Cada uno de nosotros aspira a sentirse único e irrepetible. Una convicción que supera el sentido gregario que también tenemos los humanos. Pero ser único no sólo es una verdad de la naturaleza, debería ser una aspiración positiva en la realización personal, que empieza por elegir el tipo de trabajo que vamos a hacer para ganarnos el pan, realizarnos o darle un sentido a la vida.
M. ÁNGELES TEJADA BARRIO. Directora general de Public Affairs y consejera de la Fundación Randstad.
PROBABLEMENTE UNO DE LOS MAYORES RETOS que debe afrontar el mundo laboral en la actualidad se concreta en la búsqueda y retención de talento. Vivimos un inicio de siglo donde la tecnología y la digitalización nos ofrecen nuevas posibilidades de desarrollar nuestro talento con nuevas profesiones y cambios de paradigma, y donde tenemos la oportunidad de ser valorados en función de nuestra capacidad para ensalzar lo que sabemos (en la medida que sea del interés del mercado global).
Así, en este escenario laboral, cada uno de nosotros debería ser capaz de convertirse en su propia marca y transmutar en experiencia lo que ha aprendido en la teoría, formándose constantemente para mantener su empleabilidad, asumiendo sus habilidades y competencias como trabajador de equipo, solucionador de conflictos y comunicador empático, convencido, multilingüe, con autoestima y capaz de compartir lo que sabe.
No es tarea fácil. Posiblemente el éxito individual quedará reservado a aquellas personas que sean capaces de hacer de su vida su profesión, de amar lo que hacen, de saber elegir, y también de aceptar los fracasos y los cambios. Las empresas deben gestionar equipos de tres generaciones con motivaciones distintas entre sí y, además, incorporar equipos diversos, ya que en la diversidad está el aprendizaje continuo de las personas.