Divergencia dentro de la fortaleza, ese es el elemento común a los análisis de los organismos internacionales publicados en las últimas semanas.
JUAN TUGORES QUES. Catedrático de Economía de la UB.
El Banco Mundial hablaba en junio de una expansión en 2021 del 5,6% y la calificaba como la más rápida tras una recesión en los últimos ochenta años, pero, al mismo tiempo, señalaba que 2/3 de las economías emergentes y en desarrollo no habrían alcanzado en 2022 los niveles previos al estallido de la pandemia. Por su parte, el FMI, en el informe remitido en julio a la reunión de Venecia de los ministros de Economía del G20 apelaba a a la necesidad de “medidas urgentes para frenar la divergencia de la recuperación”.
La tabla adjunta resume los datos y previsiones del Banco Mundial. Cabe observar que, aunque para 2021 y 2022 la tasa de crecimiento sigue siendo más elevada para el conjunto de economías emergentes y en desarrollo respecto a las avanzadas, el diferencial entre ambas se sitúa en mínimos de las últimas décadas, por debajo de un punto porcentual. De hecho, en las regiones del mundo en desarrollo no asiáticas, el ritmo de recuperación previsto para este año y el próximo se sitúa por debajo del de las economías avanzadas. Las bajas tasas de vacunación en África (especialmente, la subsahariana) y problemas en otras regiones en desarrollo gravitan como un factor de “riesgos a la baja” (en el eufemismo que utilizan las publicaciones oficiales para las amenazas a la recuperación).
Las apelaciones a la cooperación internacional en temas que van desde las vacunaciones y prevención de nuevas infecciones hasta las medidas para detener la degradación medioambiental se repiten en los foros internacionales y será decisiva su implementación para encarrilar de forma más amplia y sostenible la recuperación global postpandemia.