En 2020, se calculaban en el mundo unas 500 empresas unicornio, unas 100.000 corporaciones transnacionales, a las que habría que añadir un millón de filiales y unas 400.000 start-ups. Pues bien, las unicornio, las multinacionales y las start-ups no aportaban más allá del 20% del PIB mundial. El 80% restante lo cubrían las pymes, las cuales ocupaban más del 65% de la población trabajadora mundial. Diez años después, ahora en 2030, se ha doblado el número de unicornios y de multinacionales, las start-ups lo pueblan todo hasta decuplicarse, pero las pymes siguen representando una proporción parecida del PIB y de la población ocupada.
JOSEP-FRANCESC VALLS. Distinguished professor UPF-BSM. Director de la Cátedra de escenarios de futuro retail, turismo y servicios.
UN EJEMPLO DE RESISTENCIA EMPRESARIAL
El grueso de la economía mundial cae sobre sus espaldas, a pesar de que las crisis se han cebado fundamentalmente en ellas; sufren las grandes, pero son las pymes las apaleadas. Ocurrió durante el Crack del 29, tras la Primera y la Segunda Guerra Mundial y sucede lo mismo desde entonces en las recesiones, sean de ciclo largo o corto, que se han ido reproduciendo. La de la COVID se llevó por delante unos 232 millones de empresas de comercio mayorista y minorista, unos 111 millones del sector manufacturero, unos 51 millones de hostelería y unos 42 millones en otras actividades (según datos de la OIT, 2020). La crisis de mitades de esta década, una vez la economía mundial hubo remontado la pandemia, significó otra nueva sangría de pymes que tuvieron que cerrar. Pero, al final, la resiliencia las mantiene a flote. Cierra un montón y al día siguiente nacen muchas más. En cualquier caso, son las que se relanzan antes. ¿Qué tendrá esta estructura que capea viento y marea?
Las familiares acaso desaparezcan como tales más rápidamente que el resto. Nada ha variado en diez años en su evolución. Se mantiene la misma ratio que en 2020. El 90% alcanza la segunda generación, pero a la tercera llegan el 7,4% y a la cuarta, únicamente el 2,6%. De todas formas, tal como corroboran las estadísticas del Credit Suisse Research Institute (2016), la rentabilidad sigue resultando superior a las no familiares.
¿Cuáles son los factores clave de éxito de las pymes para dominar absolutamente el panorama empresarial desde la era industrial? La dimensión corporativa asumible, que aprovecha la agilidad y la flexibilidad de la organización; la cercanía de los propietarios; la focalización de la gestión en productos individualizados y de nicho; la posición de ser el tejido auxiliar para las grandes; el planteamiento de las estrategias a largo plazo; la practicidad de sus actuaciones, lejos de adquisiciones especulativas, apalancamientos y diversificaciones dudosas.
Pueden considerarse “la espina dorsal de la mayoría de las economías del mundo”, como las consideró Naciones Unidas al instaurar en 2017 el Día de las Microempresas, Pequeñas y Medianas (27 de junio). En esta misma proclamación, el organismo internacional confesó que el principal problema de esta dimensión de empresa consiste en la enorme dificultad de acceso a la financiación, máxime si se encuentra inmersa en la economía informal (el 74% se hallan en ese estado). Durante la pandemia de 2020, los gobiernos occidentales se esforzaron por evitar los derrumbes implantando los famosos ERTE por unos cuantos meses; pocos países, muy pocos, mantuvieron intactas las estructuras de sus pymes financiando las pérdidas acumuladas como consecuencia del cierre obligado. Para gestionar la crisis de mitades de la década, la mayoría de los países había aprendido la lección, por lo que la mortandad de pymes resultó sustancialmente menor.
La resiliencia de las pymes las mantiene a flote. Cierran un montón y al día siguiente nacen muchas más. En cualquier caso, son las que se relanzan antes. ¿Qué tendrá esta estructura que capea viento y marea?
NACER PARA SER
Nos reunimos como cada mes. Asisten a la tertulia entre siete y doce viejos amigos, la mayoría fijos, y algún que otro invitado que voy incorporando. Hoy va de la evolución de las pymes. Una novedad: la incorporación de dos jóvenes, una emprendedora y el otro, recién doctorado, que son acogidos con calidez.
—Disculpen que sea tan brusco adelantándome a las presentaciones —irrumpe un sénior que acaba de crear una empresa a los 60 años, justo al día siguiente de haberse jubilado parcialmente—. ¿Toda empresa que nace, como la mía, tiene vocación de ser unicornio?
