Hacer frente al cambio climático posiblemente sea el reto más urgente e importante al que se haya enfrentado nunca la humanidad. Hablamos con la presidenta de Greenpeace Internacional, Ana Toni.
Texto: Emma Bouisset
Foto: Instituto Clima e Sociedade
¿Hasta qué punto es posible una economía y una sociedad en equilibrio con el planeta? El acuerdo de París contra el cambio climático ya reconocía que los países más pobres necesitarán más tiempo y ayudas económicas para alcanzar los niveles máximos de emisiones establecidos…
Déjeme empezar por decirle que tanto los países desarrollados como los países en vías de desarrollo no podemos perder más tiempo. Debemos adaptarnos al nuevo escenario y asegurarnos de que nuestras sociedades y economías reajustan la forma en que pensamos y hacemos las cosas para emitir menos carbono. Y en algunos países en desarrollo, como el mío, Brasil, el cambio climático debe ser percibido como una oportunidad para debatir sobre nuestro modelo de desarrollo.
«No podemos perder más tiempo»
Una oportunidad con unas cifras, al menos, interesantes. El informe de Greenpeace España, La recuperación económica con renovables, sostiene que «un modelo basado mayoritariamente en energías renovables y ahorro energético crearía más de tres millones de puestos de trabajo en España, incrementaría en dos puntos anuales el PIB y disminuiría la factura energética en un 34% respecto al año 2012, todo ello para el año 2030.»¿Qué intereses se esconden detrás del modelo energético?
El principal freno a la hora de cambiar en este momento es la relación de poder en la economía existente entre los actores fuertes (energías fósiles) y los débiles (energías renovables). Es un problema político, no una cuestión tecnológica o relacionada con el hecho de que la energía no esté disponible o que se desconozca el problema. Por lo tanto, tenemos que conseguir convencer a los actores más poderosos para que nos ayuden a realizar el cambio y asegurarnos de que los actores más débiles también tengan voz en la política.
¿Y cree que el mundo de la empresa ha tomado conciencia ya de su responsabilidad en este sentido?
Creo que el mundo empresarial entiende perfectamente que el futuro pasa por una economía baja en carbono. Pero como toda comunidad de negocios, intentan alargar al máximo la vida útil de sus inversiones ya existentes. El problema es que no tenemos tiempo como planeta. Es necesario que las legislaciones aceleren este proceso y que la comunidad de negocios se haga responsable.
¿Qué sectores todavía tienen que hacer «los deberes»?
Creo que, en general, todo el mundo está trabajando, pero en algunos sectores como el del acero o el cemento les cuesta más. Y algunos países, como la India o China, si bien están invistiendo fuertemente en renovables, a la vez, también invierten en carbón aprovechando esta brecha. Por eso quiero recalcar la importancia que tienen los consumidores. Para que el mercado responde a la legislación que imponen los gobiernos, pero los consumidores juegan un rol capital y tenemos que conseguir que se hagan escuchar.
«La globalización ha aportado cosas buenas, claro, pero es obvio que también ha causado enormes desigualdades»
¿Cuáles son los ejemplos de buenas prácticas a seguir?
No conozco ejemplos en España, pero sé de algunas empresas en Alemania o aquí, en Brasil, que han entendido que apostar por la sostenibilidad y las renovables las sitúa por delante de sus competidores. Por ejemplo, en el caso de Brasil, la industria cosmética ya lo está haciendo. Nike está impulsando la economía circular, Unilever tiene políticas de sostenibilidad y varias empresas del sector de las TIC sólo utilizan fuentes de energía renovables. Por lo tanto, sí, tenemos ejemplos. Pero no son suficientes. El cambio debe ser global. Y es por eso que vuelvo a invocar el papel de los consumidores en este sentido: son la clave para empujar las empresa hacia el cambio.
Hablando de consumidores, ustedes están en contra de que se firmen los acuerdos comerciales TTIP y CETA, entre la UE y EE. UU. y la UE y Canadá, respectivamente, ya que afirman que con estos pactos se ponen los intereses de las grandes corporaciones por delante de los de la ciudadanía. Pero en un mundo globalizado, ¿es posible apostar sólo por el comercio local y/o de proximidad?
La globalización ha aportado cosas buenas, claro, pero es obvio que también ha causado enormes desigualdades, y déjeme decirle que lo que acaba de pasar con el Brexit creo que es, precisamente, un símbolo emocional de esto último. Así, creo que este tipo de acuerdos en que se desincentiva que la gente consuma localmente tienen consecuencias. Y es que, en mermar la capacidad de los consumidores ante las multinacionales, las cuales tienen, además, tanto poder como los países, la gente pierde fuerza para exigir leyes a favor del medio ambiente y los derechos humanos. Y no puede ser que sea el mercado quien decida este tipo de leyes. Es responsabilidad de la gente, de los estados. Por ello, cualquier acuerdo que lo debilite será, obviamente, muy peligroso.
Para terminar con un poco de optimismo, acabamos de conocer la noticia de que la capa de ozono podría estarse recuperando gracias a la prohibición de los gases CFC. ¿Es este un ejemplo de cooperación global sostenible?
Absolutamente. Creo que muestra la importancia de la cooperación mundial en la lucha por un bien común. Pero el gran problema con el cambio climático es de tiempo. No es un tema de optimismo o de pesimismo; necesitamos reajustar el sistema con unos intervalos mucho más cortos de lo que nunca lo hemos hecho. Sin embargo, soy optimista. Cuando Internet llegó, bien cambió el mundo entero, también la economía. Y lo hizo en un impasse muy rápido. Creo que lo mismo pasará con la energía. Pero tenemos que acelerar el cambio tanto como sea posible y asegurarnos de que seguimos en esta dirección. Porque, como ha señalado Kumi Naidoo muchas veces, el planeta seguirá. Aquí hablamos de la supervivencia de la humanidad. Luchemos, pues, por ella.
El pasado mes de junio, más de un centenar de Premios Nobel firmaron una carta donde pedían a Greenpeace, las Naciones Unidas y los gobiernos de todo el mundo abandonó la campaña contra los organismos modificados genéticamente en general ya que, afirmaban los firmantes , son seguros y respetuosos con el medio ambiente, además de que pueden ayudar a reducir el número de víctimas asociadas a un déficit de vitamina a, sobre todo en poblaciones de África y del Sudeste Asiático. Qué tienen que decir desde la ONG internacional? «Cuando empezamos a hablar del cambio climático hace unos 30 años también nos tildaron de exagerados y, por desgracia, teníamos razón», responde la presidenta de Greenpeace Internacional, Ana Toni. Y añade: «Creo que en el caso de los transgénicos pasará lo mismo. Ahora estamos a tiempo de prevenir los problemas antes de que escapen a nuestro control. Por eso, nuestra respuesta es: ‘tildándonos de lunáticos, si lo desea, pero dejadnos trabajar y de aquí a 30 años, ya veremos quien estaba exagerando’. «