En julio de 1936 fue derrotado en las calles de Barcelona el golpe militar del general Franco contra la República; enseguida, miles de voluntarios partían al frente para luchar contra el levantamiento del ejército. Pronto la imagen de la miliciana libertaria que partía al frente para luchar junto con los hombres se convirtió en uno de los símbolos de la lucha contra el fascismo. Detrás de esta imagen había una larga trayectoria en defensa de la emancipación de las mujeres que en la Guerra Civil también se dirimiría.
Text: Gregor Siles. Historiador, profesor tutor de la UNED y miembro de Tot Història Associació Cultural.
¿CÓMO SE LLEGA A ESTA SITUACIÓN?
El anarquismo, como teoría revolucionaria, propugnaba la emancipación del ser humano con el establecimiento de una sociedad igualitaria que acabara con todas las relaciones de poder, empezando por la supresión del Estado. Esta ideología arraigó en Cataluña en el siglo XIX entre las clases populares, que percibían a menudo al Estado como opresor y extranjero, al que se sumaba el mal gobierno, la corrupción burocrática y un parlamentarismo vacío de democracia. Ante esta situación, los sectores más oprimidos buscaron otras ideas y métodos para hacerse escuchar, y en el marco del apoliticismo libertario, desarrollarán una cultura de la reivindicación para la transformación social. Las más oprimidas de toda la sociedad eran las mujeres de las clases populares, que sufrían una mayor explotación laboral que los hombres, con salarios mucho más bajos, jornadas prolongadas y nocturnas, discriminación social dentro el trabajo y el hogar, violencia sexual y mayor analfabetismo. Estas también encontrarán en el movimiento libertario un espacio para su emancipación como mujeres.
En el siglo XIX, las mujeres de las clases populares eran las más oprimidas de toda la sociedad: sufrían una mayor explotación laboral que los hombres, con salarios mucho más bajos, jornadas prolongadas y nocturnas, discriminación social dentro el trabajo y el hogar, violencia sexual y mayor analfabetismo. Encontrarán en el movimiento libertario un espacio para su emancipación como mujeres.
EL ANTECEDENTE
La reivindicación de las mujeres dentro del movimiento libertario tendrá dos vertientes, una de carácter sindical en defensa de sus derechos como trabajadoras, y otra cultural para recibir una formación laboral e intelectual y poder así emanciparse como mujeres.
Por la vía sindical destacará la activista Teresa Claramunt (1862-1931), que desde diferentes organizaciones en las que participa, como la Sección Varia de Trabajadoras Anárquico Colectivista de Sabadell (1884) o la Sociedad Autónoma de Trabajadoras de Barcelona y su Plano (1891), propondrá una estrategia diferenciada respecto a los hombres, preconizando que la emancipación de las trabajadoras solo vendría por sí mismas. Y es que a menudo las reivindicaciones de las mujeres eran ignoradas por las sociedades obreras, mayoritariamente dirigidas por hombres.
Las mujeres libertarias mostrarán en la calle una gran capacidad de movilización: el año 1891 en Barcelona en dos grandes mítines con motivo de la preparación del 1 de mayo se reunirán cerca de 8.000 mujeres. También serán protagonistas junto con los hombres, en huelgas generales o revueltas como la Semana Trágica de 1909. Y también aparecerán como únicas protagonistas, como la huelga de 1913 del sindicato del textil La Constància, donde durante dos meses se manifestarán diariamente por el centro de Barcelona en defensa de una mejora de las condiciones laborales y por la supresión del trabajo infantil. También en la Ciudad Condal estalla en 1918 la revuelta conocida como la «guerra de las mujeres» ante la subida de los precios y la escasez de alimentos, paralizando la ciudad y sólo siendo sofocada por la intervención del ejército.
En cuanto a la vertiente educativa, será una de las principales aportaciones del movimiento libertario, decidido a alfabetizar y dar una formación cultural a las clases populares que abandonaban pronto la escuela a causa de la necesidad de trabajar. Ateneos, escuelas y bibliotecas populares proliferan por toda Cataluña con la experiencia destacada de la Escuela Moderna (1901-1906) de Francesc Ferrer i Guàrdia (fusilado en 1909 por la amenaza que representaba su proyecto ante la escuela tradicional), centro laico que adoptará las experiencias pedagógicas más avanzadas y que tendrá entre sus principios la coeducación entre niños y niñas. Activistas libertarias como Teresa Mañe, crearán escuelas para niñas defendiendo la igualdad de instrucción hacia la mujer, pues predominaba una educación diferenciada: a los niños se les dirigía al mundo del trabajo y a las niñas al hogar.
La vertiente educativa será una de las principales aportaciones del movimiento libertario, decidido a alfabetizar y a dar una formación cultural a las clases populares que abandonaban pronto la escuela por la necesidad de trabajar. Ateneos, escuelas y bibliotecas populares proliferarán en Cataluña con la experiencia destacada de la Escuela Moderna (1901-1906) de Francesc Ferrer i Guàrdia.
EL RESULTADO
En el marco democrático de la II República hay un estallido del ateneísmo libertario. Sólo en la ciudad de Barcelona y sus alrededores se han cifrado más de 80 centros anarquistas que daban formación a niños, niñas y adultos. En estos locales se impartía alfabetización, lectura, formación profesional, clases nocturnas, visitas guiadas, conferencias, educación sexual y para la salud, visionado de películas, dibujo, pintura, etc. En los ateneos las mujeres se organizarán en agrupaciones donde compartirán conocimientos, experiencias y conversaciones, adquiriendo una mayor concienciación de género y de voluntad emancipadora. En estos espacios de socialización femenina será recurrente la temática del amor libre, entendido como la libertad de la mujer para escoger la persona con la que quiere estar, así como para acabar por decisión propia una relación.
En 1936 se creó en Madrid la organización libertaria Mujeres Libres, que se fusionará pronto con el Grupo Cultural Femenino de la CNT de Barcelona. Esta organización libertaria, que llegará a tener más de 40.000 afiliadas, desarrollará un amplio programa socioeducativo, que se verá en parte trastornado por la guerra. En las zonas controladas por la República harán escuelas, campañas de lectura, tertulias literarias donde leerán clásicos universales, también sustituirán los maestros que marchaban al frente… Y crearán liberatorios de prostitución donde ofrecían formación para poder reinsertar laboralmente a las mujeres que la ejercían, y habilitarán guarderías y salas de lactancia en las fábricas, para facilitar la conciliación y la crianza. Pero una de las principales creaciones de Mujeres Libres será el Casal de la Mujer Trabajadora, donde recogerán la esencia de los ateneos con actividades formativas para más de 600 mujeres.
La derrota de la República en la Guerra Civil fue también la derrota de las mujeres. El exilio y la represión se llevarían muchos de aquellos sueños emancipadores, y se perdería mucho bagaje acumulado. Y aunque en muchos aspectos las mujeres tuvieron que levantarse para empezar de nuevo, quedaron aquellas experiencias vividas que, más allá del movimiento libertario, fueron aportaciones a la democracia.
Ackelsberg, M. A. (2000). Mujeres libres: El anarquismo y la lucha por la emancipación de las mujeres. Barcelona: Virus.
Kaplan, T. (2003). Ciudad roja, período azul: Los movimientos sociales en la Barcelona de Picasso. Barcelona, Península.
Nash, Mary. (1999). Rojas: las mujeresrepublicanas en la guerra. Madrid Taurus.