Miguel Ángel Revilla ocupa su escaño en el Parlamento de Cantabria desde 1989. A sus 75 años, ha estado en la oposición y también llevando las riendas del Gobierno cántabro. “No sé si habrá algún político en España que lleve tanto tiempo en activo”, nos cuenta en esta entrevista. Esta podría ser su última legislatura; aún no tiene claro si presentará o no su candidatura para 2019. Sea cual sea su decisión, lejos de desaparecer de la esfera pública, el líder del Partido Regionalista de Cantabria desea continuar recorriendo su tierra y acumulando anécdotas.
Texto: Berta Seijo
Fotos: Shutterstock
Economista de formación, llegó a dirigir un banco y a ganar lo suficiente como para poder vivir sin preocupaciones. Aun así, en la década de los 70 lo dejó todo para dedicarse a la política. ¿Qué le llevó a tomar esa decisión?
A finales de 1975 la vida me cambió. Por aquel entonces yo era profesor de Economía y me invitaron a un foro en la Cámara de Comercio de Torrelavega para hablar sobre el futuro de España. Una vez allí, intervine diciendo que España era una democracia de corte europeo, que había que descentralizarla en base a un sistema de reconocimiento de autonomías y nacionalidades, y reivindiqué la recuperación del nombre de Cantabria, que merecía ser una comunidad autónoma como las demás.
“A lo largo de mi vida me he mordido la lengua muchísimo. Imagínese cuando yo era director de un banco… Ahora como presidente de Cantabria solo debo tener cuidado de no perjudicar los intereses de la región con mis comentarios.”
Lo que dije tuvo mucha repercusión al día siguiente, sobre todo negativa hacia mi persona; llegaron a afirmar que era afín al nacionalismo vasco y que quería crear una especie de separatismo, cosa totalmente incierta. Yo aún no era una persona conocida aquí, y esa campaña de desprestigio me obligó a cambiar mi estrategia por amor propio. Los viernes, los sábados y los domingos dejé de ir a pescar y empecé a recorrer con mi coche los pueblos para explicar a la gente qué era eso de la autonomía y por qué teníamos que recuperar el nombre histórico de Cantabria.
En 1978, cuando España se configura como Estado autonómico y deja fuera a Cantabria, decido dar el salto a la política creando el Partido Regionalista de Cantabria (PRC). Y es entonces cuando se consigue que más del 80% de los municipios cántabros dejen claro, a través de un referéndum, que quieren el cambio de nombre y la autonomía. Finalmente, cumplidos los requisitos, en 1981 entra en vigor el Estatuto de Autonomía para Cantabria. Y ahí empieza mi trayectoria política, que me obligó a dejar mi cargo en el banco y a vivir prácticamente sin sueldo.
Una vez entras en este mundo ya es muy difícil salir de él; no vas a dejar tirada a toda a esa gente que en su momento decidió sumarse a ti y al partido. Actualmente el PRC es la segunda fuerza política de Cantabria, a un punto del PP. Tenemos el 30% de los votos de Cantabria, de 100 ayuntamientos gobernamos en 42.
Podemos decir que las cosas fueron bastante rodadas…
Lo inicios fueron complicados, pero gracias a la tenacidad de los que me han acompañado y a la mía, Cantabria ha consolidado un nombre para siempre y es una comunidad autónoma a la que le va relativamente bien.
Está claro que en su tierra agradecen su labor. De hecho, es el político mejor valorado de su comunidad autónoma y uno de los mejor valorados de todo el país. ¿Cuál es su secreto?
Creo que lo que más han valorado de mí es que siempre he seguido una línea bastante coherente. Lidero un partido de ámbito regional que lucha contra la corrupción y que defiende la autonomía de Cantabria sin caer en nacionalismos.
A nivel personal, mis apariciones frecuentes en medios de comunicación, sobre todo en televisión, me han hecho una persona muy popular. La gente me aprecia mucho; incluso los que no están de acuerdo con mis ideas valoran mi predisposición a entender los problemas y a buscar por la vía del diálogo algún tipo de solución.
Mi trayectoria es limpia, hablo claro y tengo la libertad suficiente para decir lo que pienso porque a mis años he llegado a lo máximo a lo que podía aspirar: ser el presidente de mi tierra. Todo esto la gente lo valora.
“La mayoría de españoles ya no tolera que los políticos metan la mano en su bolsillo y exige lo primero que debe exigirse a un gobernante: honestidad y honradez total. Se puede ser más o menos capaz, equivocarse a la hora de tomar ciertas decisiones, pero el robo de lo público es algo inadmisible.”
Afirma que por fin ya tiene la libertad suficiente para decir lo que realmente piensa. Ahora bien, ¿últimamente ha tenido que morderse la lengua por algún motivo?
