidamente como uno de los principales motores del comercio internacional español. Las razones son múltiples y se encuentran tanto en la situación geográfica y la potencia industrial de esta Comunidad Autónoma, como en las ventajas que aportan ciertos acuerdos comerciales.
Pero las principales explicaciones emanan una perspectiva macroeconómica. El 2014 marcó un punto de inflexión para la economía catalana y por fin se dejaron atrás años de estancamiento. La demanda interna ha crecido desde entonces y ha impulsado el dinamismo económico, contribuyendo a aumentar también la inversión, que se ha incrementado un 280,3% respecto al 2014, con la OCDE y la UE como principales inversores seguidos de América Latina, según datos del Ministerio de Economía y Competitividad. Todo ello, sumado a la bajada del precio del petróleo y la pérdida de valor del euro respecto al dólar y la libra esterlina, ha estimulado el crecimiento de las exportaciones catalanas.
La tendencia es diversificar los mercados, una estrategia que va acompañada de una mejora en la integración de la cadena de valor. Es decir, hacer mejores productos, y por tanto no competir tanto en el plano salarial sino en el cualitativo, potenciando la innovación y el diseño
Reducir la dependencia de la UE
Según datos de la Cámara de Comercio de Barcelona, el 68,8% de las exportaciones catalanas las absorbe la UE. Es nuestro mercado natural, por proximidad geográfica y cultural, por la ausencia de aranceles que supone pertenecer a la Comunidad Económica Europea y por la historia que nos une y que hace que algunas de nuestras empresas tengan el proceso de producción integrado en diferentes países miembros. Según fuentes de la Cámara, en gran parte son relaciones de integración intraindustrial. Por ejemplo, la sede de Seat está en Cataluña, pero importa algunos motores de Alemania y vende allí el coche manufacturado.
La lista de las exportaciones a la UE la encabeza Francia (16,7%), seguida de Alemania (13,4%) e Italia (9,1%). En cambio, respecto a las importaciones, es Alemania quien pasa por delante de Francia. Según explica Francisco Díaz, director de la delegación francesa de ACCIÓ, la agencia para la competitividad de la empresa de la Generalitat, «las regiones francesas con las que Cataluña tiene más relaciones económicas son, lógicamente, las más desarrolladas económicamente y las más dinámicas (Ile-de-France, Rhône-Alpes), así como las del sur del país «.
Pero la tendencia futura persigue desviarse de este modelo y busca abrirse más al mundo. Como explica Núria Betriu, consejera delegada de ACCIÓ, «si el año 2008 las exportaciones a la UE representaban el 71,2% de las ventas catalanas en el exterior, en 2014 este porcentaje se situó en un 64,7%. Correlativamente, si en 2008 los países emergentes concentraron el 18,7% de las exportaciones catalanas, en 2014 aumentaron hasta situarse en el 23,8%».
Por tanto, el objetivo principal es diversificar los mercados. Una estrategia que, según aseguran fuentes de la Cámara, va acompañada de una mejora en la integración de la cadena de valor. Es decir, hacer mejores productos, y por tanto no competir tanto en el plano salarial sino en el cualitativo, potenciando la innovación y el diseño. Así, Cataluña se refleja en otras economías del norte de Europa, pequeñas pero que tienen una proporción muy elevada de exportaciones sobre su PIB.
Vínculos comerciales más allá
Absorbiendo el 3% del total de las exportaciones catalanas en 2015 y un 2,5% de las importaciones, EEUU es también un socio comercial muy importante para Cataluña. Según afirman fuentes de las delegaciones norteamericanas de ACCIÓ, este país cuenta con un perfil de consumidor sofisticado y con alto poder adquisitivo, convirtiéndolo en uno de los mercados de consumo más lucrativos en el mundo. La empresa catalana que se embarca en EEUU termina ganando competitividad –adquiriendo cualidades muy útiles para introducirse en otros mercados del mundo– y se beneficia de los ingresos de un gran mercado homogéneo, porque con una sola inversión el retorno es muy mayor.
