Todavía recuerdo como, cuando era un crío —y de eso hace ya muchos años—, me sacaba unos duros llevando los envases retornables a puntos de recogida, o veía a mi madre cosiendo prendas de vestir o girando el cuello de una camisa para alargar su vida útil. O recuerdo que, cuando algún electrodoméstico se averiaba, nadie pensaba en casa en comprar uno nuevo sino en repararlo. Es posible que este tipo de comportamientos de consumo estén regresando al mundo occidental, pero estaremos de acuerdo en que, si lo están haciendo, lo hacen muy lentamente, porque la realidad es que estamos anclados todavía en una economía lineal que incorpora modelos de producción ecológicamente ineficientes y modelos de consumo profundamente inconscientes.
Marcos Eguiguren. Senior Lecturer – UPF Barcelona School of Management. Cofundador de SingularNet Consulting.
El modelo económico actual es muy peligroso y podría acabar dificultando la continuidad de la vida, tal y como la conocemos, en nuestro planeta. No quiero abundar en ese aspecto porque ya se ha escrito muchísimo sobre el particular, pero sí me gustaría recordar, a título de ejemplo que, si acudimos a Global Footprint Network (https://data.footprintnetwork.org/) en el caso español, con datos de 2017, si todos los habitantes del planeta mantuvieran el modelo de producción y de consumo de España, se necesitarían 2,52 Tierras para poder soportar esos estándares. Como podrá usted imaginar ese dato es todavía peor en muchos otros países.
Cuando mencionamos ese dato nos estamos refiriendo a la llamada huella ecológica, o indicador del impacto ambiental motivado por la demanda humana en relación a la capacidad de una región de generar esos recursos. Se suele medir en hectáreas por habitante o en el número de planetas que necesitamos para mantener nuestro nivel de vida. Estamos hablando, en el fondo, del impacto de una determinada forma de vida en comparación con la biocapacidad del planeta para sustentarla.Frente al modelo económico actual, un modelo económico basado en el desecho, o en la obsolescencia programada (no hay más que pensar en la vida útil real de un teléfono móvil comparado con su vida útil teórica para constatarlo), surge con fuerza el concepto de economía circular que está profundamente vinculado al concepto de sostenibilidad.
Para la Fundación Ellen MacArthur, la economía circular es “una economía restauradora que tiene como objetivo mantener la utilidad de los productos, componentes y materiales, y conservar su valor. Por lo tanto, minimiza la necesidad de nuevos insumos de materiales y energía, a la vez que reduce las presiones ambientales relacionadas con la extracción de recursos, las emisiones y los desechos”.
Rediseñar la producción para volver a un sistema perfecto
La economía circular se basa en tres principios clave, cada uno de los cuales aborda varios de los retos en términos de recursos y del sistema a los que han de hacer frente las economías industriales: 1) Preservar y mejorar el capital natural: controlando existencias finitas y equilibrando los flujos de recursos renovables; 2) Optimizar el uso de los recursos: rotando productos, componentes y materiales con la máxima utilidad en todo momento, tanto en los ciclos técnicos como en los biológicos; 3) Fomentar la eficacia del sistema: revelando y eliminando externalidades negativas.
El círculo virtuoso de la economía circular inicia y acaba en la consideración de la materia prima y del residuo como si fueran la misma cosa (cradle to cradle). La mayor parte de lo que se utiliza en el ciclo económico tiene que ser capaz de volver a ser reutilizado
Sin embargo, nosotros siempre hacíamos énfasis en dos aspectos adicionales: 1) que la introducción de la moneda única facilitaría la entrada de nuevos competidores en nuestro mercado, por la simplificación y reducción de riesgos que suponía la adopción de una moneda única a la actividad exportadora de todas las empresas de la Comunidad Económica Europea; y 2) que al perder en el futuro la posibilidad de devaluar la peseta, recurso tradicional de la economía española como herramienta para recuperar la competitividad de nuestras empresas, el elemento que nos quedaría para hacer esto sería la devaluación de los costes laborales.
El círculo virtuoso de la economía circular inicia y acaba en la consideración de la materia prima y del residuo como si fueran la misma cosa (cradle to cradle). La mayor parte de lo que se utiliza en el ciclo económico tiene que ser capaz de volver a ser reutilizado. Para conseguirlo, y para conseguir, además, alargar la vida útil del producto final, redefinir los procesos productivos, o tener una distribución y unos consumos eficientes, es fundamental incorporar, desde la innovación y en la propia concepción del producto, diseños que estén pensados desde el paradigma de la economía circular.
