Ante situaciones críticas o de bloqueo debemos convertirnos en unos radicales del momento y avanzar, cueste lo que cueste.
Albert Bosch. Aventurero y emprendedor.
En unos momentos en que muchos empresarios, autónomos y profesionales están inmersos en una auténtica “travesía del desierto” debido a la traumática situación provocada por el COVID-19, quiero recordar mi experiencia al cruzar el desierto del Sahara, participando en el Rally Dakar, la carrera de motor más dura del mundo.
Durante toda mi juventud me había dedicado con pasión a la práctica del alpinismo y del motociclismo de montaña, y mi gran sueño era participar algún día en lo que se llamaba entonces el “París-Dakar”, una carrera/aventura mítica en aquella época, que sigue siendo, todavía, muy especial a día de hoy.
En el año 1998, con 31 años, tuve la oportunidad de integrarme por fin en un equipo y hacer realidad ese gran sueño. Estuvimos entrenando, preparando las motos, organizando el equipo y planificando miles de detalles durante meses. Y unos 15 días antes de iniciar nuestra gran aventura, nos convocaron a una reunión final en Sitges para motivarnos y revisar todos los puntos clave.
EL VALOR DE ABRAZAR LOS RETOS
A ese encuentro vino a darnos una charla Juan Porcar, el primer piloto español de la historia en participar en el Dakar, y con una extensa experiencia por sus múltiples participaciones en la carrera. Nos dio un montón de consejos útiles, pero hubo uno que me ayudó muchísimo en aquel reto y que me ha servido en otras muchas y diversas ocasiones: nos dijo que el desierto es realmente muy complejo, incierto y duro en infinidad de aspectos, pero que debemos verlo con tanto respeto como pasión, y que si lo vamos a cruzar, es porque hemos decidido participar en un proyecto ambicioso y de valor en nuestra vida, y ello comporta necesariamente conducir por terrenos difíciles e, incluso, extremos. Si no aceptásemos ese desafío y nos limitásemos a hacer siempre cosas fáciles, cómodas y seguras, nunca nos encontraríamos en situaciones de estrés e incertidumbre como en el desierto, pero sería porque habríamos renunciado a luchar por nuestros objetivos; habríamos optado por el camino fácil y, por tanto, nos habríamos resignado a la mediocridad.
Porcar también destacó que, a pesar de su dureza, el desierto se puede gestionar; ¡seríamos capaces de cruzarlo! Pero, a continuación, nos habló de unos tramos especialmente críticos: las “Dunas”, las montañas de arena cuya dificultad es máxima y las posibilidades de quedarse bloqueado en ellas y abandonar son altísimas.
Así, nos advirtió de que, si bien durante toda nuestra travesía deberíamos dar lo mejor de nosotros mismos, al pasar un grupo de dunas (Erg), sin duda, nos sentiríamos más de una vez prácticamente incapaces de avanzar: nos hundiríamos en la arena infinidad de veces, nos costaría horas recorrer unos pocos metros, y percibiríamos como imposible llegar al final de la etapa, porque nos faltarían todavía centenares de kilómetros y estaríamos prácticamente estancados, atrapados en aquella trampa dorada.
Y nos explicó que ese era el momento clave para el que nos habíamos estado preparando durante tanto tiempo. Todo el entreno, todo la preparación mecánica, toda la logística y todas nuestras capacidades debían tomar sentido en esa situación de bloqueo. Y allí debíamos utilizar toda nuestra energía y entrenamiento físico y mental para serenarnos, confiar en nosotros y continuar avanzando.
La grandiosidad de un mar de dunas te tumba, sobre todo si es la primera vez que te atreves a desafiarlo (…). Pero después de alguna de esas dunas, el terreno cambiará, reaparecerán las pistas de tierra dura y podrás avanzar a buena velocidad para alcanzar el fin de la etapa
HAY QUE CONCENTRARSE EN EL AQUÍ Y AHORA
Teníamos que centrarnos en ese instante, convertirnos en unos radicales de ese momento, y olvidarnos prácticamente del objetivo final o del “cuanto queda”, y calmarnos, sin dejarnos dominar por el estrés o la… Y avanzar 1 metro, 10 metros, 100 metros; lo que pudiésemos. Descansar, recuperar fuerzas y continuar avanzando.
El objetivo era pasar la siguiente duna. Si nos quedábamos allí estancados, el abandono y la derrota estaba asegurada, pero si la superábamos, aunque quizás habría otra o varias dunas más, era nuestra única oportunidad para poder tener opciones de sobrevivir en esa carrera y poder continuar con nuestra travesía del desierto hasta la meta deseada.
La grandiosidad de un mar de dunas te tumba, sobre todo si es la primera vez que te atreves a desafiarlo, te desespera, te agota y es muy probable que pierdas la conexión con el sentido del proyecto; con aquel propósito que, un día, ahora muy lejano, inspiró a tu mente y tu corazón. Pero después de alguna de esas dunas, el terreno cambiará, reaparecerán las pistas de tierra dura y podrás avanzar a buena velocidad para alcanzar el fin de la etapa.
LA SATISFACCIÓN POR HABERLO DADO TODO
Ya en el campamento, aunque hayamos llegado muy tarde, de noche y al límite de nuestras fuerzas, tendremos un tiempo de recuperación y, sobre todo, dormiremos reconociéndonos como unos luchadores, como pilotos del desierto que no tiran la toalla, como personas comprometidas con su responsabilidad, como individuos llenos de coraje, capacidad y convicción en continuar avanzando hacia nuestros objetivos a pesar de las circunstancias adversas.
Y al día siguiente, iniciaremos otra etapa de nuestra travesía del desierto. Y seguramente volveremos a encontrar algunas dunas difíciles que nos bloquearan, pero no tanto, porque habremos aprendido y mejorado nuestra técnica en sortearlas, y, sobre todo, sabremos que somos capaces de hacerlo.
No vivimos en un mundo Disney, y, ciertamente, es posible que en alguno de estos pasos de dunas cometamos algún error o algo se complique extremadamente y tengamos que abandonar. Pero si eso ocurre, estaremos orgullosos de haberlo dado todo, de lo aprendido en la lucha, y aprovecharemos toda la experiencia para alimentar nuestra fuente de confianza para afrontar nuevas aventuras.
Hay momentos en la vida personal y, sobre todo, en la vida profesional o empresarial, en que nos toca enfrentarnos a situaciones y obstáculos mucho mayores de lo que deseamos y de lo que nos vemos capaces de superar. Son momentos en que toca decidir si queremos ser víctimas o luchadores. Son momentos que forjan nuestro carácter. Son momentos que nos hacen merecedores de todo lo que hemos construido y de todo lo que somos capaces de hacer en el futuro. Son momentos en los que lo único que cuenta es pasar la siguiente duna.
Sea como sea tu situación actual, ¡pasa la duna! y siéntete orgulloso de la gran travesía del desierto que eres capaz de hacer.
Hay momentos en la vida personal y, sobre todo, en la vida profesional o empresarial, en que nos toca enfrentarnos a situaciones y obstáculos mucho mayores de lo que deseamos y de lo que nos vemos capaces de superar. Son momentos en que toca decidir si queremos ser víctimas o luchadores