¿Están preparadas las empresas españolas para hacer frente al reto que supone desenvolverse en un entorno Smart City? ¿Qué retos de futuro les comportará este modelo de ciudad?
ANDREU VEÁ. Pionero de Internet, ingeniero en Telecomunicaciones, Doctor ingeniero en Electrónica y Máster en Gestión TIC. Director del proyecto WiWiW en la Universidad de Stanford.
Visto desde el punto de vista de California y Silicon Valley, lo primero que me sorprende es que para la palabra smart, de las más de 20 acepciones equivalentes que existen en el idioma español, se haya elegido precisamente la palabra “inteligente”. Una ciudad podrá ser más espabilada, menos tonta, un poco más brillante, pero jamás “inteligente”.
En cuanto a mi visión del futuro relativamente inmediato, vistos y vividos los nuevos logros tecnológicos, puedo afirmar sin poca equivocación posible que “todo lo que se pueda robotizar y automatizar se robotizará”. El gran reto, entonces, no es únicamente para las empresas españolas, sino en general para todos los hombres. Como humanidad tendremos que volver a repensar qué hacer en la vida y a qué dedicarnos, cuando lo que entendemos ahora por trabajo ya no sea necesario, entendiendo aquí por trabajo todas esas tareas repetitivas y físicamente duras que se eliminarán (etimológicamente trabajo viene del vocablo “tripalio” que era el látigo de tres cabezas usado por los romanos para hacer que los esclavos trabajaran más).
Dudo que haya ninguna empresa, ya no en España sino en todo el mundo, preparada y que se imagine la importancia del cambio que se nos avecina
En algunos puntos de la tierra ya empiezan a repartirse las pizzas con dispositivos robóticos, los camiones de transporte de mercancías funcionan en convoyes de cinco, sin conductor alguno, y los coches son completamente eléctricos. Empiezan a verse en diversas ciudades los autobuses de transporte público autodirigidos.
Dudo que haya ninguna empresa, ya no en España sino en todo el mundo, preparada y que se imagine la importancia del cambio que se nos avecina.
Una disrupción imparable
Cuando un sector (debido a la nueva tecnología), como es el del transporte o el de la energía, divide por 10 sus costes o multiplica por 10 su eficiencia, no hay regulación ni ley alguna que pueda parar el cambio; hablamos de una gran disrupción, y el mercado la adopta rápidamente. Se tardaron tan solo 3 años (1998-2001) para que la fotografía, que desde hacía 150 años era analógica se volviera digital. Cuando disfrazamos un ordenador de cámara de fotos, desaparecieron las antiguas cámaras. Cuando disfrazamos un ordenador en forma de teléfono móvil (iPhone-2007), desaparecieron en menos de dos años los teléfonos móviles clásicos. Y ahora toca disfrazar un coche en forma de ordenador, y éste será eléctrico y autónomo. No es lo mismo cargar el depósito con 50€ de gasolina que cargar por cinco euros completamente nuestra batería.
Sin duda se avecinan tiempos muy buenos para el ciudadano en donde será mucho más cómodo, ecológico y, sobre todo, barato vivir y desenvolverse. Sin embargo, no es así para los grandes intereses creados en eléctricas o empresas de automóviles clásicas.