El COVID-19 nos ha mostrado debilidades adicionales en una economía de servicios tan dependiente de mercados próximos y con escasos recursos tangibles para afrontar crisis de envergadura. En el momento actual, pese a los efectos negativos experimentados, hay factores positivos como que se cuente con un amplio consenso social para el fortalecimiento inteligente de la industria, lo que brinda una oportunidad única. Los Proyectos Estratégicos para la Recuperación y Transformación Económica (PERTE) son otros destacados pilares para la transformación. Llegados a este punto, sería un atrevimiento proponer algo radicalmente distinto a opiniones autorizadas tanto nacionales como internacionales. Mi humilde intención, en este informe, es señalar algunos factores críticos para que la digitalización fructifique, logrando una industria más robusta, competitiva y sostenible.
Coordinación: Angel San Segundo Haering. Ingeniero Industrial, asesor de start-ups, business angel, mentor y profesor asociado de diversas escuelas de negocio.
4 FACTORES CRÍTICOS
1. DIGITALIZAR LA INDUSTRIA
Es un clamor ¡hay que conseguir la Industria 4.0! De hecho, es un mantra: “La digitalización salvará a nuestra industria”. Hay un sinnúmero de estudios editados en los últimos años que avalan a las tecnologías a implantar (IoT, IA, Cloud, Blockchain, 3D, etc.), aunque también advierten de las resistencias al cambio. Se confía en que cursos masivos de formación intensiva y a distancia podrían resolverlas, pues hay cierta experiencia en ocasiones parecidas. Pero conviene no creer que solo es una cuestión de oferta de nuevas herramientas: la modernidad sin más, aplicada a empresas en crisis, convertirá el escenario en una crisis moderna, simple e ineficazmente.
Lo esencial es actuar en sintonía con la demanda del mercado, con lo que precisan los negocios para remontar el vuelo o, al menos, para hacer que sean más competitivos. La variable tiempo añade dificultad a la renovación, pues la elevada incertidumbre es otro obstáculo notable, lo que sugiere conseguir el concurso de expertos para minimizarlo y, en definitiva, una amplia participación de agentes involucrados (empresas, universidad, centros de I+D, sindicatos, etc.). Por tanto, no se trata solo de aplicar recursos y subvenciones, sino de hacerlo inteligentemente.
2. CRECER EN DIMENSIÓN E INNOVACIÓN
El menor tamaño medio de la empresa española (pymes y no pymes) en comparación con nuestros países competidores limita sus posibilidades de inversión y desarrollo. El peso de la industria manufacturera en el PIB, además, ha continuado descendiendo hasta alcanzar el 11,2% en 2019 (INE), lejos de las metas comunitarias: eso permite pensar que hay espacio para el crecimiento, para fortalecer una nueva industria limpia y tecnológica. Así lo reflejan las directrices del Gobierno de España y de la propia UE: hay unanimidad.
¿Cómo se llegó a este estancamiento de la industria nacional (salvo honrosas y competitivas excepciones entre las que destacan los magníficos casos del País Vasco y Navarra)? Sin duda, por una confluencia de razones: históricamente, la “odiosa” industria contaminaba, explotaba y, para colmo, era incapaz de competir con la avalancha de importaciones orientales. Esa sentencia se agravó por los beneficios de su antagonista, la sociedad de servicios: limpia, menos intensiva en capital, con retornos rápidos de inversión y propia de la economía del “conocimiento” a la que aspirábamos junto a los países de nuestro entorno.
Volviendo a los estudios sectoriales, a los ojos de un viejo ingeniero que ha vivido todo tipo de transformaciones, llama la atención que esa bibliografía a favor de las nuevas tecnologías, independientemente de donde proceda, llegue a conclusiones similares. Claro, se dice, es parte de “la globalización que afecta a todos”, sin distinguir la ubicación. Pero ¿y si al seguir miméticamente esas recomendaciones no se aportase valor diferencial contra otros competidores? ¿Cómo quedaría la maltrecha industria nacional y, en definitiva, nuestra economía? ¿No cabría repensar la innovación para fortalecer auténticos valores en línea con ventajas competitivas existentes y previsibles?
