El comercio internacional está complementando su tradicional papel de motor de prosperidad con el de crisol en el que convergen otras dimensiones especialmente relevantes para el mundo global, desde las pugnas geopolíticas y tecnológicas hasta los temas sanitarios y medioambientales.
Juan Tugores Ques. Catedrático de Economía de la Universidad de Barcelona.
Los debates acerca del papel del comercio internacional en el funcionamiento de las economías son antiguos. Desde su defensa como fuente de la “riqueza de las naciones”, por parte de Adam Smith, y su papel de “motor de crecimiento”, a las críticas de efectos colaterales negativos que han tratado de utilizarse como justificación para rechazos o proteccionismos, antiguos y recientes. En todo caso, el seguimiento de los datos del comercio mundial se ha convertido en un ingrediente relevante para el análisis de las causas y consecuencias de la evolución económica. En los primeros meses de 2020, el estallido de la pandemia se tradujo en una caída drástica, que superó inicialmente incluso al denominado “gran colapso” de 2009 y a la severa contracción de principios de la Gran Depresión. Pero a principios de 2021, las cifras estaban recuperando los niveles de un año antes, anticipando, con todas las cautelas, una recuperación que parecía mostrar que las dinámicas comerciales se mantenían pese a las apelaciones a desconfianzas o retrocesos en la globalización. Parafraseando a Mark Twain, podría decirse que, posiblemente, “las noticias de la muerte del comercio internacional se habían exagerado mucho”.
El seguimiento de los datos del comercio mundial se ha convertido en un ingrediente relevante para el análisis de las causas y consecuencias de la evolución económica
LAS REGLAS COMERCIALES, EN EL PUNTO DE MIRA
Pero más allá de estos análisis de los datos más tradicionales, si algo merece ser destacado en este 2021 es cómo están convergiendo varias dimensiones cruciales de nuestra era en unos impactos destacados sobre los temas comerciales. Un caso claro es la creciente evidencia de que la denominada “guerra comercial” desde 2018, especialmente entre Estados Unidos y China, es una vertiente importante, pero “colateral”, de la pugna geoestratégica por la hegemonía económica y política, y que tiene en las disputas tecnológicas –en ámbitos que van desde el 5G a la Inteligencia Artificial– otras claras manifestaciones. La insistencia en los riesgos de una “fragmentación” comercial y tecnológica a escala mundial –un tema en el que viene repitiendo la directora del FMI, K. Georgieva– es un factor de preocupación relevante y un reto para la conformación del sistema comercial, económico y sociopolítico mundial. Las “presiones” –a veces, no siempre, con éxito– para evitar que tecnología Huawei sea utilizada por países de la órbita occidental en contratos relacionados con la defensa es un caso conocido, pero no el único, de restricciones tecnológico-económico-estratégicas, donde se cruzan las consideraciones de eficiencia y las de poder. Consideraciones de control de datos, privacidad y riesgos de ciberseguridad complican aún más las cosas. La nueva directora de la OMC, Okonjo Iweala, afronta el reto de adecuar las reglas comerciales para tratar de mantener razonablemente abierto un sistema multilateral de comercio en el que convergen presiones e intereses de índole extracomercial y extraeconómica.
La insistencia en los riesgos de una “fragmentación” comercial y tecnológica a escala mundial –un tema que viene repitiendo la directora del FMI, K. Georgieva– es un factor de preocupación relevante y un reto para la conformación del sistema comercial, económico y sociopolítico mundial
LA DISTRIBUCIÓN DE LAS VACUNAS, UN TEMA CLAVE
Los temas relativos a salud global, centrales en el escenario de pandemia, tienen asimismo destacadas conexiones con el sistema comercial. En los primeros tiempos, fueron críticos los problemas de suministros internacionales de equipamientos médicos y sanitarios, y en la actualidad, el protagonismo lo tiene el tema de las vacunas. La producción y distribución de estas requiere de la participación de múltiples proveedores de inputs, habiéndose convertido las “cadenas globales de valor o suministros” de vacunas en objeto de gran atención. Y asimismo, una vez producidas, los mecanismos de distribución están mostrando importantes “fricciones” entre las empresas del sector y los poderes públicos. Las críticas de “incumplimientos de contratos” están a la orden del día, así como las discusiones acerca del grado adecuado de protección a la “propiedad intelectual” (patentes incluidas) de las vacunas y la aplicación de eventuales mecanismos de flexibilidad para tratar de asegurar que esa protección no obstaculice su llegada a todos los lugares del mundo, incluidos los de menor poder adquisitivo. Las controversias en el marco de los TRIPS (temas comerciales relacionados con la propiedad intelectual, en siglas inglesas) en la OMC parecen repetir, en 2021, pautas ya experimentadas en otros momentos, como los debates relativos a los medicamentos frente al VIH y otras enfermedades infecciosas. La constatación de que los países de la Unión Europea van más lentos, en las campañas de vacunación, que otros, incluido Estados Unidos, se vincula, entre otras razones, a una cierta “ingenuidad” respecto a decisiones sobre centros de producción y control de la logística. Relacionado con ello, o no, la UE lanza, en 2021, una nueva estrategia comercial en la que anuncia una mayor “asertividad” frente a incumplimientos por parte de otros actores internacionales. La escala mucho mayor de la actual pandemia hace pasar a un singular primer plano estos temas que, sin duda, van a constituir un aspecto central de la necesaria reformulación de las reglas del sistema comercial mundial. Aunque la Organización Mundial del Comercio y la OCDE insisten en la importancia de mantener abiertos los flujos comerciales y el fluido funcionamiento de las cadenas globales de valor, especialmente en lo relativo a vacunas y otros productos médico-sanitarios, la realpolitik no siempre parece confirmar, por ahora, esta confianza.
