Cristina Gallach (Sant Quirze de Besora, 1960) es la secretaria general adjunta y consejera especial del secretario general de la ONU, y los últimos dos años (de 2015 a 2017) ha sido la máxima portavoz de la institución. Con ella hablamos en esta entrevista sobre reputación institucional y sobre qué estrategias de prevención de conflictos se pueden poner en marcha desde los organismos internacionales, y analizamos cómo debe ser la gestión de la migración en un momento en el que los movimientos populistas en muchos países europeos están al alza.
Texto: Esther Herrera.
Fotos: ONU
A raíz de conflictos como la actual guerra en Siria, ¿cómo se puede hablar en el mundo de la ONU?
Es muy difícil y muy complejo. Difícil porque te encuentras con muchas comunicaciones de crisis: por situaciones inesperadas o por conflictos que perduran en el tiempo sin que se puedan resolver. Por ejemplo, una de estas crisis es Siria: un conflicto que denigra a los organismos internacionales porque no son capaces de hacerle frente y aportar una solución. Y aquí entra en juego la reputación de la organización. Es muy importante que 70 años después la reforcemos en zonas donde es muy activa, pero donde al mismo tiempo no es respetada o no tiene la credibilidad que merece.
Por otra parte, la comunicación es compleja por la propia composición de la ONU: la coordinación de las diversas agencias es uno de los temas en los que he avanzado menos de lo que esperaba. He tratado de reforzar la marca global; que las agencias se sintieran identificadas. Hasta ahora, estas proyectaban su submarca (OMS, ACNUR, PNUT, etc.), pero el elemento positivo de la submarca existe porque la marca «madre» avanza. He intentado trabajar mucho en esto, y ya contamos con unos mecanismos de coordinación, pero todavía hay reticencias por las competencias en materia de recursos. Y es que los recursos que ACNUR necesita para hacer frente a su labor los obtiene de las mismas personas que UNICEF y la OMS. Por lo tanto, existe una fragmentación de la comunicación por los recursos más profunda de lo necesario para crear fuerza.
¿Piensa que la ONU está hoy en día más desacreditada que nunca por los numerosos conflictos?
Las personas que viven en zonas de conflicto le tienen mucho recelo a la ONU. En primer lugar, porque el conflicto no se ha podido detener y se entiende que los culpables de esta situación son los organismos internacionales y los estados. Pero, al mismo tiempo, hay un cierto agradecimiento, porque quien sostiene muchos de los campos de refugiados son organismos como Naciones Unidas. Sin embargo, es muy comprensible: las personas que viven en zonas de conflicto necesitan expresar sus frustraciones y su angustia, como ocurre con los refugiados de Siria.
En segundo lugar, mucha gente es absolutamente hostil al entorno que les ha provocado la situación en la que se encuentran: en este momento, 130 millones de personas viven gracias a las ayudas internacionales y 70 millones son desplazados. Ante esto, lo que tenemos que hacer es buscar estrategias de eficacia y también de prevención en los mismos países: a base de alertas previas y de negociaciones, y penetrando en aquellas sociedades que se vuelven más frágiles, y que, como consecuencia, pueden verse abocadas a un conflicto.
«En este mundo multipolar, una organización como Naciones Unidas es más necesaria que nunca.»
¿Cuál es el papel de la ONU en este mundo que ha pasado rápidamente de bipolar a multipolar?
En este mundo multipolar, una organización como Naciones Unidas, que representa a todos los estados, es más necesaria que nunca. Sobre todo porque contribuye a ordenar con diálogo el proceso hacia el multipolarismo, sin caer en la confrontación. La organización es imprescindible porque legitima el uso de la fuerza, garantiza los grandes acuerdos mundiales, pone orden y determina los caminos a seguir mediante las convenciones, etc. Sin duda, esta transición convulsa hacia un mundo multipolar y desordenado no sólo justifica, sino que pide un reforzamiento de las Naciones Unidas.
¿El mundo es, pues, más inestable ahora que hace unos años? Muchos historiadores comparan el escenario actual con el caos de 1914.