3. EL PAPEL DE LA PYME
Paralelamente, este tipo de estudios, en España, se suele apoyar en las encuestas en que predominan las respuestas de grandes empresas con perfil multinacional ¿Dónde está la opinión de la pyme? Se dice que como “son temas avanzados de difícil pronóstico incluso en las grandes”, no cuentan con la atención de las pequeñas y medianas empresas, lo que sin duda añade interrogantes sobre su futuro. En esas condiciones, el esfuerzo por alcanzar la Industria 4.0 puede ser estéril: apenas aportará ventaja competitiva internacional y tendrá efectos dudosos en la pyme.
¿No ha llegado ya el momento de enfocar la estrategia sobre la pyme industrial para fortalecerla? No se trata de marginar a la gran empresa, target implícito en todos los papeles sobre Política Industrial de la última década por su “efecto tractor”, sino de articular una relación con su ecosistema que sea recíprocamente beneficiosa. Además, esa pyme moderna, por su dimensión y filosofía existencial, está más interrelacionada con el entorno, con la economía real, soportando valores competitivos claros de nuestra economía como el medio ambiente, la agroindustria, la industria ligera, etc.
Hay más argumentos a favor de la pyme nacional, competitiva e innovadora: pese a la carencia de recursos y dimensión, fue capaz de soportar el extraordinario crecimiento, más del 60%, en las exportaciones del período 2008/2018: su agilidad, el capital humano, la aplicación inteligente de las nuevas tecnologías y la cultura del compromiso, probablemente fueron los responsables de ese éxito incuestionable. Hay una base sobre la que apoyar políticas de reindustrialización, pero es absolutamente necesario evitar la indiscriminada revitalización de la industria.
4. EL PAPEL DEL ESTADO
Está en boca de los gurús de la transformación digital que esta tiene que ser ágil. Pues sí, eso debe aplicarse, pero empezando por la Administración Pública. Es un clásico su recurso a “ventanillas únicas” o procedimientos menos burocráticos (no siempre mejores, como lo demuestra la temida “cita previa” que tiende a aumentar el letargo de la Administración). Tras esas buenas intenciones, acechan amenazas de nuevas leyes y reglamentos de Industria, de naturaleza expansiva al entrar en juego las competencias de las CC. AA. No creo que todo ese armazón regulatorio sea efectivo antes del 2023, lo que supone un riesgo descomunal de pérdida de competitividad si se sigue ese camino formal y tradicional. ¿Dónde quedaría la agilidad?
También se espera que su papel sea ejemplificador, capaz de identificar y ejecutar mejoras en el sector público empresarial (caracterizado por ser consumidor intensivo de recursos) actuando sobre las estructuras, industrial y funcionarial (AGE, CC. AA. y Administración local), para incrementar su competitividad y eficiencia.
UN MARCO ESTRATÉGICO INNOVADOR Y DISRUPTIVO
El Estado debería adoptar un rol de facilitador diferente del habitual, vinculado casi exclusivamente a la concesión de ayudas, mediante el liderazgo en varios planos:
1. Identificación y apuesta por sectores estratégicos (no debe darnos vergüenza, toda Europa lo hace), con metas (empleo, contribución al medio ambiente, etc.) y criterios objetivos de selección.
2. Captación de proyectos de mejora entre organizaciones con potencial reconocido (pymes y start-ups innovadoras, universidades, asociaciones, etc.).
3. Priorización. Las correcciones de algunas debilidades detectadas en la pandemia, incluyendo la reformulación de importaciones en productos estratégicos (por ejemplo, sanidad), han de estar en primer lugar. Otras que son obvias, pero no sencillas, deberían extenderse en áreas como:
3.1. generación de alianzas para aumentar la dimensión media de la pyme,
3.2. creación de estímulos fiscales para aproximarse al tamaño medio competitivo europeo,
3.3. contribución positiva de la industria a los ODS y a la Agenda 2030,
3.4. identificación de nichos con ventaja competitiva (renovables, bienes de equipo, diseño industrial, agroalimentario, industria auxiliar, etc.),
3.5. apoyo a medidas de reequilibrio geográfico de la riqueza,
3.6. identificación de best practices, para estudiar y replicar las causas del éxito de pymes o CC. AA. industriales y competitivas (no se entiende que haya que recurrir a casos de países remotos o de empresas de Sillicon Valley, cuando los tenemos aquí, bien cerca y en nuestro ecosistema),
3.7. promoción de la cooperación start-ups /pymes:
3.7.1. incentivando la inversión privada en start-ups y pymes de valor añadido,
3.7.2. y potenciando las alianzas win-win entre start-ups y pymes,
3.8. definición de un Cuadro de Mando que permita fijar objetivos, recursos e hitos, así como comprobar resultados, evitando que todo quede en mera declaración de buenas intenciones.