Los temas relativos a salud global, centrales en el escenario de pandemia, tienen asimismo destacadas conexiones con el sistema comercial. En los primeros tiempos, fueron críticos los problemas de suministros internacionales de equipamientos médicos y sanitarios, y en la actualidad, el protagonismo lo tiene el tema de las vacunas
¿ES POSIBLE UN COMERCIO VERDE Y GLOBAL?
La otra gran dimensión de los problemas globales conectada con el comercio es la medioambiental. Las propuestas, lanzadas desde Europa y debatidas en Estados Unidos y demás áreas, de utilizar mecanismos comerciales para incentivar actuaciones respetuosas con el medio ambiente, por la vía de establecer algo parecido a aranceles –“ajustes en frontera”– a las importaciones de productos en cuyo proceso de fabricación no se hayan respetado determinados estándares, es ambiciosa, inteligente… y polémica. Por un lado, trata de evitar el denominado “dumping medioambiental” asociado al desplazamiento de procesos de producción contaminantes a lugares con regulaciones más laxas. Algo esencial para evitar que las estrategias de amplio alcance como el European Green Deal se vean “cortocircuitadas” por deslocalizaciones que, simplemente, desplacen la emisión de contaminación de un lugar a otro… ignorando la dimensión intrínsecamente global de la degradación medioambiental, evitar la cual se ha convertido en un “bien público global” de primer orden. Pero, por otra parte, se apunta a la necesidad de clarificar esas figuras comerciales-medioambientales para evitar que puedan ser utilizadas como una coartada noble eventualmente “capturada” por algunos sectores con finalidades más proteccionistas que, efectivamente, ecológicas. De nuevo, emergen riesgos de unas “fragmentaciones” en los flujos comerciales asociadas, ahora, al tipo de regulaciones medioambientales que los países acaben asumiendo, si no se avanza, en paralelo, en estándares consensuados con razonable efectividad a escala global.
Aunque la Organización Mundial del Comercio y la OCDE insisten en la importancia de mantener abiertos los flujos comerciales y el fluido funcionamiento de las cadenas globales de valor, especialmente en lo relativo a vacunas y otros productos médico-sanitarios, la realpolitik no siempre parece confirmar, por ahora, esta confianza
¿CUÁL SERÁ LA SALIDA A LA CRISIS?
En esta primavera de 2021 son todavía mixtas las señales acerca de si el escenario internacional se decantará hacia una salida de la crisis de la pandemia con recuperación de los ingredientes de cooperación y multilateralismo degradados en los últimos tiempos o, por el contrario, con acentuación de las apuntadas tendencias a las “fragmentaciones”.
Es cierto que la Administración Biden ha permitido la elección de la nueva directora de la OMC, pese a las críticas explicitadas por el anterior gobierno de Estados Unidos de ser una candidata “demasiado” propensa al multilateralismo. Pero es igualmente cierto que la nueva Administración insiste en las referencias al “buy American” (trato prioritario para utilizar productos estadounidenses en las compras públicas… y privadas) acompañando a las ambiciosas medidas expansivas adoptadas.
Las propuestas, lanzadas desde Europa y debatidas en Estados Unidos y demás áreas, de utilizar mecanismos comerciales para incentivar actuaciones respetuosas con el medio ambiente, por la vía de establecer algo parecido a aranceles a las importaciones de productos en cuyo proceso de fabricación no se hayan respetado determinados estándares, es ambiciosa, inteligente… y polémica
Por otro lado, la Unión Europea por un lado se presenta como decidido paladín del multilateralismo, pero, en paralelo, acaba de aprobar un documento de estrategia comercial en el que las referencias a una mayor “asertividad” y las apelaciones a la “autonomía estratégica” podrían justificar en la práctica posturas que dificultasen compromisos con un sistema comercial realmente abierto.
Y está asimismo por ver en qué se traduce finalmente la precautoria suspensión de sanciones recíprocas entre Estados Unidos y la UE derivadas de los conflictos entre Boeing y Airbus. Y, por su importante parte, China ha explicitado, también, su apuesta por una “doble circulación” en la que, pese a la retórica en su momento de querer “ocupar” el lugar que parecía dejar libre Estados Unidos como motor del multilateralismo, reitera la siempre clara tendencia a un “managed trade” que parece convertirse en la mejor descripción del conjunto de reglas del sistema comercial. Y cabe recordar que, a finales de 2020, la UE y China firmaron un “Acuerdo Integral de Inversiones” que se presta a muchas lecturas… al tiempo que algunos tratan de “desenterrar” las negociaciones para un Acuerdo Transatlántico que, antes de ser congelado por la anterior Administración norteamericana, había provocado polémica a ambos lados del Atlántico.
Las incógnitas son, pues, importantes, en cantidad y en alcance. Y ello adquiere especial relevancia cuando la provisión de “bienes públicos globales”, como la “inmunización extensiva” (en la expresión literal de la declaración final del G20 de noviembre de 2020) y afrontar la degradación medioambiental, tienen en sus interacciones con los aspectos comerciales ingredientes decisivos. La salud y la calidad del medio ambiente se convierten, junto con el mantenimiento de una paz –en todos los sentidos– amenazada por fricciones geopolíticas, a veces más latentes a veces más explícitas, en temas absolutamente decisivos que encuentran en el comercio internacional un reflejo y crisol a seguir con la máxima atención.
Son todavía mixtas las señales acerca de si el escenario internacional se decantará hacia una salida de la crisis de la pandemia con recuperación de los ingredientes de cooperación y multilateralismo degradados en los últimos tiempos o, por el contrario, con acentuación de las apuntadas tendencias a las “fragmentaciones