Muchos profesionales entre los 50 y los 65 años tienen vitalidad para seguir trabajando pero sienten el ocaso de su carrera como algo incomprensible. Lograr que la experiencia de ese segmento fuera aprovechada por el tejido socioeconómico elevaría no solo su autoestima, sino también la competitividad y los ingresos propios y de sistemas públicos asociados (pensiones, fiscales, etc.).
ANGEL SAN SEGUNDO HAERING. Asesor de start-ups, business angel y profesor asociado de diversas escuelas de negocio.
Los mayores de 50 responden a un doble estereotipo: coste salarial alto y resistencia al cambio, sobre todo de naturaleza tecnológica. Por ello, son los primeros candidatos a abandonar una empresa en transformación digital. Sin embargo, han vivido otros cambios en su carrera, son buenos tomando decisiones, saben gestionar la incertidumbre y hacen más productivos con su experiencia a los más inexpertos, por lo que retenerles a medio plazo es positivo si se usan medidas de readaptación al nuevo entorno. A corto plazo, y sin una visión de conjunto de la productividad, muy posiblemente sea negativo.
Además, si se actúa creando riqueza basada en el conocimiento a través del crecimiento y/o la optimización de la actividad productiva, recuperar laboralmente al colectivo 50+ no ha de anular oportunidades de empleo a los jóvenes.
Por suerte, y pese a que culturalmente parece asumido por todos los agentes sociales que la meta de estos profesionales es lograr unas buenas condiciones de jubilación, se perciben señales de cambio para quienes deseen mantener una vida profesional activa como es la aceptación social del autoempleo. Y claro que un nuevo marco legislativo ayudaría pero, no nos engañemos, los puntos esenciales son un cambio de actitudes y poner en contacto a quienes demandan y ofertan asesoramiento, con la ventaja de que, si se dispone de una buena taxonomía de conocimientos, la tarea está resuelta técnicamente (si bien la Administración debería asumir las inversiones de arranque para poder aplicar este enfoque).