«La economía debería estar al servicio de las personas y no sólo del beneficio monetario.» Esta es la clave para entender la economía del bien común (EBC), fenómeno internacional que nació en Austria gracias a la iniciativa de Christian Felber. A continuación, él mismo responde a nuestros interrogantes.
¿Cómo surge la teoría de la Economía del Bien Común? ¿De qué manera se convirtió en un movimiento internacional?
Surge de la insatisfacción con el actual modelo económico capitalista a nivel global; en Alemania y Austria más del 80% de la población desea un nuevo modelo. Como los gobiernos no muestran iniciativa, son los ciudadanos quienes pasan a la acción. Desde el primer momento participan personas, empresas, municipios, institutos y universidades. Esto es altamente contagioso.
¿A qué llamáis el “bien común”? Porque no todos concebimos el bien de la misma manera…
Porque somos diferentes. Igualmente, tenemos una noción distinta de la libertad o de la justicia. Sin embargo, prácticamente todos aspiramos a la libertad y a la justicia, y estamos de acuerdo que son valores fundamentales. El bien común se puede concretizar suficientemente en asambleas democráticas descentrales. Dentro del modelo EBC, una definición más exacta sólo hace falta para el Balance del bien común, el Producto del bien común y el Examen del bien común.
Podría explicarme brevemente, según la Economía del Bien Común, ¿a través de qué elementos se mide el éxito de una empresa o de una inversión? ¿En qué lugar queda el beneficio económico?
A través de las preguntas éticas más relevantes a todas las empresas: ¿Son útiles los productos/servicios? ¿Cómo tratas a los empleados? ¿Se produce de manera ecológica? ¿Se vende de manera honesta? ¿La empresa es cooperativa o canibalista? ¿Cómo reparte los ingresos y quién toma las decisiones? Estas preguntas reflejan los valores de las Constituciones. El dinero y el beneficio financiero son recursos para alcanzar el fin: el bien común.
“Cuesta erosionar la idea de que el ser humano es egoísta y competitivo por naturaleza”
¿Cuál es vuestra propuesta de democracia real? ¿Cómo puede convertirse el pueblo en el legislador máximo y sobreponerse a los partidos y sus representantes?
Tomando en serio y literalmente el principio de la soberanía. En latín quiere decir “por encima de todo”. En democracia, el pueblo, los ciudadanos están por encima de todo. Por lo tanto, deberían tener el derecho exclusivo de redactar, adoptar y cambiar la constitución –en asambleas descentrales–. El resultado sería la pauta constitucional para la política económica.
¿Cree que partidos políticos críticos con el sistema capitalista actual como Podemos en España o Syriza en Grecia pueden impulsar el cambio que ustedes proponen?
Son más bien un motor que un freno. Sin embargo, nosotros somos apartidarios y colaboramos con todos los partidos votados en responsabilidad. La economía del bien común es algo tan universal como los derechos humanos y no debe partidizarse. Ha sido aceptada por el 86% de los miembros del Comité Económico y Social Europeo –esto es un consenso que va mucho más allá de los partidos–.
¿De qué manera pueden ayudar las empresas éticas a resolver la crisis? ¿Cuántas apoyan vuestro movimiento a día de hoy?
Cinco años después del arranque del movimiento, son casi 2.000 empresas de 40 naciones que lo apoyan. Más de 300 han realizado el Balance del bien común de forma voluntaria. Sirven de modelo para todas las empresas. Demandan que los legisladores cambien las reglas de juego de la economía de forma que las éticas tengan ventajas legales –desde los impuestos hasta los aranceles –de forma que sólo ellas puedan ser rentables y sobrevivir.
¿A qué se comprometen las compañías que ya implementan el balance del bien común? ¿Qué perfil de empresas se han mostrado más proclives al cambio?
Se comprometen a publicar un informe ético sobre sus actividades que es auditado externamente y evaluado en puntos. Aceptan que en el futuro las empresas con buenos resultados obtengan más beneficios frente a aquellas con resultados modestos. Las primeras empresas proceden de todas las ramas: desde la agricultura biológica hasta tres bancos cooperativos y una caja de ahorros. Eso sí, de momento todas son pymes.
Tengo entendido que en España vuestro proyecto tiene una gran aceptación. ¿Qué otros países se han interesado por él?
El movimiento arrancó en Austria, Baviera y Norte de Italia, y se fue dispersando a otros países europeos. A través del foco España, a toda Latinoamérica. Al lado del “brazo” hispano y germano hablante, se está formando otro tercero en los países anglosajones. Muy recientemente, está brotando un foco en Hong Kong y China.
En un mundo en el que el dinero no es un fin, sino un medio al servicio del bien común: ¿de qué manera se mejoraría el bienestar del ciudadano de a pie? ¿Por qué saldría ganando?
Terminaría la esquizofrenia ética entre la economía y la vida cotidiana. Nos respetaríamos mutuamente en el mundo laboral, el trabajo tendría sentido y los productos serían más saludables. La jornada laboral se reduciría, lo cual permitiría dedicar más tiempo a la familia, los amigos, los estudios o el ocio. Habría desigualdad, pero limitada. Los ecosistemas planetarios se mantendrían estables.
¿Con qué dificultades habéis topado a lo largo del desarrollo del proyecto? ¿Y en qué etapa os encontráis ahora?
El mayor obstáculo es la imagen del ser humano que muchas personas aún tienen: que seamos egoístas y competitivos por naturaleza. Su erosión es lenta. El segundo es que muchas personas están tan desconectadas de sí mismas que creen que poseer mucho dinero les hace felices. Pero cada vez hay más personas que reconocen qué es lo que realmente es satisfactorio y cada vez más se atreven a vivirlo. Estamos terminando la primera etapa: aterrizaje, arraigo y brote. La siguiente es florecer: regiones del bien común, bancos y bolsas del bien común.
Confianza, responsabilidad, solidaridad y sostenibilidad son algunos de los valores que este profesor de la Universidad de Viena defiende. Y no está solo. Desde el 2010 lidera el movimiento de la economía del bien común, alternativa al capitalismo que propone premiar a aquellas compañías que fomenten la ética y la cooperación. A grandes rasgos, se trata de cambiar el balance financiero por el bien común, una medida que puede parecer utópica pero que ya cuenta con muchos adeptos. Y es que Christian Felber (Austria, 1972) no se rinde a la primera de cambio, y su currículum lo demuestra: es Licenciado en Filología Hispánica, Psicología, Sociología y Ciencias Políticas, autor del best seller traducido a seis idiomas La Economía del bien común y bailarín de danza contemporánea.
Dinero. De fin a medio
Páginas: 334
ISBN: 978-84-234-1905-0
Editorial: Deusto