Desde hace unos años han proliferado los cursos y conferencias en torno al rol del director/a de RR. HH. entendiendo su figura como el «responsable de la felicidad dentro de las empresas». ¿Pero es esta la función que debe desarrollar?
SÍLVIA VÍLCHEZ. Directora de Personas en Interim Manager.
La función de RR. HH. en las últimas décadas ha sufrido una transformación importante y significativa. De gestores de nóminas, a gestores de nóminas y relaciones laborales, a directores de personas centrados en el desarrollo de los profesionales, a miembros del Comité de Dirección y partners estratégicos de la Dirección General. Fue en esta nueva etapa cuando todo el mundo tuvo clara la necesidad de que la función estuviera muy cualificada académica, idiomática y tecnológicamente. Y también fue entonces cuando se empezó a exigir la necesidad de la comprensión del negocio y de su trayectoria, haciendo una inmersión profunda dentro de la actividad real de la organización.
Así, RR. HH. ganó en prestigio, posicionamiento y, aún más importante, dispuso de recursos, legitimidad y apoyo para poder emprender acciones de profunda transformación organizativa, liderando proyectos al más alto nivel y, erigiéndose, como nunca, en agentes de cambio.
Entrar ahora, pero, en consolidar el discurso que nuestra misión debe centrarse en «hacer felices a las personas» inevitablemente me genera ciertos miedos. ¿Volveremos a tener un rol soft y no hard en el ámbito del equipo directivo? ¿Qué significa «hacer felices a los trabajadores/as»? ¿No habíamos quedado en que la gente es adulta, madura, corresponsable y ya viene feliz y motivada desde casa? ¿Volveremos, pues, a modelos paternalistas, dependientes y exigentes donde unos ofrecen y los demás esperan? ¿Aceptarán las nuevas generaciones que alguien se erija para ellos como «agentes de la felicidad»? ¿No es demasiado vulnerable este modelo? La discusión vuelve a estar servida.