Si en tu empresa algo va mal y no se detecta, tendrás una catástrofe. Si se detecta, pero no se encuentra solución, tienes un problema. Pero si se detecta, se conoce la solución y nadie la aplica, tienes un equipo incompetente en la empresa. Así son de incompetentes nuestros políticos, a la vez que irresponsables.
Texto: José María Galilea.
Socio fundador, presidente y consejero delegado de Grupo Galilea, Correduría de Seguros.
En las últimas campañas electorales nadie, pero nadie, habló de las pensiones, y rara vez incluso alguien habla de vez en cuando del Pacto de Toledo.
Ya lo dijo el ilustre Fuentes Quintana hace muchos años, que no se resolvería el déficit de la Seguridad Social mientras los periodos de mandatos fueran tan cortos. Y eso era pensado en que las legislaturas durarían cuatro años: ahora, ya ni esto.
¿Llegará al poder alguien con sentido de estado y capaz de aplicar soluciones al grave asunto de las pensiones?
Como el problema es complejo, las soluciones no son ni fáciles ni sencillas, y, probablemente, las primeras decisiones que se adopten, se tendrán que ir reajustando y amoldando.
Lo que es imposible es que se resuelva solo, pues tanto los muy positivos factores de longevidad, como los nuevos modelos de relación laboral o la internacionalización de la economía, atacan directamente a la sostenibilidad de un sistema estructurado hace muchos años con condicionantes y parámetros completamente distintos. Siendo claro que la Sanidad pública es, quizás, la mejor del mundo, con algunos ajustes, podríamos corregir hechos que se han producido.
Está claro que las debilidades del sistema son el funcionamiento por financiación corriente, sin capitalización, y los compromisos de fechas de jubilación esperadas por todos. El sistema actual de financiación, la expectativa de edad de jubilación y el aumento de la esperanza de vida son incompatibles.
Si se financia el sistema en base a los salarios pagados en España, nos empeñamos en consumir productos y servicios low cost, que utilizan salarios más reducidos, compramos a organizaciones internacionales de venta on-line y las nuevas tecnologías consiguen fabricar bienes o dar servicios cada vez con menos personal, el sistema no es simplemente débil: es arriesgadamente vulnerable.
Sin embargo, para tranquilidad de todos, el sistema tiene unas fortalezas que le permitirán perdurar. Está tan aceptada por todos la necesidad de que funcione un sistema público de pensiones, que, si es necesario, el Estado, sacará fondos de donde sea para su mantenimiento. Y recorrido hay para reformas estructurales sin romper esquemas.
A las debilidades mencionadas previamente, debemos añadir la amenaza continua de la inversión de la pirámide de edad, con el agravante próximo de la incorporación del baby boom a la jubilación, así como las crisis económicas recurrentes grandes o pequeñas, cada vez más frecuentes, que restan ingresos a la Seguridad Social.
Por supuesto, además, la falta de conocimientos y/o irresponsabilidad de los políticos amenazan seriamente el panorama y el futuro. ¿Cómo se les ocurre, mientras tanto, hablar de rentas universales si no hay dinero ni para los compromisos adquiridos? Así hicieron la ley de dependencia, sin dotarla de partida presupuestaria. O quieren incluir, ahora, los tratamientos dentales o los cambios de sexo en alguna comunidad, ¿no? Ante tal nivel de despropósitos, es lógico que veamos a nuestros dirigentes no como una solución, sino como una amenaza muy real y, quizá, la peor.
Finalmente, respecto de las oportunidades, deberemos aprovechar el estado de opinión de la gente para ajustar otras partidas y estructuras del presupuesto estatal, reducir las prestaciones de los políticos, así como su número.
No se trata, pues, de asfixiar más al contribuyente, sino de racionalizar el gasto público. ¿Por qué no apoyar sistemas privados con exenciones fiscales o sistemas como la mochila austriaca? Y, por supuesto, que se financien no solo con cotizaciones de la Seguridad Social. Es el consumo, o sea, el IVA, el que debe financiar esta prestación. Solo así, el producto vendido en España, pero proveniente de otro país, al ser comprado, también financiaría el Estado de bienestar. Debemos de reconocer que la asistencia sanitaria pública española es de las mejores del mundo, si no la mejor. Racionalizando sus gastos, por supuesto, e introduciendo franquicias o los impopulares copagos, aunque fueran mínimos, por el doble efecto de menos consumo y algo de recaudación, se obtendrían recursos para pensiones. En fin, soluciones hay, y muchas.
Resumiendo la situación: los puntos débiles son estructurales; las amenazas, por la evolución del mercado laboral y la no existencia de estadista en la política española. Pero el sistema tiene la fortaleza de todo un Estado y una sociedad que lo soporta, y lo soportará. Y tenemos la oportunidad de arreglarlo, porque ideas y soluciones no faltan y, además, la sociedad está preparada para entenderlas. Pero, eso sí, con otros dirigentes.