Si existe un colectivo que, a pesar de los recortes, ha sabido mantener el listón bien alto durante los años de crisis, este ha sido la comunidad científica de nuestro país. Una hazaña que ha sido posible gracias al talento de los profesionales que la conforman y a infraestructuras como el Sincrotrón ALBA, ubicado en Cerdanyola del Vallès. Hablamos con su directora, la física Caterina Biscari.
Esther Escolán.
Fotos: cedides
Cree que la investigación de Cataluña se encuentra a la altura de un complejo científico como el Sincrotrón ALBA?
Absolutamente. El 65% de los investigadores que hacen uso de nuestras instalaciones provienen de instituciones españolas y la mitad de estos, de Cataluña. En nuestro país disponemos de una estructura científica y de centros de investigación muy competitivos que se han visto afectados por la crisis económica, pero que aún así siguen siendo pioneros. Tenemos más de 3.000 usuarios registrados en nuestra base de datos, el 50% de los cuales provienen de España, un porcentaje que ilustra el potencial científico de nuestro país. Cuando los usuarios envían propuestas de experimentos, estas son evaluadas por un panel de expertos internacional y se ordenan en función de su excelencia científica. Finalmente, el centro consigue dar salida aproximadamente a la mitad.
«Perseguimos tener 20 líneas de luz a pleno rendimiento en el medio plazo»
¿Qué usos y aplicaciones se derivan de la generación de luz de sincrotrón?
Simplificando de alguna manera, podríamos decir que una parte se dedica a las ciencias de la vida y la otra a las ciencias de los materiales. Por un lado puede analizarse, por ejemplo, cómo se comportan las células -ya sean humanas, animales o vegetales- cuando están infectadas por un virus o cuando son tratadas con algún fármaco. La luz de sincrotrón también es clave en el desarrollo de los fármacos. Ya en el ámbito de los materiales, se estudian sus propiedades físicas, químicas, conductivas, magnéticas, etc. Existen materiales magnéticos para baterías, claves para almacenar y transportar datos; materiales superconductores, o materiales para el almacenamiento o transporte de energías, etc. Estudiamos aspectos que influyen en la contaminación, la fabricación de combustible, el patrimonio artístico, etc.
Ponen sus instalaciones al alcance de la comunidad académica y del sector industrial. ¿Hay que hacer más énfasis en la transferencia universidad – empresa/industria?
Por supuesto. Es algo sobre lo que se está trabajando pero que hay que potenciar. Se debe actuar administrativamente: en Cataluña ya disponemos de ACC1Ó y en España de la FECYT y el CDTI, pero también son necesarias más fuentes de financiación que promuevan de manera más significativa esta transferencia.
¿Qué valor añadido representa para ustedes su ubicación en Barcelona, donde se genera riqueza en base al conocimiento (UAB), la empresa (Sant Cugat) y la industria (Rubí)?
Esto ha sido un beneficio desde el primer momento. Estar al lado de una de las mejores universidades que hay en España en términos científicos y tecnológicos es clave. También colaboramos estrechamente con la UPC, puntera en cuanto a las ingenierías. Más allá de la universidad, también disponemos muy cerca de centros de investigación muy potentes, con los que también trabajamos. Otra de nuestras líneas de actuación consiste en desarrollar y patentar instrumentación para después ponerla al alcance de la industria cercana y del resto de España, como hacemos con el País Vasco, muy potente en temas de ingeniería mecánica de precisión.
«El 65% de los investigadores que hacen uso de nuestras provienen de instituciones españolas.»
El 35% de sus usuarios son extranjeros. ¿Cómo beneficia esta visión global a la actividad del Sincrotrón?
La vocación internacionalizadora del Sincrotrón empieza por nosotros mismos, ya que un 20% de nuestros 205 empleados son extranjeros, porcentaje que se eleva hasta el 50% en el caso de los científicos que se encuentran al frente de las líneas de luz. Nuestros procesos de selección también son de alcance internacional.
El Sincrotrón Alba también colabora en proyectos europeos de acceso transnacional, es decir, proyectos llevados a cabo por científicos que tienen a su alcance las instalaciones del resto de sincrotrones que existen en el mundo. En nuestro trabaja un grupo de científicos dedicados a la física de aceleración que colabora en proyectos de alcance internacional como el del futuro colisionador circular que se está estudiando en el CERN de Ginebra, así como en la puesta en marcha del sincrotrón SESAME, en Jordania.
¿Qué retos de futuro persiguen en el más corto plazo?
Ahora que estamos a punto de inaugurar nuestra octava línea de luz -lo que supone entrar en una segunda fase-, el primero de ellos sería llegar a tener 20 líneas a pleno rendimiento en el medio plazo. También nos gustaría que a nuestro alrededor se desarrollaran centros de investigación en biología estructural y microscopía avanzada, lo que actuaría como germen de lo que luego podría convertirse en un polo científico aún más amplio.