Prensa parcial y agencias de inteligencia entrometidas, encubrimientos y escándalos sexuales, kompromat y lucha civil. Mientras la primera potencia mundial elegía su 45º presidente, los principios sagrados del liberalismo y la democracia parecían desenmarañarse. Uno podría entender e, incluso, perdonar unas sonrisas a los ciudadanos y líderes de países tradicionalmente acusados de situarse en el lado equivocado del civismo y del buen quehacer institucional. Pero sus reacciones no fueron una simple schadenfreude [palabra en alemán que designa el sentimiento de alegría creado por el sufrimiento o la infelicidad de otro]; hay una capa más fundamental, una sin la freude [alegría].
TOMAS CASAS. Profesor en la Universidad de St. Gallen (HSG).
Más allá de la entretenida campaña electoral y de las políticas rompedoras que pueda implementar el nuevo Gobierno en Washington, el temor de fondo entre las elites de potencias rivales es que los Estados Unidos estén en declive económico y que, en el plano social, la crisis sea para muchos americanos una de carácter existencial. El movimiento del presidente Trump no ha creado a los ciudadanos empobrecidos y descontentos; simplemente les ha dirigido su discurso. ¿Es América, y por extensión Occidente, un tigre de papel?
Sobre narrativas fallidas y desconexión entre masas y élites, China y Rusia tienen un amplio saber. Así pues, desde hace un tiempo se han planteado muchos interrogantes. El primero es si la Sra. Clinton y gran parte de las clases dominantes occidentales viven en una realidad alterna. Esta pregunta se aplica tanto a la generosa postura migratoria de la canciller Merkel como a las tasas de interés cero. Por muy bien intencionadas que estén estas políticas, los costes para la población son importantes ya que estimulan a la extrema derecha, o privan de derechos a los jubilados que no sacan rendimiento a sus ahorros. Igual de grave es el hecho de que la esperanza de vida haya comenzado a disminuir en EE. UU. ¿Cabría la posibilidad de que las clases que sostienen la sociedad estén siendo repudiadas por un movimiento de tenaza de las élites rentistas y los estratos subvencionados e improductivos? La retórica en los mítines electorales del presidente Trump provocó escalofríos, pero también lo hizo la reacción de las élites condescendientes, a las que, por cierto, a menudo se considera ingenuas fuera de Occidente. ¿El lumpenproletariado activista es realmente incapaz de tomar conciencia de sus propios intereses, ya sean estos el Obamacare o el libre comercio, o tenemos un contrato social que empobrece a una parte importante de la población? El tsunami de descontento puede seguir creciendo y el centro social rompiéndose en gran parte del mundo occidental, por ejemplo, a causa de una nueva crisis financiera que haría que las de 2008 y 1929 parecieran amables en comparación. Y si esto ocurriera, ¿serían las elites tradicionales o el presidente Trump los más aptos para enderezar la situación productivamente? Enmarcado en términos chinos, las clases dirigentes deberían tener cuidado de no perder el Tian Ming, el Mandato del Cielo.
Tanto China como Rusia desean una América fuerte, próspera y sana. La razón principal es la miríada de intereses compartidos que van desde las excesivas posesiones de deuda del Gobierno de Estados Unidos hasta la necesidad de tecnología e innovaciones americanas
Es importante subrayar que tanto China como Rusia desean una América fuerte, próspera y sana. La razón principal es la miríada de intereses compartidos que van desde las excesivas posesiones de deuda del Gobierno de Estados Unidos hasta la necesidad de tecnología e innovaciones americanas. No quieren ni un invierno americano ni el estancamiento secular de Larry Summers. Interesadamente, muchos de los que desean lo mejor para América no apostaron por un segundo presidente Clinton. La mayoría de chinos (alrededor de dos tercios) y rusos (más de tres cuartas partes) con los que hablé durante el periodo electoral, ya fueran académicos de Shanghai, economistas liberales de Moscú, empresarios de Kazan o empresarios chinos de Nueva York, expresaron su apoyo al candidato Trump.
Es comprensible que, para la mayoría de chinos y rusos, la principal preocupación sea la relación de su país con Estados Unidos. Cada vez que el presidente Trump acusa a China de robar puestos de trabajo estadounidenses, critica el libre comercio y minimiza el cambio climático, sus palabras provocan rechazo. Cuestionar la política sobre la provincia de Taiwán, trabajada y vigente desde los presidentes Nixon y Carter, llevaría en su último extremo a una guerra fría. También hay un profundo malestar por la posibilidad de un aislacionismo americano y por una posible menor inversión en la Pax Americana, algo visto no como una oportunidad sino justamente todo lo contrario. Por otra parte, hay una conciencia de que las clases que representaba la Sra. Clinton tienen unos valores, entre ellos los derechos humanos, y unos principios que pueden ser un obstáculo para el compromiso y la acción racional. Un estudiante ruso me recordaba hace poco como la secretaria de Estado Clinton, ante la presumible indiferencia del presidente Obama, libró al mundo del coronel Gadafi. ¿La Realpolitik hubiera preferido el tirano al actual estado fallido libio, a la migración incontrolada, a los años de incertidumbre por venir? Occidente critica al presidente Trump por falta de principios y por ser errático, pero pocos dudan – por ahora – de que entiende como nadie el verdadero interés propio. Además, su «yo era un hombre de negocios» seguido de «me llevé bien con todo el mundo» es de interés.
En The Crisis of Global Modernity Prasenjit Duara explica el universalismo de Kant refiriéndose a la filósofa Onora O’Neill. Para la baronesa de Bengarve, el valor de la razón descansa no en capacidades «calculadoras e instrumentales» sino en la autoridad moral de un lenguaje común que permite a los opuestos resolver el desacuerdo. Chinos y rusos quieren que sus países coexistan y lleguen a acuerdos con la primera potencia mundial, incluso en el contexto de la inevitable competencia económica y geopolítica. Uno percibe comentarios como que la cruda realidad de un mundo multipolar nos llevará o bien hacia un choque de principios o bien hacia el «art of the deal» [el arte de pactar]. El presidente Trump fue visto en muchos gabinetes no-occidentales como el candidato razonable. Hay preocupación por el devenir del orden institucional en el mundo y la solidez de la Pax Americana. Para muchos occidentales puede resultar paradójico que con estas preocupaciones, no pocos intereses y estudiosos de naciones rivales, otorguen al presidente Trump autoridad moral. La autoridad del empresario racional guiado por el interés propio.
Es comprensible que, para la mayoría de chinos y rusos, la principal preocupación sea la relación de su país con Estados Unidos. Cada vez que el presidente Trump acusa a China de robar puestos de trabajo estadounidenses, critica el libre comercio y minimiza el cambio climático, sus palabras provocan rechazo