Desde los inicios del mandato de la Comisión Europea liderada por Jean-Claude Juncker, las interconexiones eléctricas y de gas se convirtieron en una de las prioridades políticas de la institución. En 2014, cuando se presentó el Plan Juncker, el Gobierno español se congratuló, porque consideraba que el nuevo instrumento financiero ayudaría a poner fin al aislamiento de la península Ibérica. Cuatro años más tarde, sin embargo, la interconexión energética sigue siendo una asignatura pendiente.
Texto: Esther Herrera
A España y Portugal, como suele ser habitual en los países periféricos, se les considera como ‘islas energéticas’. Es decir, regiones mal conectadas a escala energética y gasística con el resto del continente. Esto provoca, por ejemplo, disparidades en los precios de la luz o del gas, ya que son mucho más caros que en otros países europeos debido a la falta de competencia. Así, desde hace unos años, Bruselas quiere que cada Estado tenga conexión con tres países diferentes para evitar que dependan de uno solo y, de este modo, rebajar los precios de la energía. Según los últimos datos de la Oficina Europea de Estadística (Eurostat), España es el quinto país con el precio de la electricidad más cara de la UE ante las dificultades para interconectarse.
Francia: el palo en la rueda
Históricamente, España y Portugal siempre han luchado para acabar con el aislamiento, pero se han topado con reticencias por parte de Francia, principal comprador del gas de Argelia (seguido de España) y que siempre ha temido que conectarse mejor con la Península provocaría más diversificación del gas; también por la gran importancia en Francia de la energía nuclear, que nunca ha considerado prioritario el aumento de las conexiones con España. Con todo, en los últimos años, el Ejecutivo francés se ha comprometido mucho más a acabar con el aislamiento. «No habrá problemas», se muestra esperanzada una fuente cercana a las negociaciones. Este acercamiento primero se materializó con una firma, en 2015, conocida como Declaración de Madrid, donde Portugal, Francia y España prometieron conectarse a partir del 2020. También fue uno de los temas tratados en la última reunión entre el presidente francés, Emmanuel Macron, y el nuevo presidente español, Pedro Sánchez, en la que ambos se comprometieron a conseguir las interconexiones. España debe llegar al 10% de interconexión en 2020, como parte del compromiso de la Unión Europea; ahora se encuentra alrededor del 4%, según las informaciones disponibles del Gobierno, una ratio muy lejana a las de Luxemburgo (245%) o Eslovaquia (61%).
“Bruselas quiere que cada Estado tenga conexión con tres países diferentes para evitar que dependan de uno solo y, de este modo, rebajar los precios de la energía. Según los últimos datos de la Oficina Europea de Estadística (Eurostat), España es el quinto país con el precio de la electricidad más cara de la UE ante las dificultades para interconectarse”
Hasta 2014, poner fin al aislamiento energético de la Península no había sido una prioridad europea, pero las tensiones con Rusia, la invasión de Crimea y la guerra en el este de Ucrania supusieron para la UE un baño de realidad: la búsqueda de nuevas formas de abastecimiento de gas se habían postergado demasiado. La mayoría de países europeos dependen del gas de Moscú, pero no España. Si se tambalean las relaciones con Rusia, también lo hace el abastecimiento de gas. Fue entonces cuando la Unión Europea comenzó a cambiar sus prioridades. Además, desde el Ejecutivo, admiten que tanto España como Portugal tienen un valor añadido: y es el gran uso de las energías renovables. Portugal genera un 25% de su energía a través de las renovables y España, en torno a un 17%. Bruselas lamenta que, en los momentos de máxima producción, cuando esta energía se podría enviar hacia el resto de Europa, ante la falta de conexiones todavía se pierda.
El Midcat, ¿en 2021?
Como parte de la nueva estrategia europea, en 2015, la Comisión Europea incluyó el Midcat, el gasoducto que debe conectar Francia y España, en la lista de Proyectos de Interés Común que facilita el acceso de fondos europeos para su construcción, y que está previsto que esté listo en 2021, aunque las previsiones iniciales eran en 2020. La Comisión Europea ya había declarado el gasoducto de interés en 2013, pero sólo en una primera fase, que ya está construida. Se trata del tramo que une Barcelona y Hostalric, 235 kilómetros con una inversión de 470 millones. La segunda fase, incluida dos años más tarde, es la que conecta Hostalric hasta Francia, con un presupuesto de 3.000 millones de euros. Con todo, la Comisión Europea elaboró un informe independiente en el que se cuestionaba su viabilidad económica; tampoco tiene el apoyo de diferentes organizaciones no gubernamentales que alertan del grave impacto medioambiental del proyecto.
Otro de los proyectos considerado de interés por la Comisión y que pretende aumentar la interconexión es el que une Navarra y Aragón a través de los Pirineos, y que el anterior Gobierno español volvió a relanzar, con un presupuesto de 400 millones de euros, también en parte financiado por la UE.