Hace casi un año, la Asamblea General de la ONU adoptó la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, un plan de acción a favor de las personas, el planeta y la prosperidad que también tiene la intención de fortalecer la paz universal y el acceso a la justicia distribuido en 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Para hablar sobre los principales retos que recoge este documento, contamos con la colaboración de siete colegios profesionales que nos dan su visión desde su ámbito competencial. En este artículo, tratamos el undécimo objetivo: conseguir que las ciudades y los asentamientos humanos sean inclusivos, seguros, resilientes y sostenibles.
Texto: Lluís Comerón. Decano del Colegio de Arquitectos de Cataluña.
El año pasado, en Paris, en el transcurso de la sexta cumbre sobre la Innovación en la Sostenibilidad, el COP 21, se puso de manifiesto que una parte relevante de la sociedad va por delante de la clase política a la hora de asumir compromisos en esta cuestión. Así, la ciudadanía cree tener una voluntad con la sostenibilidad superior a los compromisos que se adquirieron en aquel encuentro, voluntad que está por encima tanto de las exigencias directivas y normativas actuales como de los planes locales que hasta ahora se hayan podido poner en práctica.
Existe, pues, una clara disociación entre lo que hacemos (que es muy poco) y lo que quisiéramos hacer (que es mucho más). Y lo que más debería preocuparnos es que todavía no disponemos de «pasarelas» que acerquen este deseo de la ciudadanía al compromiso de los gobernantes de hacerlo realidad: nos falta un marco jurídico, económico y empresarial que lo haga posible.
En este sentido, los retos que la ONU propone a la llamada Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible en cuanto a las «Comunidades y ciudades sostenibles» son claramente ambiciosos. Asegurar el acceso universal a viviendas adecuadas; aumentar la urbanización inclusiva y sostenible con una planificación y gestión participativas; reducir el número de muertes por desastres; reducir el impacto ambiental negativo de las ciudades; proporcionar el acceso universal a espacios públicos; aumentar el número de ciudades y asentamientos que pongan en marcha políticas para promover la inclusión y el uso eficiente de los recursos; apoyar a los países menos adelantados para que puedan construir edificios sostenibles y resilientes, entre otros, son algunos ejemplos.
Debemos actuar sobre un parque edificado envejecido, construido en unos momentos en que el concepto de sostenibilidad y el peligro de un cambio climático no eran en ningún caso ni preocupantes ni prioritarios
Hacia dónde queremos ir
Estos retos definen sin duda hacia dónde quiere ir nuestra sociedad. Y para todos ellos los arquitectos tenemos mucho que aportar: somos conscientes de que nuestro futuro como profesionales se encuentra precisamente en la contribución que hacemos a la renovación urbana. Debemos actuar sobre un parque edificado envejecido, construido en unos momentos en que el concepto de sostenibilidad y el peligro de un cambio climático no eran en ningún caso ni preocupantes ni prioritarios. El valor de la arquitectura depende de su capacidad de sintonizar con las necesidades de la sociedad y darles respuesta. Tenemos por delante objetivos estimulantes y capacidad profesional para alcanzarlos.