Cada año se tiran a la basura 1.300 millones de toneladas de comida, lo que supone un tercio de la producción de alimentos de todo el mundo
Texto: Adrià Gratacós Torras
Cada año en el mundo se producen cerca de 4.000 millones de toneladas de alimentos. La cifra es suficiente como para alimentar a los 7.700 millones de personas que habitamos en el planeta tierra. Sin embargo, la mala distribución y el desperdicio de los alimentos hace que el hambre sea una problemática real para más de 820 millones de personas en todo el mundo. Es más, los humanos producimos cada año más alimentos de los que necesitamos consumir, pero la mala gestión que se hace condena a millones de personas. Una mala gestión que implica a casi todos los escalones de la cadena alimentaria y que genera datos preocupantes: según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) cada año se tiran a la basura 1.300 millones de toneladas de comida. Es decir, un tercio de los alimentos que producimos acaban en la basura.
El desperdicio alimentario implica a prácticamente la totalidad de tipos de alimentos que se producen y se comercializan. Según la FAO, las frutas y las hortalizas son el alimento más desperdiciado. Casi la mitad de frutas, hortalizas y tubérculos producidos en todo el mundo y aptos para el consumo humano se tiran. También el desperdicio de cereales es superior a la media y 3 de cada 10 kilos se tiran; un porcentaje parecido al desperdicio del pescado. Por otro lado, el 20% de la producción de leche, carne y legumbres también acaban malgastados.
La FAO identifica el mayor nivel de desperdicio alimentario en Europa y Estados Unidos, donde se sitúe en unos 95-115 kilos por año y habitante
La problemática del desperdicio alimentario se ha convertido en endémica y afecta a todos los países y continentes de todo el mundo. En el caso de Europa, el proyecto europeo Fusions cifra el desperdicio alimentario del viejo continente en 88 millones de toneladas de alimentos al año. De hecho, la FAO identifica el mayor nivel de desperdicio alimentario en Europa y Estados Unidos, donde se sitúe en unos 95-115 kilos por año y habitante. En cambio, en África y en el Sud-este asiático el desperdicio alimentario es menor, situándose en una media de entre 6 y 11 kilos por habitante y año.
El desperdicio alimentario, un coste económico millonario para la economía
De hecho, el impacto del desperdicio alimentario, no solo supone una problemática para la alimentación mundial, sino que tiene efectos en la economía y el medio ambiente. Según la organización internacional por la defensa de la naturaleza y el medio ambiente WWF, el desperdicio de los alimentos es el responsable del 15% de las emisiones de efecto invernadero vinculadas a la cadena alimentaria.
Tanto es así que las Naciones Unidas han incluido el desperdicio alimentario como una de las prioridades de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible. Concretamente, en su objetivo número 12, dedicado a garantizar modelos de consumo y producción sostenible. Más concretamente, el ODS número 12 especifica la necesidad de “reducir a la mitad el desperdicio mundial de alimentos por cápita en la venta al por menor (…) y reducir las pérdidas de alimentos en las cadenas de producción y distribución”.
En el caso de Europa, el coste estimado de tirar cada año 88 millones de toneladas de alimentos a la basura se acerca a los 140.000 millones de euros.
Y en el campo económico, el desperdicio también se puede cuantificar en euros, o mejor dicho, en millones y billones de euros. Según el informe “Alimentación sostenible” de WWF, el desperdicio de alimentos en el mundo tiene un coste de 143 billones de euros al año. En el caso de Europa, el coste estimado de tirar cada año 88 millones de toneladas de alimentos a la basura se acerca a los 140.000 millones de euros. Para poner las cifras en contexto, el coste para Europa de no aprovechar los alimentos que produce y comercializa equivale al 20% del inédito y ambicioso Plan de Recuperación aprobado por la Comisión Europea a causa de los estragos de la Covid-19 en la economía comunitaria.