Risas en la sala. Se funden con el silencio. Aparecen rictus de reflexión. De duda. Unos segundos de silencio. Nadie responde. Al final, tomo yo la palabra como responsable último del acto para encauzarlo:
—Bienvenidas todas. Una idea avanza hasta convertirse en concepto de negocio y empezar a desarrollarse con un objetivo claro. Nazca o no para un nicho, para satisfacer una necesidad concreta u otra, el promotor tiene el convencimiento de que crecerá. Toda mi generación soñó con Marilyn….
—Yo no aspiro a ser unicornio. No, no y no —se precipita el emprendedor sesentón—. Deseo vivir tranquilo gestionando mi empresa. No pretendo ganar más cada año, escalar en el ranking, hundir a mi competidor. Al contrario, busco disfrutar pilotándola, experimentando, creando un porfolio ágil, con equipos bien remunerados y pagados al día. Mi ideario es: bajo endeudamiento, escasa dependencia de los bancos y no estirar más el brazo que la manga.
—¡En desacuerdo absoluto! —alza la voz la joven emprendedora—. Yo estoy emprendiendo para alcanzar cuanto antes la dimensión unicornio. Naces pequeña, pero quieres ser la más grande. La gente de mi edad soñamos con conquistar el mundo, como Leonardo DiCaprio y Kate Winslet en Titanic subidos a babor.
—Así, pues, según usted —tercia otra tertuliana frecuente, dirigiéndose a la emprendedora joven—, las empresas se proyectan para ser las más grandes, y si no lo alcanzan, acaban siendo pequeñas.
—Se funda una empresa por el placer de constituirla; luego vienen los sueños, sea Marilyn, DiCaprio o Winslet —responde un tercero, que acaba de publicar un estudio sobre las motivaciones para el emprendimiento de empresas—. En mi trabajo, las aspiraciones principales más destacadas que aparecen tras el análisis de medio millar de emprendimientos son tres: la ilusión de crear algo propio; empezar una obra para legarla a los hijos; y responsabilizarse de una acción social, crear riqueza, puestos de trabajo, etc.
Sigue explicando las conclusiones de su estudio y llama poderosamente la atención entre los presentes la constatación de que la mayoría de las empresas entre 2025 y 2030 corresponden a mayores de 60 años.
—Es lógico —prosigue el estudioso—, puesto que se trata del grupo poblacional más extenso demográficamente. Además, la mitad de los emprendedores que iniciaron su periplo en las décadas de los 90 y de los 2000 rondan esa edad. En las economías emergentes de África, América Latina y Asia, los emprendedores son más jóvenes.
—¿Es determinante la edad para crear un tipo u otro de empresa? —pregunta el otro joven incorporado.
—Uno crea una empresa de lo que sabe, ha aprendido o ha descubierto un nicho —responde el docto—. A partir de ello, no importa la edad del promotor, le aguardan ocho de cada diez probabilidades de acabar siendo una pyme.
—La pyme ¿es entonces el premio de consolación? —repregunta el joven.
—No, no. La pyme es, ni más ni menos —remata el estudioso.
—¿Por qué crece tan despacio la dimensión de las pymes en países como España? —inquiere de nuevo el joven incorporado.
—En 2020 —responde el experto—, la Seguridad Social española contabilizaba 1,37 millones de empresas, de las cuales solamente el 1,28% ocupaba más de 100 trabajadores; el 74,6% no tenía más de cinco. Pues bien, desde 2020 a 2030, se han duplicado las grandes y las unicornio, y de los 2,1 millones de empresas que cotizan, las de más de 100 trabajadores apenas superan el 5%, mientras dos terceras partes siguen con menos de cinco empleados.
—Da la impresión como si esta dimensión fuera despreciable —recupera la palabra el emprendedor sesentón—. En el core de mi empresa no trabajan más de cinco personas; en red otras 20. Trato a estos últimos igual que a los primeros. Tan determinantes son los unas como las otras. Hay que replantear de una vez el concepto de plantilla fija versus el resto de las relaciones laborales. Si empezáramos a contabilizar el número de empleados por pyme teniendo en cuenta la cadena de valor cambiaría la visión en torno a la dimensión real.
En 2020, la Seguridad Social española contabilizaba 1,37 millones de empresas, de las cuales solamente el 1,28% ocupaba más de 100 trabajadores; el 74,6% no tenía más de cinco. Pues bien, desde 2020 a 2030, se han duplicado las grandes y las unicornio, y de los 2,1 millones de empresas que cotizan, las de más de 100 trabajadores apenas superan el 5%, mientras dos terceras partes siguen con menos de cinco empleados