Su inventor, Nikola Tesla, murió solo y arruinado en un hotel de Nueva York en 1943. Y es que a pesar de haber sentado las bases para que la luz generada por energía eléctrica pudiera iluminar hasta el último rincón del planeta, la ambición y el poder de su mayor adversario, Thomas Edison, le impidieron disfrutar en vida del triunfo de la corriente alterna sobre la corriente continua.
Pequeños gestos cotidianos como encender la luz o poner a cargar el teléfono móvil son posibles gracias a Nikola Tesla (Croacia, 1856), ideólogo de la corriente alterna. Y si bien es cierto que este fue su descubrimiento más reconocido (sobre todo después de su fallecimiento), también le trajo un sinfín de contratiempos. Porque nadie dijo que fuera fácil luchar contra las convicciones y ambiciones de Thomas Edison, quien a mediados del siglo XIX dominaba el campo de la electricidad con la corriente continua.
Tesla renunció a su riqueza para evitar que el ascenso de la corriente alterna se quedara en una mera anécdota
La guerra de las corrientes
De hecho, Tesla se trasladó a los Estados Unidos con tan solo 27 años para trabajar en la compañía de Edison. La relación entre ambos, pero, nunca fue buena, ya que el joven inventor se empeñó en convencer (sin éxito) al poderoso empresario de que la corriente alterna era el caballo ganador.
Tras varios intentos y a pesar de demostrarle con hechos que su alternativa era más económica y eficiente, Tesla tuvo que emprender el camino por su cuenta. Y lo hizo con la ayuda económica de George Westinghouse, quien a finales de 1880 le permitió poner en práctica su proyecto. De esta manera empezó la conocida como “guerra de las corrientes” entre Tesla (y Westinghouse) por un lado, y Edison por el otro.
Un desenlace nada merecido
En 1892, cuando la Westinghouse Corporation consiguió arrebatarle la concesión a la General Electric (sucesora de la Edison Electric Company) para iluminar la Feria Mundial de Chicago, la demanda por artefactos adaptados a la corriente alterna repuntó hasta llegar a representar el 80% del total de las ventas de aparatos en los Estados Unidos. Sin embargo, este éxito se volvió en contra de la empresa. Y es que los derechos adeudados a Tesla fueron tales que la compañía de Westinghouse entró en crisis financiera. Con todo, la quiebra no se produjo porque el inventor croata rescindió el contrato y regaló las patentes que poseía a su socio. En otras palabras, Tesla renunció a su riqueza para evitar que el ascenso de la corriente alterna se quedara en una mera anécdota. Esto y la campaña de desprestigio que le profirió su conocido rival le condenaron a un triste final: Tesla murió en 1943 sin ser recompensado por su trabajo.