4. Digitalización para explotar negocios. Hay tecnologías tan virtuales que apenas tienen conexión con la economía real. Si hablamos en serio de reindustrialización, hay que referirse a negocios reales con presente y futuro, en los que la nueva tecnología será un facilitador, nunca un fin. Tener esto en cuenta, evitará el desperdicio de asumir la tecnología por la tecnología.
5. Foco en el Capital Humano. Es cuestionable que las generaciones jóvenes sean las más formadas de nuestra historia, pero no parece haber dudas en que sí sean las más informadas. Sin embargo, la digitalización y la competitividad global exigirán niveles muy superiores de capacitación técnica. Además de movilizar los medios más avanzados para acelerar aprendizaje y reciclaje, será esencial:
5.1 la aplicación masiva de la formación dual con un estricto plan de enseñanza práctica dirigido al puesto de trabajo,
5.2 la acreditación y certificación de competencias digitales reconocidas por la industria y complementarias del sistema de formación reglado,
5.3 y el estímulo del retorno de tantos profesionales que han emigrado en los últimos años, propiciando su inserción laboral y el trasvase de conocimientos a la industria.
6. Proyectos piloto. No se trata de alterar ni anular el ciclo definido por la UE para desarrollar los planes de recuperación del tejido socioeconómico, sino de trabajar acortando plazos. Una fórmula podría ser priorizar la identificación de oportunidades y validarlas mediante pruebas de concepto y proyectos piloto, lo que redundará en el logro de:
6.1. una estrategia robusta para el conjunto de la industria española,
6.2. y en la ejecución real de las mejores oportunidades identificadas
Hay tecnologías tan virtuales que apenas tienen conexión con la economía real. Si hablamos en serio de reindustrialización, hay que referirse a negocios reales con presente y futuro, en los que la nueva tecnología será un facilitador, nunca un fin
5 OPORTUNIDADES CON POTENCIAL
Cinco ejemplos que pueden dar oportunidades concretas y reales de creación de riqueza por el alto potencial que encierran son:
1. La “España Vacía” es un lastre para la sociedad que no aprovecha recursos naturales en trance de degradación por falta de atención (incendios, desertización, etc.) y soporta el problema social del abandono de pueblos con tradición y cultura. Identificar en cada Comunidad Autónoma, por ejemplo, diez ubicaciones y definir/ejecutar su necesario proyecto de equipamiento de infraestructuras unido a las actuaciones sobre repoblamiento y explotación de los recursos naturales (cultivos, minería, biomasa, reforestación, artesanía, etc.), generaría un gran caso de uso de Recuperación de la España Interior. Además de la mejora sustantiva en indicadores sociales (empleo, servicios asistenciales, nuevas oportunidades para jóvenes, etc.), bien aplicados estos proyectos demuestran que es compatible una explotación racional y sostenible de los recursos naturales con el cuidado de la naturaleza.
2. La Economía Circular es una asignatura pendiente que está cargada de ventajas potenciales: es intensiva en mano de obra, respetuosa con el medio ambiente, reduce importaciones en la mayoría de los casos, etc. Sin embargo, tiende a ser vista más como una estrategia cargada de buenas intenciones, que como un negocio sostenible. La solución, como demuestran otras experiencias en España, es “industrializar” la economía circular, invertir en procesos, sensores, controles, modelos de negocio, generación de una cultura positiva, etc.
3. Nuevos actores. Tratar a todas las empresas por igual solo puede garantizar fracasos, eso sí, “igualitarios”. Apoyar a quienes tienen ideas competitivas y compromiso por ejecutarlas es uno de los fundamentos del incremento del empleo. Un caso paradigmático son las empresas “Gacelas”, que la Fundación COTEC define como pymes que duplican su tamaño en un breve periodo de tiempo, siempre contando con un tamaño inicial mínimo de diez empleados. En su último informe, señala que, “a pesar de sólo representar el 6,25% de las empresas de al menos diez trabajadores, fueron responsables de más del 50% de la generación neta de empleo de este segmento del tejido empresarial. Crearon casi 300.000 puestos de trabajo en términos netos entre 2016 y 2019”: identificarlas y apoyar su progreso es una excelente oportunidad de reindustrialización competitiva.