No soy historiadora y no conozco suficientemente a fondo el tema para decir si se parece o no, pero pienso que hemos aprendido lecciones del caos de 1914 y también de la Segunda Guerra Mundial. De hecho, Naciones Unidas es fruto de este segundo conflicto y de la voluntad de no volver a repetirlo nunca. Ahora tenemos convenciones mundiales de los derechos humanos o sobre el cambio climático, la gobernanza existe globalmente, y las Naciones Unidas y las organizaciones regionales tienen un papel que hace que todo sea diferente. Hemos avanzado tanto en todo este tiempo que la comparación no creo que sea posible.
«En este momento, 130 millones de personas viven gracias a las ayudas internacionales y 70 millones son desplazados. Ante esto, debemos buscar estrategias de eficacia y también de prevención en los mismos países.»
La ONU ha tenido un papel casi opuesto a la crisis de los refugiados si lo comparamos, por ejemplo, a la de los países de la UE. Ahora acaban de lanzar una campaña que se llama «Together»…
La crisis de los refugiados ha sido un fenómeno nuevo en Europa, documentado visualmente, que ha movilizado todo tipo de sentimientos: positivos y negativos. Positivos porque mucha gente tiene muchas ganas de ayudar, y negativos porque la gente también tiene miedo. Por lo tanto, lo que hemos querido hacer ha sido un plan global para los refugiados y para la migración (Compact for Refugees and Migration, en inglés). Hasta ahora, las decisiones sobre temas de migraciones se tomaban en cada país porque se consideraban una cuestión interna, y la Organización Internacional para la Migración (OIM) ayudaba administrativamente a los países a acoger. Ahora nos hemos dado cuenta de que la gestión individual ya no funciona. Así que, por primera vez, nos hemos planteado una gestión más amplia de la migración. En 2018, acordaremos un plan que tendrá tres objetivos: analizar los problemas en origen, estudiar su impacto en tránsito y, finalmente, también el de la llegada. Se trata de hablar sobre la importancia de la vida en entornos de diversidad, que es aquello con lo que nos encontraremos cada vez más.
Pero de esta diversidad ha surgido, por ejemplo, un aumento de los movimientos populistas en muchos países europeos. Y la respuesta de la UE ha sido de replegarse…
Es normal que a corto plazo muchos gobiernos quieran un elemento de protección, aunque, sin duda, no sea la dinámica más positiva. Pero yo confío en que, entendiendo que debe haber un control, se deben dejar suficientes márgenes para poder avanzar y permitir que la gente se mueva y pueda desarrollarse socioeconómicamente. Ahora, es verdad, que tampoco se puede absorber a todo el mundo. Pero no resolveremos el tema de la migración sólo tratando lo que ocurre en Occidente, sino que nos debemos centrar en el desarrollo de los países en conflicto y, sobre todo, de los que están más débiles socioeconómicamente.
«No resolveremos el tema de la migración sólo tratando lo que ocurre en Occidente, sino que debemos enfocarnos en el desarrollo de los países en conflicto y, sobre todo, de los que están más débiles socioeconómicamente.»
Es la española con el rango más alto de ámbito internacional. Una mujer en una posición donde destacan los hombres. ¿Siente que ha roto el techo de cristal?
Yo, personalmente, estoy satisfecha. Creo que el trabajo que he podido hacer ha sido fruto de mucho trabajo anterior. Pero me preocupa mucho el tema de la igualdad, porque no dejamos de ser anécdotas. La mitad de la población del planeta no tiene los mismos derechos; hay lugares donde si naces mujer estás condenada al más absoluto de los abusos. En el caso de Occidente, los derechos se nos reconocen, pero las limitaciones son muy altas. Nuestro Departamento de Comunicación, por ejemplo, ha sido el primero de todo el Secretariado en hacer una estrategia de igualdad para corregir que entren más mujeres que hombres en los niveles más bajos de responsabilidad, pero en el ámbito de los cargos de dirección, todavía entran menos mujeres que hombres. Por lo tanto, algo pasa y no puedo corregirlo sola, lo tenemos que corregir entre todos. Ha habido avances, pero no son lo suficientemente significativos. Por ejemplo, el día del aniversario del Tratado de Roma, en la fotografía de los firmantes de 1947, no había ninguna mujer. Y si echas un vistazo a la foto de familia de 60 años después… sólo hay tres. Esto no es digno de presentar a nuestros hijos ni, sobre todo, a nuestras hijas. Lo siento mucho; esta gente no representa a los europeos ni a las europeas. Una foto de familia en el 60 aniversario de las instituciones, con aquella composición de género, es un fracaso.