La logística inversa es un reto mayor para las empresas. Da respuesta a tres cuestiones fundamentales: la criticidad del suministro de materias primas, la gestión de residuos y los requisitos tanto normativos como sociales de sostenibilidad.
ANICIA JAEGLER. Profesora de Supply Chain Management y directora del laboratorio Sustainable Supply Chain del Centro de Excelencia Supply Chain de Kedge Business School.
La logística inversa se inscribe en el contexto general de la economía circular, que implica un retorno a la fuente de las materias, y es más compleja que la logística directa debido a la falta de visibilidad y anticipación de los rendimientos, a la dificultad de cálculo de los costes y al carácter difuso de las localizaciones de los productos.
Para implantarla en la empresa, ésta debe plantearse cinco cuestiones:
1. ¿Por qué? Porque permite ahorrar recursos, limitar el daño al medio ambiente, mejorar la productividad y la imagen, crear valor en toda la cadena de suministro y cumplir con las nuevas regulaciones.
2. ¿Qué? Los flujos no se limitan a los productos al término de su vida útil, sino que incluyen productos semielaborados, materias primas, productos en garantía, etc.
3. ¿Quién? Estos flujos son complejos e implican a muchos actores en función de su origen, destino, calidad, etc., y requieren colaboraciones dentro y fuera de la industria.
4. ¿Cuándo? Existen numerosos puntos de entrada según el tipo de producto.
5. ¿Cómo? Algunas empresas se orientan hacia un cambio de materias primas: recicladas o renovables. Otras, remanufacturan sus productos; el ejemplo tipo es el de la telefonía móvil. Unas terceras racionalizan sus modos de producción o de distribución para disminuir al máximo los residuos; estandarizar los embalajes así como estudiar su ciclo de vida puede resultar en el empleo de bolsas de plástico reutilizables en lugar de cartones desechables. Por último, hay compañías que tratan de optimizar su logística de retorno en materia de transporte y almacenamiento.