4. Colaboración entre gran empresa e industria auxiliar. Solo puede haber ventajas y sinergias de una sana colaboración entre ambos: la grande, porque ahorra costes y gana en agilidad, la pyme, porque consigue estabilidad y volumen. Aquella puede ayudar a esta a entrar en mercados internacionales y, recíprocamente, esta puede, mediante su especialización, contribuir a la innovación de aquella. Los casos de éxito son numerosos en la distribución comercial y, de nuevo, se trataría de estimular esta fórmula basada en el win-win.
5. Mentoring. Existen miles de profesionales con baja o nula ocupación que desean sentirse útiles. Es impensable que una sociedad desperdicie ese activo de conocimientos y experiencias en tiempos difíciles. Una frase del filósofo Pascal Bruckner ayuda a entender el despilfarro de no contar con los seniors: “Envejecer es aprender a distinguir lo inútil de lo fundamental.” Los colegios profesionales pueden ser un vehículo para dinamizar estos recursos (por ejemplo, la iniciativa del Instituto de la Ingeniería de España con un programa piloto de mentoring, la asociación AMCES, etc.). Es un movimiento cada vez más activo, especialmente dirigido a emprendedores. Aunque se enfrenta a los riesgos propios de una relación con aristas entre mentor y empresario o emprendedor, si se gestiona y canaliza adecuadamente, ofrece ventajas a todos los intervinientes.
No todo lo que se necesita son ayudas. Atributos como liderazgo, compromiso, vocación, colaboración o experiencia pueden ser obtenidos en muchos casos sin apenas coste o compensación económica, si existe la motivación necesaria.
CLAVES PARA CONSEGUIRLO
Como conclusión, no es una tarea ni mucho menos sencilla. Se presta a cometer errores por la magnitud del reto y la urgencia en la acción. La Administración exige actuar con rigor y análisis que, lógicamente, harán demorar decisiones y ejecuciones. Esto es obviamente asumible. Lo que aquí se propone es una sistemática para optimizar de alguna manera metas y restricciones; si hubiera que destacar algo sería:
- Captar a los mejores expertos y con un amplio perfil profesional/representativo para el diseño y la ejecución de las medidas que se acuerden, evitando lo que en la jerga del asesoramiento se denomina paralysis by analysis y, desde luego, la mediocridad.
- Actuar en paralelo, con celeridad y aunque sea a escala reducida, en alguno de los Proyectos Piloto para ir progresando y demostrar que es posible conseguir resultados sostenibles optimizando plazos, a lo que en la referida jerga se llamarían quick wins (resultados rápidos).
- Buscar el óptimo, huir de los maximalismos, pues metas e intereses contrapuestos son compatibles si se comprometen las partes a encontrar soluciones. El empleo debería ser uno de los indicadores a maximizar, pero no a cualquier precio: es posible encontrar fórmulas generadoras de empleo sostenible en que ganen los intervinientes (empleadores, empleados, entorno, etc.) si se aplica una actitud abierta y colaborativa destinada a conseguir ese ganar-ganar.
- Inteligencia vs. ayudas y subvenciones. No todo lo que se necesita son ayudas. Atributos como liderazgo, compromiso, vocación, colaboración o experiencia pueden ser obtenidos en muchos casos sin apenas coste o compensación económica, si existe la motivación necesaria. De hecho, un programa de reindustrialización soportado por miles de millones de euros, pero sin la inteligencia que aquí se propugna, obtendrá, posiblemente, pobres resultados.
- Ejecución vs. diseño del programa. Otro campo a no descuidar, pues la gravedad del problema exige no quedarse con el diseño teórico de las medidas a tomar, cuya importancia es incuestionable, pero hay que comprometerse con su ejecución y con el control de resultados en la realidad: de nuevo, subrayemos la importancia del cómo.
Finalmente, pido a los intervinientes que apliquen todo su buen hacer e inteligencia en conseguir resultados tangibles, y que aparquen lo secundario. La mayor parte de nuestros problemas es conocida desde hace tiempo, así como las posibles soluciones: lo que aquí se propugna es asumir riesgos y actuar con agilidad sobre ello. Se trata de no defraudar a una sociedad y, muy especialmente, a una generación de jóvenes desesperanzados.