Faltan dos años todavía para celebrar el centenario de su aparición, pero la fiebre de la novela de ficción Un mundo feliz, de Aldous Huxley, se ha instalado a todos los niveles. Amazon me lo ha enviado gratis por mi fidelidad a sus libros; Netflix lleva la quinta serie realizada por los viejos y los nuevos directores de cine; los canales culturales escupen a diario las influencias que tuvo esa obra escrita en 1932 en la literatura posterior de ciencia ficción, de lo social o de la política; las editoriales subastan facsímiles de la obra; y aunque la generación A de los millennials –la que sigue a la X, Y y Z, que de este modo empieza nuevamente a denominarse con la primera letra del alfabeto para poder enumerar más fácilmente a todas las siguientes- ya tiene esa obra en las estanterías de todos los colegios, se promociona una colección especial con dibujos para niños.
JOSEP-FRANCESC VALLS. Catedrático de ESADE Business & Law School.
No soy especialmente aficionado a esta obra de ciencia ficción. Pero ante tanta presión ambiental, he vuelto a releer la novela. Me ha interesado sobremanera un pasaje de ese mundo feliz cuando se refiere a “a. F. y a d. F.”. ¿Qué significan estas iniciales?: antes de Ford y después de Ford. Aldous Huxley considera la fecha del inicio de la fabricación del Ford modelo T, en 1908, como el origen del calendario definitivo mundial. De un plumazo rectifica a la vez el calendario inca, el romano, el de la era cristiana, el Juliano, el Gregoriano, el musulmán y el de las fiestas laborables. Se trata del primer vehículo en serie, producido completamente en una cadena de montaje, y de bajo coste -360 dólares del momento-. Existía historia del automóvil anterior a esa fecha gracias a los inventos en la impulsión a vapor o la combustión interna. Los primeros prototipos se habían construido a finales del siglo XIX como los propulsados por células eléctricas que corrían a 100 kilómetros por hora. Y hubo también otros competidores, como Panhard y Levassor, Peugeot, Durant, Dodge, Vhrysler, Daimler, Opel, Royce, Bugatti, Renault. Pero Henry Ford se adelantó a construir el automóvil popular que ha presidido la historia.
Henry Ford no sabía que su invento iba a convertirse en uno de los principales iconos de los 120 años siguientes
En efecto, el Ford modelo T se convirtió en el automóvil de la clase media norteamericana y se empezó a exportar para el uso y disfrute de las clases pudientes de todo el mundo. Henry Ford no sabía que su invento iba a convertirse en uno de los principales iconos de los 120 años siguientes. Su empresa ha resultado ser la principal industria y estandarte de la globalización. El máximo exponente del individualismo, del status y del prestigio social. La incubadora de las principales ideas de gestión.
Fin de ciclo
La crisis de 2008 colocó a esta industria ante la evidencia de que el mundo no iba a seguir avanzando hacia un coche por habitante. Por eso, la famosa Ford, y la mayoría de las compañías automovilísticas, iniciaron hace 30 años fuertes procesos de concentración, recortes de plantillas y redimensionamiento de la producción, señales evidentes del declive del sector.
En 2010, había un coche para cada seis personas en el mundo, si bien en Estados Unidos esta ratio se acercaba a un vehículo por persona y en Europa, uno para cada dos. Desde 2020, empezó a decrecer vertiginosamente la producción automovilística, hasta el punto de que las previsiones que se efectuaban para 2030 no se han cumplido ni de lejos. Se esperaba una producción anual de 120 millones de vehículos anuales y la realidad es que este año apenas se han vendido 100 millones, un dato muy parecido a 2020.
Sean de propiedad o de cualquiera de las formas de alquiler existentes, una vez superado el problema de las baterías -ahora auto recargables-, la electrificación de los vehículos se ha acelerado enormemente
¿Vehículo propio?
Les explico. Yo no dispongo de vehículo privado. Lo mantuve de propiedad hasta hace 10 años. Me estaba pasando a los híbridos, con intención de desembarcar en los eléctricos de forma inmediata. ¿Qué ocurrió entonces?