Eso ya pasó a la historia. A lo largo de mi vida me he mordido la lengua muchísimo. Imagínese cuando yo era director de un banco… Ahora como presidente de Cantabria solo debo tener cuidado de no perjudicar los intereses de la región con mis comentarios. Pero a mí me da igual que me pregunten sobre el Rey, sobre Trump, sobre Pedro Sánchez o sobre Mariano Rajoy. No tengo que llamar a nadie para que me diga qué debo opinar sobre un tema, cosa que no todo el mundo puede permitirse.
En esta línea, usted siempre ha defendido la transparencia en política. ¿Cree que los dirigentes políticos de nuestro país ya han entendido que sin honestidad no se va a ningún lado?
Afortunadamente, la mayoría de españoles ya no tolera que los políticos metan la mano en su bolsillo y exige lo primero que debe exigirse a un gobernante: honestidad y honradez total. Se puede ser más o menos capaz, equivocarse a la hora de tomar ciertas decisiones, pero el robo de lo público es algo inadmisible. Y esa opinión también se ha trasladado al poder judicial. Todavía queda mucho por hacer, porque la justicia es muy lenta, dispone de pocos medios para poder detectar los delitos fiscales, y está aún politizada –dejará de estarlo cuando el Consejo General del Poder Judicial no dependa de designaciones políticas–.
Y es que España es un país rico que podría sostener perfectamente las pensiones o atender la dependencia si no hubiera un 21% de economía sumergida y muchísimo fraude fiscal.
¿Cree que el nuevo Gobierno tomará buenas decisiones en materia económica?
Espero que sí, porque España es uno de los países de Europa con mayor carga tributaria al trabajo, y ya no se puede estrujar más a los de siempre.
Se debe llamar a la puerta de las grandes empresas, aquellas que, aunque teóricamente tienen que pagar el 25% de impuestos, acaban abonando una cifra que no llega ni al 10% gracias a instrumentos de desgravación que, a mi juicio, son de dudosa legalidad.
“Todavía no sé si me presentaré a las elecciones. Ya tengo 75 años, y mi salud también condiciona esa decisión. Además, mi familia, mi hija pequeña sobre todo, me pide que no lo haga; quieren disfrutar de mí, irnos de vacaciones juntos.”
Con todos los frentes abiertos que tiene actualmente, ¿todavía cree que “a lo mejor” el Ejecutivo de Pedro Sánchez “aguanta los dos años de legislatura” para llevar a cabo las reformas que quiere?
Estoy convencido de que han llegado para quedarse unos años, al menos tres. Quizá no dispongan de margen de maniobra suficiente para cambiar ciertas cosas debido a su escasa representación parlamentaria, pero tampoco se puede aglutinar en contra del PSOE una mayoría para otra moción de censura.
Deben hacer ver a la gente que existe otra manera de gobernar, que en España se persigue el delito, que hay más transparencia que antes o que es posible blindar las pensiones de acuerdo con el incremento del IPC. Es verdad que la forma en la que han llegado al poder ha sido un tanto sorprendente, pero el PSOE tiene que acabar la legislatura con un buen balance que le permita volver a ser lo que era: un partido de alternancia en el Gobierno.
¿Le preocupan los pactos que pueda hacer Sánchez con algunos de sus socios políticos, especialmente con ERC y el PDeCAT?
La gestión que hizo Mariano Rajoy de la crisis catalana fue nefasta tanto para el conjunto de España como para el mismo PP, que prácticamente ha desaparecido de la vida política del territorio. Esto no podía seguir así, solamente con el enfrentamiento y acudiendo a las vías judiciales. Que Pedro Sánchez haya iniciado un diálogo con Catalunya me parece positivo, pero siempre dejando claro que hay que cumplir las leyes. Se puede decir de todo en este país, se puede pedir la independencia, pero las leyes hay que cumplirlas salvo que se cambien fruto del consenso general. Vivimos en un estado de derecho que hay que respetar.
Volviendo a Cantabria y a su carrera política, con las elecciones autonómicas y municipales a la vuelta de la esquina, todavía no ha desvelado si va a presentar o no su candidatura. En caso de aceptar el reto, ¿se ve con posibilidades de ganar (por fin) las elecciones?
Según las encuestas, ganaríamos. Aunque todavía no sé si me presentaré. Ya tengo 75 años, y mi salud también condiciona esa decisión. Además, mi familia, mi hija pequeña sobre todo, me pide que no lo haga; quieren disfrutar de mí, irnos de vacaciones juntos.
En el otro lado, muchísimas personas, sobre todo las que han estado conmigo en la formación del partido, me piden que me presente. El partido considera que debo estar ahí todavía. Ese es mi dilema.
¿Qué planes le esperan cuando deje de liderar el Partido Regionalista de Cantabria?
Seré militante del partido y querría dedicar tres o cuatro años de mi vida a recorrer España y a dar charlas; esa es mi ilusión. Impartir alguna clase también me gustaría. Eso sí, como profesor emérito y sin tener la obligación de ir todos los días de la semana.