El nuevo presidente de los Estados Unidos de América, Donald Trump, genera suspicacia en el mundo empresarial y económico sobre cómo gobernará el periodo 2017-2020. Además de la desconfianza hacia la política internacional, sanitaria, ambiental, de inmigración y otras políticas públicas.
XAVIER TORRENS. Profesor de Ciencia Política en la UB, politólogo y sociólogo.
Existe una gran incertidumbre sobre hacia dónde navegará la flamante Administración Trump. ¿Hará una política pseudokeynesiana de construcción de carreteras que fundamentará la bonanza a raíz del crecimiento económico, o bien un proteccionismo aislacionista tan duro como el que condujo al mundo económico hacia el crack del 29? Hay que fijarse en la ideología política de Donald Trump.
Ideología política
No se puede hacer reduccionismo diciendo que Trump es de derechas. En el libro Ideologías y movimientos políticos contemporáneos (Ed. Tecnos) se esbozan hasta 30 ideologías diferentes; no hay sólo dos (izquierda/derecha). Esta diversidad y complejidad en cuanto a la ideología política es lo que encontramos en la estela de las ideas de Trump.
Por un lado, es un político populista. Esto quiere decir que hace un discurso en nombre del pueblo, erigiéndose él mismo como su mejor representante. El populismo contrapone el pueblo al establishment o la casta, y concretamente el populismo de derecha, además, se enfrenta a los inmigrantes y las minorías culturales. Por ello, Trump tiene un discurso anclado en el antisemitismo y el racismo (islamofobia, racismo antilatino, racismo antiinmigrantes). Se le añade el nacionalismo que podría conducir a EE. UU. hacia el aislacionismo. Por otra parte, le apoya la ideología alt-right o derecha alternativa, que es la nueva extrema derecha estadounidense. También le apoya la nueva derecha cristiana del Tea Party, que a diferencia del alt-right, es más tradicionalista en la moral cristiana y la antepone a otras consideraciones políticas. De entrada, antes de ser elegido presidente, dieron la espalda a Donald Trump los neoconservadores (rechazan el aislacionismo), la derecha libertaria (es contraria al tradicionalismo moral) e, incluso, los liberal-conservadores (reclaman como dogma de fe una política de austeridad contraria a subir el gasto público). Aún así, por una política de hechos consumados es probable que le den apoyo durante todo el mandato, si Trump se aviene a hacerles concesiones en políticas públicas.
Tres escenarios
A partir de las ideologías podemos observar una tríada de escenarios potenciales. El primero, que la política de Trump haga crecer la economía de EE. UU. (no necesariamente la del resto del mundo) mediante una política de infraestructuras dotada de una fuerte inversión pública, en contraposición a las políticas de austeridad y recortes propias del Partido Republicano. Se supone que así crecerá el PIB y los estímulos económicos crearán trabajo.
El segundo escenario, que podría ser complementario del anterior, pero conviene distinguirlo para hacer el análisis, apunta a una bajada de impuestos a las empresas, que conducirán previsiblemente al aumento de los beneficios empresariales, pero no necesariamente al incremento de la estabilidad laboral. Este escenario, en un primer momento y en primer lugar, comportaría perjuicios para los trabajadores y la clase media. Pero más adelante también daña ría a los empresarios y a las propias empresas, porque generaría un nivel de protestas sociales elevado. El clima de descontento social provocaría inestabilidad política, debido a la cual ya se han producido el Brexit, el fracaso del referéndum de paz en Colombia o la misma elección de Trump como presidente. La inestabilidad política es mala compañera del mundo económico y, de rebote, del empresarial.
El tercer escenario es el de una política aislacionista en política internacional y proteccionista en política de comercio que, a corto plazo, beneficiará previsiblemente a los EE. UU., pero que, cuando se produzca el efecto imitación en otros países, conducirá a medio y largo plazo a perjuicios en la economía mundial. Así lo han entendido más de 360 empresas que reclaman a Trump el cumplimiento de los acuerdos del cambio climático. Frenar la globalización, no importa si lo reivindica la izquierda radical o si lo proclama la derecha radical, es contraproducente; como lo fue en el siglo XIX el fenómeno del ludismo. La globalización del siglo XXI puede encararse con enfoques positivos o negativos, pero es ineludible tecnológicamente e inevitable científicamente.
Cuarto escenario
Teniendo en cuenta las propias limitaciones impuestas por el talante de Donald Trump y las ideologías políticas que amparan el Partido Republicano, lo deseable dentro de este abanico sería un cuarto escenario, más complejo y quizás rocambolesco. Sería bueno que apostara por un fuerte estímulo económico que relance el mundo empresarial. El gasto público podría centrarse en inversiones en infraestructuras combinándolo con el aumento del PIB destinado a la educación (aunque es dudoso que elija esta hoja de ruta de la formación). No es tan positivo que se optara por el gasto en defensa, pero entra dentro de las coordenadas ideológicas republicanas. Podría compaginarse con una desburocratización de la gestión pública, pero evitando una bajada de impuestos que fomentara la precarización laboral. Pero esto también entra dentro de los parámetros republicanos.
Las ideologías políticas crean realidad. Hay incertidumbre sobre qué nueva narrativa o relato toma el relevo ideológico del Gobierno de EE. UU. Trump ganó la presidencia desde el populismo derechista, alt-right (derecha alternativa), nueva derecha cristiana y nacionalismo
Europa en pie
Sea cual sea el escenario elegido finalmente por Trump, lo que los políticos, las patronales, los sindicatos y otros grupos de interés sería necesario que tuvieran en cuenta en Europa es, primero, enderezar las propias políticas públicas reforzando de nuevo a las clases medias, que han perdido protección y emprendimiento durante la crisis económica; y, segundo, volver a impulsar una Unión Europea como los Estados Unidos de Europa, porque si no, irremediablemente se ensancharán las dimensiones de la decadencia europea.