En enero de 2019, la actualización de previsiones económicas por parte del FMI insistía en la tónica de revisiones a la baja que viene dominando los análisis de prospectiva a inicios de este año.
JOAN TUGORES QUES. Catedrático de Economía de la UB.
Como muestra el cuadro, el crecimiento previsto para 2019 del conjunto de la economía mundial se sitúa en un 3,5, varias décimas por debajo de las cifras de los dos años anteriores, y con una revisión asimismo a la baja respecto a las previsiones del propio FMI realizadas en octubre de 2018. La desaceleración en las economías avanzadas combina los efectos solo transitorios de las políticas expansivas de Estados Unidos con una revisión a la baja para la zona euro, singularmente relevante en el caso de Alemania, en que la cifra se reduce en seis décimas en comparación a las expectativas presentadas el pasado octubre, con recelos asimismo en el caso de Italia. Para el conjunto de las economías emergentes y en desarrollo, la ligera corrección a la baja para 2019 se estima transitoria, aunque ello se fundamente en la hipótesis de que lo peor para Argentina y Turquía se vaya superando… así como que las cifras de China –reconocidamente, las peores en décadas– se mantengan en una desaceleración “ordenada”. El papel compensador de otras regiones con tendencia al alza merece ser destacado, incluyendo las de India, el conjunto de América Latina y África.
Los factores de incertidumbres y riesgos se mantienen: fricciones comerciales, eventuales fragilidades financieras, conflictos geoestratégicos y los impactos de los problemas sociales con posibles plasmaciones en resultados electorales. Y las dudas sobre el formato que finalmente adopte, en su caso, el brexit, por supuesto. Y las llamadas del FMI a soluciones coordinadas, en vez de seguir incurriendo en tentaciones unilateralistas, siguen tan presentes como, aparentemente, escaso es su éxito.