Las economías del mediterráneo también tienen su atractivo. En los últimos años, Turquía se ha convertido en uno de los estados más golosos. Su sector farmacéutico es el sexto más grande de Europa y el químico engloba más de 4.500 empresas con una alta demanda de importaciones de materias primas y tecnología.
La Generalitat apuesta fuerte también por países como Marruecos o Japón, uno como puerta del continente africano –después de Argelia– y el otro de la región Asia-Pacífico. Los planes de actuación incluyen acuerdos de colaboración a dos años vista que se fundamentan en varios ejes, como por ejemplo el asesoramiento y la promoción de las empresas catalanas implantadas allí, el fomento de las relaciones comerciales o la captación de inversión. En cuanto a Marruecos, más de la mitad de las empresas españolas presentes allí son catalanas, y respecto a Japón, el 88% de sus compañías implantadas en España están en Cataluña. Por lo tanto, el interés común es obvio.
La empresa catalana que se embarca en EEUU termina ganando competitividad –adquiriendo cualidades muy útiles para introducirse en otros mercados del mundo– y se beneficia de los ingresos de un gran mercado homogéneo, porque con una sola inversión el retorno es muy mayor
La musculatura productiva de Cataluña
Durante los primeros nueve meses de 2015, el sector químico catalán fue quien lideró las exportaciones, aportando 12.662 millones de euros, un 6,1% más que en el mismo periodo de 2014. Por detrás de este se encuentra el sector de bienes de equipo seguido del del automóvil, que con un aumento del 16% respecto al mismo periodo de 2014, fue el que más creció. Según las estadísticas del Ministerio de Economía y Competitividad, la provincia de Barcelona, como joya de la corona, se reafirma como gran motor de la economía catalana, con una producción muy diversificada. Le sigue Tarragona, gracias a su potencia en el sector químico y petrolero, por delante de Girona y Lleida.
Habrá que ver, sin embargo, si la mejora de la economía se convierte en una tendencia firme en los últimos años y si la situación macroeconómica permite a las empresas catalanas seguir la hoja de ruta establecida. Si es así, es muy probable que en unos años la importancia de ciertos socios comerciales de Cataluña se invierta.
La Unión Europea nace inicialmente como un acuerdo comercial para mantener la paz entre Francia y Alemania después de la Segunda Guerra Mundial. Así, en 1950 se crea la Comunidad Europea del Carbón y del Acero (CECA). Unos años más tarde, en 1957, Alemania, Bélgica, Francia, Italia, Luxemburgo y los Países Bajos firman el Tratado de Roma que da luz a la Comunidad Económica Europea (CEE), también llamada mercado común. Desde entonces hasta la actualidad se ha ido consolidando la unión aduanera que afecta a todos los intercambios de mercancías y que implica también la adopción de un arancel común de cara a países miembros que comercien con otros fuera de la UE.
Uno de los pilares de estas relaciones entre países miembros es, según establece el Tratado de la UE, que «el mercado interior implicará un espacio sin fronteras interiores, donde la libre circulación de mercancías, personas, servicios y capitales estará garantizada de acuerdo con las disposiciones de los Tratados». Esta eliminación de barreras comerciales ha contribuido a una dinamización económica sin precedentes que ha convertido a la UE en la primera potencia exportadora del mundo y la ha erigido como el mercado único más grande con 500 millones de consumidores. De hecho, la UE también ha diseñado instrumentos de defensa comercial y de acceso al mercado para proteger a las empresas de los países miembros en los intercambios y evitar los obstáculos. Además, contribuye a la participación de los países menos desarrollados económicamente dentro de la UE, aplicando programas de ayuda y favoreciéndolos con unas tasas reducidas.
La ATCI, también conocida como TTIP por sus siglas en inglés, es un acuerdo de libre comercio entre la UE y EEUU que está en proceso de negociación. Si se aprobara podría cambiar mucho las relaciones comerciales entre estos dos grandes mercados que juntos representan cerca del 60% del PIB mundial y suman casi 800 millones de consumidores.
