Si el biólogo estadounidense Craig Venter levantara la cabeza, se sentiría ufano de lo que comenzó hace treinta años. En efecto, en 2000, el instituto que llevaba su nombre en Estados Unidos descifró la secuencia del genoma humano. Sabía que significaba el gran salto de la humanidad y abría el paso a la genómica, la madre de todas ciencias médicas modernas. Si el invento costó unos 3.000 millones de dólares, 10 años después, en 2010, un genoma completo se podía adquirir por menos de 2.000 dólares en su instituto. Hoy, miles de institutos genómicos públicos y privados, y cientos de miles de hospitales y clínicas con especialidad genómica esparcidos por todo el mundo ofrecen la secuencia por lo que vale un buen bistec.
JOSEP-FRANCESC VALLS. Catedrático de ESADE Business & Law School.
Cuando contemplo desde 2030 el avance de la genómica, confirmo que se trata del más importante de los últimos 100.000 años, como anunció el propio Venter en su momento ante el presidente Clinton. Ahora no sólo se han descubierto las secuencias de los genes, sino que se pueden predecir la mayoría de las enfermedades, diagnosticar y tratar. Gracias a la genómica, la medicina ha dejado de ser diagnóstica y paliativa para ser preventiva.
Mi ordenador, mi móvil, mi reloj ofrecen constantemente datos acerca de mi salud. Mi médico virtual conoce mis propensiones, mis dolores, mis achaques, mis enfermedades hereditarias y recibe al segundo información de mi organismo. Todo es previsible
Mi ordenador, mi móvil, mi reloj ofrecen constantemente datos acerca de mi salud. Mi médico virtual conoce mis propensiones, mis dolores, mis achaques, mis enfermedades hereditarias y recibe al segundo información de mi organismo. Todo es previsible. Cuando suena una alerta de cualquier nivel, o bien, me visitan en cuestión de segundos, si se trata de algo novedoso; o bien, me envían una vacuna a través de Internet que me autoaplico; o bien, me citan para un chequeo que aporte nuevos datos. Llevo conmigo la tranquilidad de saber si estoy en condiciones de ascender en helicóptero al Everest con mi amigo, si puedo realizar una marcha de 60 kilómetros en dos o tres etapas por el Pirineo, o si mi nivel de apnea me permite hacer submarinismo a pulmón libre. O si me falta calcio, me sobra hierro o necesito un chute de adrenalina.
ENFERMEDADES COMPRENSIBLES
Una vez descubierta la secuencia del genoma, los pasos siguientes desarrollados durante estos últimos años se han encaminado, en primer lugar, hacia la comprensión, la catalogación y el conocimiento del entorno de los genes humanos.
En segundo lugar, y ahí se encuentran los grandes avances a los que hemos asistido en la última década, hacia la comprensión de las enfermedades gracias al conocimiento de las relaciones que establecen con los genes. Conociendo la entidad de los dos millones de proteínas del cuerpo humano que se esparcen por las células, órganos y tejidos y su evolución, resulta más fácil determinar las combinaciones que pueden desarrollar ante cambios intra o extra celulares. Hace tiempo que se consiguió identificar el proteoma (proteínas/genoma) completo. Enfermedades como la de Crohn, gran parte de las infecciosas, de las cardiovasculares, de las patologías hereditarias y otras muchas han encontrado en él una solución definitiva. Y hasta el cáncer y el sida.
Enfermedades como la de Crohn, gran parte de las infecciosas, de las cardiovasculares, de las patologías hereditarias y otras muchas han encontrado en él una solución definitiva. Y hasta el cáncer y el sida
Por cierto, hace unos meses en una convención genómica internacional afirmaron que la mortandad como consecuencia de ambas enfermedades era tendente a cero. De ser el gran problema médico desde 1990 hasta 2020, el avance de los fármacos preventivos para adelantarse al desarrollo de la enfermedad ha hecho el resto.
En tercer lugar, hacia la aplicación de los big data y de los algoritmos a la genómica que han generado una ingente cantidad de datos muy baratos, lo cual ha supuesto una nueva democratización de la medicina; a ello hay que añadir los avances del hardware que permite la maniobra de la información a distancia y la creación de estereotipos para usos comparativos.
Y, en cuarto lugar, y éste es el tramo en el que vivimos diariamente, hacia cómo todo esto se traslada a la práctica médica, a los hospitales, a las clínicas, a los centros de salud, a los domicilios y residencias, a las empresas y a las calles. La bioinformática ha avanzado mucho más todavía. A pesar de los grandes avances genéticos, las dificultades de traducirlo a la práctica topan todavía con las estructuras antiguas. Se resiste la vieja medicina, tanto la pública como la privada, a abaratarse, a digitalizarse. Muchos médicos y pacientes siguen defendiendo que la relación presencial médico paciente es la clave de la superación de cualquier enfermedad o síntoma y en ello se escudan para despreciar la medicina moderna.
Los gastos sanitarios no acaban de superar el 9% del PIB mundial, pero a pesar de ello, los gobiernos se resisten a aumentarlos ante las grandes oportunidades de abaratamiento que ofrecen las nuevas tecnologías.
EL ENVEJECIMIENTO NO ES PROBLEMA
Hasta hace 10 años, las claves de la longevidad se reducían a tres cosas: buena nutrición, deporte constante sin excentricidades y cuidado de la salud. Ello permitió que en torno a 2020 la esperanza de vida en el mundo se situara entre los 83 años de Japón y los 50 de República Centroafricana. A pesar de que se ha avanzado en estos tres capítulos, el salto en la última década hay que cargarlo al activo del trasplante de órganos. Las previsiones de esperanza de vida se han superado y ya no son los 100 años alcanzados en 2020 en las “zonas azules” del planeta -Cerdeña en Italia, Okinawa en Japón, Nicoya en Costa Rica, y Loma Linda en California-. Hay millones de personas en la actualidad que, combinando la medicina antienvejecimiento y los avances de los trasplantes, a base de órganos bioartificiales, siguen vivos a los 120 o 130 años y han decidido pervivir.
Hay millones de personas en la actualidad que, combinando la medicina antienvejecimiento y los avances de los trasplantes, a base de órganos bioartificiales, siguen vivos a los 120 o 130 años y han decidido pervivir
No estamos hablando solamente de trasplantes de corazón, riñón, o hígado de unos donantes a otros receptores. A los órganos humanos que se trasplantan hay que añadir los de diferentes animales, como las ratas, las ovejas, los cerdos o los primates. Eso coloca en el mercado una cantidad abundante de tejido humano trasplantable, pulmones, páncreas, intestinos delgados, piel, nervios, venas, etc., que supera con creces las necesidades. Y si hace 10 años, no se podían trasplantar cabezas, retinas, bazos o vesículas biliares, hoy los experimentos realizados avanzan a marchas forzadas.