Las previsiones publicadas por el FMI a finales de enero de 2022 acentúan las ya habituales referencias a la prudencia derivada de las incertidumbres originadas más allá de la economía.
JUAN TUGORES QUES. Catedrático de Economía de la Universidad de Barcelona.
La estimación para el conjunto del año es de un crecimiento del 4,4%, lo que supone una importante revisión a la baja de medio punto respecto a lo que el mismo organismo había estimado en octubre de 2021.
La revisión a la baja es algo mayor para las economías avanzadas (0,6 puntos) que para el conjunto de las emergentes y en desarrollo (0,3 puntos), pero sigue siendo cierto que el diferencial de las últimas décadas en favor de estas se sitúa en mínimos, tanto por la desigual incidencia de la pandemia como por la asimétrica capacidad en las políticas fiscales; aunque las precisiones para 2023 implicarían que, con cierta normalización, los países emergentes podrían retomar mejor su ritmo.
Dentro de las economías avanzadas, destacan las revisiones a la baja del crecimiento en dos motores tan importantes y tradicionales como Estados Unidos (1,2 puntos) y Alemania (0,8 puntos), pero asimismo en Canadá (0,8) y España (0,6). En el grupo de las economías emergentes, llama la atención la revisión también a la baja de 0,8 puntos en el crecimiento de China –hasta una cifra de 4,8%, insólita para el gigante asiático– que tiene su contrapunto en la revisión de medio punto al alza en la estimación del crecimiento de India.
El FMI explicita en el título de su actualización de previsiones el término de “disrupción” en la recuperación, así como la constatación de que la elevada inflación es de más larga duración de la inicialmente prevista, lo que, junto a problemas de normalización en suministros, energía y commodities, puede complicar el escenario económico con delicadas interacciones con fricciones geopolíticas.