¿Quién es el responsable del desperdicio alimentario?
La Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible identifica el desperdicio alimentario como una de las consecuencias del modelo productivo y de consumo de la mayoría de sociedades occidentales. Y en este sentido, los datos recogidos por parte de la Unión Europea muestran cómo el desperdicio de alimentos se produce en toda la cadena alimentaria. Desde el origen del producto, pasando por la transformación, el almacenaje, el transporte, la comercialización y hasta el consumo final, se malgasta un considerable porcentaje de los alimentos. Pero en el caso de Europa, más de la mitad del desperdicio de los alimentos se produce cuando el producto se ha vendido. Es decir, en el momento de su consumo.
El informe del proyecto de la Unión Europea “Fusions”, muestra cómo la principal vía para reducir el desperdicio de los alimentos pasa por la concienciación de toda la sociedad. “El desperdicio alimentario tiene mucho que ver con la pérdida de valor de los alimentos. No nos cuesta tirar comida a la basura por haber planificado mal, ya que lo tenemos asumido como un hábito individual”, asegura José Manuel Alonso, jefe de contenidos de la cooperativa de consumo consciente “Opcions”.
Iniciativas para la concienciación contra el desperdicio alimentario
Y para revertir estos hábitos individuales que se ejercen, tanto en el entorno productivo como en el cotidiano, cada vez son más las iniciativas que aparecen para concienciar sobre la necesidad de no malgastar alimentos. Este es el campo del proyecto Marcas Waste Warrior, impulsada por Too Good To Go y que pretende reunir a empresas para fomentar la toma de conciencia sobre esta problemática. “Formar parte de Waste Warriors es unirse a una causa que nos afecta a todos. Tanto las empresas como los consumidores a nivel individual tenemos la obligación de hacer del planeta un lugar más sostenible para las futuras generaciones”, asegura Jorge Grande, director general de Puratos Iberia, empresa miembro de Waste Warrior.
Desde este 2020 los Estados miembro de la Unión Europea están obligados a medir el desperdicio alimentario de forma sistemática
Según los impulsores, la propia iniciativa es un indicador de que la conciencia hacia el desperdicio de los alimentos es cada vez mayor. “Tenemos que buscar nuevas soluciones que nos permitan que nuestros excedentes sean cero, sin comprometer en ningún momento la seguridad alimentaria”, asegura Grande. De hecho, según Grande, el desperdicio alimentario es un factor que “va en contra de la rentabilidad de las empresas, más allá de las cifras económicas”, y considera indispensable calcular mejor las materias primas necesarias y tener alternativas para dar salida a los excedentes de producción.
Unas consideraciones que se alinean con el informe “Alimentación Sostenible” realizado por WWF, y que aboga por crear medidas adicionales a las ya tomadas por la Unión Europea para la reducción del desperdicio de alimentos. Unas medidas adicionales que, según el informe, tienen que ir enfocadas desde dos vertientes: en primer lugar, generando una regulación más estricta a nivel comunitario. Desde este 2020 los Estados miembro de la Unión Europea están obligados a medir el desperdicio alimentario de forma sistemática, pero el informe concluye que la medida será insuficiente para cumplir los objetivos establecidos por las Naciones Unidas si no se cambia el modelo de producción y comercialización de los alimentos.
En segundo lugar, el informe considera indispensable una mayor toma de conciencia por parte de la ciudadanía de no malgastar los alimentos. La Unión Europea calcula que cada ciudadano europeo tira alimentos por valor de 250€ cada año. Una cifra esperpéntica que, según el informe, no se ha potenciado lo suficiente como para hacer tomar conciencia a la ciudadanía de cambiar sus hábitos de consumo de alimentos. Y si bien, a diferencia de hace unos años, el desperdicio alimentario ya se encuentra en la agenda política de las administraciones europeas, todavía está por ver que las medidas tomadas hasta ahora puedan dar frutos a corto y medio plazo.