La certificación de una norma proporciona una clara evidencia de que la organización cumple con los requerimientos recogidos en el correspondiente estándar, proporcionando confianza a los grupos de interés.
Silvia Urarte Gómez. Directora División CONETICA de STRATEGYING.
Hay que puntualizar, sin embargo, que la norma ISO 26000 pretende ser una guía para todas aquellas compañías que deseen incorporar la responsabilidad social empresarial (RSE) en su estrategia, y por lo tanto no incluye requerimientos sino orientaciones. Su principal aportación es proporcionar una referencia válida y fiable (consensuada por una organización internacional reconocida) del concepto de la RSE, unificando todos los aspectos relevantes para acercarla de una manera directa tanto al sector empresarial como al resto de la sociedad.
Las compañías sacan provecho del estándar mediante la comprensión del concepto de RSE y su materialización en actuaciones concretas dentro de su actividad. Así, provee a las organizaciones con criterios para evaluar su alineamiento, tanto en términos de estrategia como de gestión y operativa. Para aquellas interesadas exclusivamente en la mejora de la ética en su actividad, el hecho de que la norma no sea certificable no debería ser un problema, ya que su motivación será principalmente interna. En los casos en los que la imagen de marca pueda depender de la asociación de ésta con la gestión responsable (reclamo publicitario) o en los que la justificación de la RSE sea un requerimiento del cliente, la certificación se convertirá en una necesidad.
En este segundo caso, existen otras normas de responsabilidad social que nos pueden ser de gran utilidad, como son: SGE21 (Forética), IQNET SR10 (AENOR) o SA8000 (SAI), entre las más reconocidas e implantadas. Todas son normas que tienen que ver con la RSE, pero tienen matices que las diferencian entre sí, por eso habrá que analizarlas previamente.