(Disculpen que interrumpa la redacción de este artículo, pues debo viajar en el día de hoy a una población situada a 500 kilómetros. ¿Saben cómo me las arreglo? He contactado con mi agencia de carshiring. La petición que acabo de efectuar a través de su aplicación indica mis necesidades. La respuesta inmediata es que han puesto a mi disposición un vehículo de alta gama de mi marca favorita, que es el adecuado a las gestiones que debo realizar, a las condiciones del recorrido y a mis circunstancias personales En otras situaciones, me invitan a compartir automóvil con una o varias personas que efectúan el mismo recorrido. Incluso, otra vez, por la peculiaridad del desplazamiento, me ofrecieron la opción de un vehículo con chófer. El coche que me han asignado hoy se halla estacionado a poca distancia de mi domicilio, aunque me indican que me lo pueden acercar a casa. No debo preocuparme de nada: ni de los seguros, ni de la cobertura de los riesgos posibles, ni de la gasolina, pues se trata de un coche eléctrico con batería auto recargable. El gasto me lo han cargado a mi cuenta on-line).
La economía colaborativa se ha adueñado de tal manera del sector que apenas conozco gente a mi alrededor con vehículo propio, sólo algunos maniáticos, algunos futbolistas que los coleccionan o algunos nostálgicos
¡Vehículo ajeno!
En 2007, en España, se vendían unos 2 millones de coches de segunda mano frente a 1,6 millones de primera. En 2017, la proporción era 2,0/ 1,2 millones, de modo que había ido aumentando la proporción de las ventas de segunda mano frente a la de primera. Pero, bruscamente el deseo de propiedad empezó a decaer ante los grandes cambios en la movilidad colectiva: oferta cada vez más competitiva del carshiring y del carpooling, que es lo que manda hoy, y, sobre todo, mejora de las condiciones del renting o del leasing. En los tres casos, la propiedad es de otro, y por tanto te liberas de los líos del automóvil: seguros, mantenimiento, reparaciones, ITV, imprevistos, coche de sustitución, responsabilidad civil, impuesto de matriculación y circulación. Existe también otro foco de incertidumbre por el que vale la pena trasladar a otro la propiedad del vehículo. Cada país va marcando sus fechas para el tránsito definitivo a las energías limpias. España lo fijó en un principio para 2040 en 2018, pero adelantó a 2035 el final de las gasolinas y los diéseles. Los vehículos en propiedad tienen una vida media en nuestro país de 14-15 años, por lo que el riesgo se dispara.
Sean de propiedad o de cualquiera de las formas de alquiler existentes, una vez superado el problema de las baterías -ahora auto recargables-, la electrificación de los vehículos se ha acelerado enormemente en esta última década. Leía el otro día en el Wall Street Journal que, en la actualidad, el 35% de coches vendidos en China son eléctricos, el 25%, en Europa, mientras el 60% de los norteamericanos prefiere un híbrido.
Como no me he querido complicar la vida, he optado por una de las dos primeras fórmulas. Estudié el renting bancario. En efecto, desde que hace poco más de 10 años que se abrió a los particulares, se puede disponer de un vehículo mediante el pago mensual entre 300 y 600 euros dependiendo de si se trata de un coche de mediana o alta gama. Pero desistí. A pesar de que me podía resultar más cómodo circular siempre con el mismo coche, customizado, en la variedad está el gusto, y para cada desplazamiento conduzco el coche más apropiado.
La economía colaborativa se ha adueñado de tal manera del sector que apenas conozco gente a mi alrededor con vehículo propio, sólo algunos maniáticos, algunos futbolistas que los coleccionan o algunos nostálgicos.
El gran propietario de los coches
Si la mayoría de la población lo alquila, ¿quién es el propietario actual de todos los vehículos? En primer lugar, las propias firmas que los producen; han ampliado su departamento de renting. En segundo lugar, las financieras independientes. En tercer lugar, los bancos. Y en cuarto lugar, numerosos operadores y fondos que se han apuntado a la moda de adquirir vehículos en propiedad, del mismo modo que compran casas, locales, maquinaria y demás bienes para ponerlos a disposición del público a unas cuotas determinadas. Las carstars son las más rentables blue chips en bolsa y es un sector en alza.
En este entorno que me rodea, acabo de escuchar que Aldous Huxley tomó el nombre de su novela de hace 100 años del libro de William Shakespeare La tempestad. En un momento determinado, Miranda, la hija del protagonista, lanza un suspiro ante las bellas criaturas de la isla donde están confinados y exclama: “Oh, ¡mundo feliz!”. En esta Arcadia, al menos los coches me hacen feliz.