Estas dos etapas de la economía circular (materias primas/residuos e innovación/diseño) marcan, sin duda, al resto del modelo. Los diseños de las fases de producción o reelaboración y la distribución de productos y servicios tienen que estar pensados para acabar con el residuo tal y como lo conocemos. Alguien considerará que eso es difícil, pero en un mundo marcado por la sostenibilidad, la digitalización y la cuarta revolución industrial, la tecnología es perfectamente capaz de encontrar soluciones viables. Si la tecnología ha sido capaz de idear la obsolescencia programada, paradigma de la economía lineal y del culto al desperdicio, también ha de ser capaz de encontrar soluciones para la implementación eficiente de la economía circular.
Por último, las fases de recogida y reciclado también deben diseñarse en todos los sectores, en base al paradigma de la economía circular. No hay que olvidar que la propia existencia del reciclado es en sí una prueba del fracaso del modelo económico actual. Reciclar es difícil si no se han diseñado bien los productos en su origen, pensando, también, en la propia fase de utilización y reciclaje.
No hay que olvidar el peso del componente social
El modelo de economía circular es, obviamente, un gran paso adelante que integra ecología y economía, pero no podemos concluir que sea la panacea a todos nuestros males. Uno de los aspectos que no se incorpora, al menos explícitamente, en el modelo es el ámbito de lo social, que parece quedar fuera del espectro de actuación de los procesos vinculados a la economía circular. Sin embargo, los conceptos de compromiso, solidaridad intercultural y responsabilidad, propios de la sensibilidad social, deben estar también vinculados a los nuevos paradigmas económicos.
Por ello conviene apuntar que, un paso importante más allá de la economía circular, es el que representa la idea de la biomimética, presentada por la bióloga Janine Benyus y, más en particular, el concepto de biomimética organizacional, acuñado por la psicóloga industrial Edita Olaizola. En este modelo, de carácter no antropocéntrico, junto a los aspectos propios de la estructura de la economía circular, el que la actividad empresarial aprenda de la naturaleza y los aspectos sociales forman parte intrínseca del mismo.
La inspiración en la naturaleza es algo fundamental para la biomimética organizacional. En la naturaleza no existen los desechos. Todo lo contrario, la naturaleza crea valor regenerativo (Regenerative Value Creation) y los residuos, en lugar de quitar valor, lo aportan
La Biomimética organizacional profundiza y aporta valor al concepto de economía circular y a los sistemas y procesos de elaboración del producto y el cuidado del medioambiente por reducción de desechos, puesto que se trata del aprovechamiento óptimo de los recursos aprendiendo de la naturaleza. Para la biomimética organizacional, el ser humano, las empresas y las actividades productivas forman parte del planeta, no se sirven del mismo. Por ello, no es que deban respetarlo, sino que deben aprender a integrarse en él y a diseñar sus actividades de forma similar a cómo lo haría la propia naturaleza. La inspiración en la naturaleza es algo fundamental para la biomimética organizacional. En la naturaleza no existen los desechos. Todo lo contrario, la naturaleza crea valor regenerativo (Regenerative Value Creation) y los residuos, en lugar de quitar valor, lo aportan.
Si la tecnología ha sido capaz de idear la obsolescencia programada, paradigma de la economía lineal y del culto al desperdicio, también ha de ser capaz de encontrar soluciones para la implementación eficiente de la economía circular
Una oportunidad de futuro
Es posible que haya detractores de modelos como la economía circular o la biomimética organizacional. Es posible que haya personas que piensen, desde un paradigma de pensamiento tradicional, que este tipo de modelos pueden llevarnos a un retroceso en el bienestar económico y en la generación de riqueza, a estancamientos o disminuciones del PIB de las principales economías del planeta.
Si usted, estimado lector, es una de esas personas, le aseguro que no está en lo cierto. La implementación de paradigmas económicos de las características que he descrito en estas líneas requiere de una revolución económica e industrial sin precedentes. Las oportunidades que están surgiendo y que surgirán en los próximos años para adoptar nuestra economía a este tipo de modelos son enormes: nuevas industrias, nuevas tecnologías, nuevas formas de asesoría corporativa, nuevas estructuras de financiación de la actividad, etc. Y con esas oportunidades nacerán nuevas empresas y nuevas profesiones y se crearán nuevos puestos de trabajo.
El verdadero reto es acelerar el cambio hacia esos nuevos modelos. Para ello hay que tomar decisiones, muy en especial a nivel empresarial, pero también por parte de algunas instituciones. Hay que cambiar el chip
Hay que cambiar el chip. Y, si le he de ser sincero, a veces me parece más sencillo potenciar la más compleja innovación tecnológica que convencer a algunas personas de la necesidad imperiosa de un cambio de enfoque. Y tanto la economía circular como la biomimética organizacional son más que un modelo: son una forma de pensar.