Si hiciéramos una encuesta rápida entre directivos de pymes de nuestro país acerca de los principales retos que acechan a sus empresas, no tenga usted ninguna duda de que, entre otros, uno de los aspectos principales que se pondría sobre la mesa, sería el de las dificultades de financiación.
DR. MARCOS EGUIGUREN. Director del Departamento de Management, Law, Society and Humanities de UPF-Barcelona School of Management. Co-fundador de SingularNet Consulting.
Y este no es un tema nuevo, ya viene de lejos, pero se sigue agravando a medida que pasan los años. Varios elementos provocan que la consecución de financiación para la pequeña y mediana empresa sea más complicada que para la gran empresa o para el sector público. Algunos de ellos achacables a las propias pymes, como la menor cultura de gestión financiera y de confección de información financiera robusta y creíble, aunque en ese aspecto se va mejorando continuamente. Otros, sin embargo, achacables a la propia cultura y estructura del sector financiero.
DINERO CONCENTRADO EN POCAS (Y SELECTIVAS) MANOS
A pesar del crecimiento de nuevos actores financieros: neobancos, plataformas de crowdendling, banca ética, etc., algunos de ellos no están en el segmento de financiación de pymes, y otros sí lo están, pero de forma muy segmentada y no llegando al universo de empresas en general. Es difícil que, a fecha de hoy, los nuevos actores financieros representen, al menos de forma sustantiva, un verdadero cambio de paradigma en la financiación de la mediana y pequeña empresa.
El sector bancario tradicional, que sigue siendo, de largo, el principal proveedor de financiación del colectivo pymes, lleva años siendo objeto de una concentración sin precedentes. El empobrecimiento del sector, con la pérdida desde 2009 de infinidad de entidades, ha perjudicado y sigue perjudicando a la libre competencia. Cada vez es menor el número de bancos independientes operativos en el país y es más difícil para las pymes diversificar sus fuentes de financiación bancaria y encontrar precios razonablemente atractivos.
Es cierto que, para algunas entidades financieras con cierta especialización en la financiación a la empresa mediana y pequeña, este es un segmento de clientes deseable y que, bien gestionado, puede representar una buena fuente de rentabilidad para la entidad. Sin embargo, esa misma realidad provoca que algunas entidades entren en una competencia feroz por la pyme “de buena calidad”
Es cierto que, para algunas entidades financieras con cierta especialización en la financiación a la empresa mediana y pequeña, este es un segmento de clientes deseable y que, bien gestionado, puede representar una buena fuente de rentabilidad para la entidad. Sin embargo, esa misma realidad provoca que algunas entidades entren en una competencia feroz por la pyme “de buena calidad”, focalizándose en las aparentemente más solventes y utilizando criterios de riesgos enormemente restrictivos y difíciles de cumplir por buena parte del colectivo pymes. Esa focalización en los subsegmentos de mayor calidad crediticia de la pyme, unida a la disminución y empobrecimiento de la oferta de servicios bancarios provocado por las diferentes oleadas de fusiones y a la pérdida de personalización del servicio y de personal experimentado motivada por una digitalización mal interpretada y por la prejubilación en masa de personal con experiencia, está agudizando los problemas de financiación de la pyme pues muchas de ellas acaban quedando fuera de los rangos objetivos que maneja la banca y, además, la innovación en el sector bancario, raramente llega a plantear formas creativas de diseñar nuevos esquemas de financiación para la pyme.
EL IMPASE DE LA PANDEMIA
Es muy curioso que, durante la pandemia de la COVID-19, estemos viviendo precisamente en una especie de tregua en la que los problemas de financiación de la mayoría de pymes con recorrido futuro han encontrado una respuesta inesperada a través de los créditos avalados por el ICO e intermediados por las entidades financieras. Sin embargo, tarde o temprano esa situación excepcional acabará y nos encontraremos de nuevo con las dificultades estructurales de financiación de las medianas y pequeñas empresas, muy en especial cuando no hablamos de financiación del circulante y nos referimos a la financiación al crecimiento.
En un país en el que las pymes suponen el 99% de las empresas y el 66% del empleo total, es sorprendente que el sector financiero no haya focalizado más su capacidad innovadora en este segmento y que no veamos más y más instrumentos financieros de todo tipo dirigidos al mismo. Es cierto que las pymes tienen que seguir “haciendo los deberes”, mejorando su cultura de gestión financiera e incrementando su solvencia, pero también es sin duda cierto que la actual deriva estructural y cultural del sector no es beneficiosa para la pyme y que, sin embargo, existe una gran oportunidad para la banca, si es que la hiperregulación a la que está sometida y el gigantismo al que tiende el sector no acaba de cercenar las escasas dosis de creatividad y de innovación que le quedan.
En un país como el nuestro, un sector bancario que no se focalice en una innovación profunda de los sistemas de financiación y de los servicios para la pyme se está disparando un tiro al pie.