Todo comenzó en junio de 2013, cuando EEUU inició las negociaciones con la Comisión Europea. Cuando EEUU y la UE hayan llegado a un acuerdo a nivel de requisitos, se redactará un borrador final que será entregado a los gobiernos de cada uno de los 28 países de la UE y los miembros del Parlamento Europeo para que lo aprueben o rechacen.
Según los documentos de la UE, el objetivo de este acuerdo es «crear nuevas oportunidades de negocio, más crecimiento y puestos de trabajo» reduciendo las barreras comerciales y bajando precios. Así, la ATCI se fundamenta sobre tres pilares: el acceso al mercado; la armonización de normas, controles y exigencias administrativas y la reducción de las barreras no arancelarias; y la adecuación de las leyes que tengan impacto comercial y que faciliten las inversiones entre EEUU y la UE.
La polémica surge por varios motivos. Por un lado, la presunta pérdida de poder de los estados frente a las grandes empresas. Por otro, el hecho de relegar a procedimientos arbitrarios privados los litigios sobre inversiones exteriores. Además, los detractores dudan de cómo afectará a todo lo que tiene que ver con los derechos laborales y los salarios y a la legislación en materia sanitaria de los productos alimenticios, que actualmente es bastante diferente en EEUU y en la UE, por ejemplo en cuanto a los transgénicos.
Liderazgo e implantación de la estrategia en la internacionalización
MONTSERRAT FELIU COSTA. Socia directora a Feliu N&I
Hablar de internacionalización es, como siempre defiendo, hablar de estrategia. Quisiera incidir en la diferencia entre tener una estrategia e implantar la estrategia en la organización. La implantación de la estrategia es un proceso mucho más complejo que el proceso de elaboración de la misma.
La implantación requiere la definición de objetivos, acciones e indicativos que, si no son muy concretos, pueden no ser útiles. Cuando hablamos de los errores habituales en los procesos de internacionalización, hablamos, por ejemplo, de una falta de conocimiento del mercado de destino o de la improvisación en las acciones que se llevan a cabo. Esto requiere preguntarnos continuamente cuanta información necesitamos saber para pasar a la acción.
Necesitamos un liderazgo fuerte del proyecto, que tenga en cuenta los diferentes niveles organizativos. Lógicamente, para lidiar en el entorno actual –definido muy acertadamente como volátil, incierto, complejo y ambiguo– necesitamos líderes en la Dirección General que gestionen la complejidad de la internacionalización y que tengan la capacidad de tomar decisiones y gestionar los riesgos y cambios. Pero también en los otros niveles de la organización. Un aspecto importante es que en muchas organizaciones el grado de participación en el proceso de elaboración de la estrategia de las personas que tendrán la responsabilidad de implantarla es mínimo. Si implicamos desde el inicio a los responsables de la implantación, conseguiremos una mejor integración en el proyecto, aumentaremos el nivel de coordinación de las decisiones que se toman en diferentes áreas o equipos de la empresa, ganaremos agilidad en la toma de decisiones, y también facilitaremos la flexibilidad, especialmente ante la necesidad de cambios.
La incorporación de los responsables de Recursos Humanos en las fases de planificación e implantación es clave, porque la disponibilidad de personas preparadas, con los conocimientos y habilidades necesarios en el lugar y momento oportunos es uno de los principales retos de los directivos. El crecimiento de la internacionalización en nuestra economía, así como la apertura al exterior de las empresas de prestación de servicios técnicos y tecnológicos enfocadas a la gestión de proyectos, nos imponen un cambio en nuestra forma de actuar de cara a la gestión internacional de personas. Es imprescindible gestionar con planificación, anticipación y de forma proactiva para evitar tener que ir salvando situaciones urgentes.
Por último, ¿por qué el presupuesto es una gran herramienta para la implantación de la internacionalización? Tenemos que trabajar con un presupuesto que nos permita planificar y coordinar, priorizar la asignación de recursos, evaluar, motivar, generar un aprendizaje. Esto nos ayudará, en la fase de elaboración, a discutir oportunidades y riesgos, y también, posteriormente, a analizar los resultados obtenidos y las expectativas que se habían planteado.