El afán por la investigación de Mateo Valero surgió cuando llegó a Barcelona, procedente de un pequeño pueblo situado en Aragón, para realizar su doctorado. Años después, su huella en la capital (y en todo el país) es evidente: fue el primer catedrático de Informática de la UPC y es considerado uno de los mayores expertos internacionales en el ámbito de la Arquitectura de Computadores. Desde el 2004 dirige el Barcelona Supercomputing Center, el centro nacional de supercomputación en España.
Texto: Ferran Amago. Decano del Colegio de Ingenieros Técnicos y Peritos de Telecomunicaciones de Cataluña.
Fotos: Cedidas
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No sé si fui el primero, pero sí uno de los que vieron que unir varios procesadores era una vía importante a la hora de ganar velocidad. Entonces yo era el único profesor en España que dedicaba toda su jornada a la arquitectura de computadores. Cuando creamos la primera cátedra, pude fundar una escuela de expertos en el diseño de procesadores y computadores paralelos. Fueron unos años apasionantes.
El BSC atrae a más de 350 investigadores procedentes de 44 países. ¿Cómo lo hacen para que quieran trabajar en su centro y no en los EE. UU. o en otras instituciones más cercanas?
El Barcelona Supercomputing Center está muy bien situado dentro del ámbito de la supercomputación. Investigamos los supercomputadores actuales y futuros, pero también utilizamos la computación de altas prestaciones para investigar en diferentes áreas de la ciencia, como por ejemplo, ciencias de la vida, de la Tierra o ingeniería. Esto hace que el centro tenga una visión muy global e interdisciplinar de la supercomputación tanto desde el punto de vista del informático como del usuario. Además, modestamente pienso que el BSC ofrece una posición privilegiada para estudiar y entender este mundo.
«Los supercomputadores permiten ver mucho más allá de lo evidente»
¿Nos podría explicar en qué contribuye a la investigación española y europea el supercomputador MareNostrum?
Los supercomputadores son una herramienta imprescindible para la investigación en todo tipo de campos: la salud, el medio ambiente, la empresa, etc. Realizan funciones similares a las que pueden hacer un laboratorio, un gran telescopio o un microscopio, es decir, permiten ver mucho más allá de lo evidente. Sirven para hacer grandes cálculos, analizar grandes cantidades de datos y hacer simulaciones. Si nos centramos en ejemplos concretos, nos ayudan a ver qué tipo de fármaco encajará mejor con una determinada diana terapéutica, a testar diferentes diseños de un vehículo y comprobar cuál será más resistente a un determinado impacto, investigar qué parámetros de una cámara de combustión aprovecharán de manera más eficiente las materias primas, etc. Los supercomputadores aceleran la investigación y los nuestros están a disposición de los científicos europeos a través de unos comités de expertos que reparten las horas de supercomputación disponibles en Europa y en España.
¿Quién sería para usted el referente mundial en supercomputación?
Creo que no hay nadie que sea especialmente relevante por él mismo. La ciencia es una tarea de equipo y lo bonito es que las ideas surgen mientras se trabaja y se investiga conjuntamente.
¿Cuáles son las líneas de investigación en las que trabaja actualmente el BSC-CNS?
El BSC tiene cuatro grandes departamentos de investigación: Ciencias de la computación (donde se define cómo serán y cómo se deberán programar los supercomputadores del futuro), Ciencias de la vida (donde se trabajan aspectos cruciales para la futura medicina personalizada), Ciencias de la Tierra (donde se pone énfasis en la calidad del aire, el cambio climático y el fenómeno de las tormentas de arena procedentes del desierto) y Ciencias de la ingeniería (donde se desarrollan soluciones de software útiles para las empresas más innovadoras). Cada departamento se encarga de numerosos proyectos en sus especialidades.
Entre los proyectos de investigación que ha desarrollado el BSC hay uno particularmente valioso para una gran compañía del IBEX 35 como es Repsol. ¿Podría explicar en qué consiste esta línea de investigación?
Es un software que se llama BSIT y que sirve para localizar petróleo en entornos geológicos muy complejos como el Golfo de México, donde las bolsas de petróleo se encuentran bajo kilómetros de agua y capas de sal. Se trata de hacer una gran ecografía del fondo marino que requiere grandes cantidades de datos y fórmulas complicadas. Este software ha dado una gran ventaja a Repsol en términos de competitividad y aún hoy en día lo estamos perfeccionando para que esté siempre en la frontera del conocimiento. Me gustaría añadir que también es un proyecto valioso para nosotros: empezamos a trabajar en él cuando todavía éramos un centro muy joven y enseguida nos ayudó a conseguir muchos reconocimientos internacionales.
«En el Barcelona Supercomputing Center investigamos los supercomputadores actuales y futuros, pero también utilizamos la computación de altas prestaciones para investigar en diferentes áreas tales como ciencias de la vida, de la Tierra o ingeniería.»
¿Cuáles son las tendencias tecnológicas que aún no dominamos pero que se convertirán en una realidad revolucionaria a corto plazo?
Ahora mismo, la disrupción en el mundo de la computación viene marcada por la computación cognitiva (cognitive computing): en un futuro no tendremos que programar las máquinas indicando exactamente qué operaciones queremos que hagan, sino que les daremos grandes cantidades de datos y sólo señalando los objetivos ellas mismas buscarán la manera de encontrar la solución, sin que les tengamos que explicar paso a paso qué tienen que hacer. En otras palabras, se convertirán en aparatos que aprenderán de nosotros y de sus propias experiencias. La cantidad de conocimiento que podremos generar con este nuevo sistema todavía es difícil de imaginar.
Por último, usted es uno de los 25 científicos más importantes de Europa en materia de TIC y uno de los hombres más premiados en Cataluña y en España por su trayectoria investigadora y el supercomputador MareNostrum. ¿De qué galardón se siente más orgulloso?
Es verdad que me apasiona mi trabajo y dedico muchas horas, pero, como decía, en investigación los éxitos siempre son colectivos. Todos los premios me hacen ilusión: desde el Eckert-Mauchly (considerado el Nobel de la informática) hasta la Creu de Sant Jordi, pero sentimentalmente, lo que me ha llenado más es que en mi pueblo, en Alfamén, decidieran poner mi nombre en la escuela donde estudié de pequeño.