La última cumbre europea de 2021 terminó con mucha más polémica de la esperada por una cuestión que algunos subestimaron: el mercado de la electricidad y la política energética de la Unión Europea. Tras horas y horas de un debate en el que cuestiones como la política migratoria, la gestión de la pandemia o las tensiones con Bielorrusia parecían los puntos calientes de la jornada, los veintisiete líderes de la Unión se atascaron en el debate sobre la luz, que sin duda sigue trayendo cola este 2022. La factura eléctrica se ha encarecido para los bolsillos de todos los ciudadanos europeos. El mercado eléctrico es común, funciona bajo normas europeas, pero no todos los veintisiete sufren el problema con la misma severidad ni hacen el mismo diagnóstico.
Texto: Júlia Manresa Nogueras
Hace tres décadas, el sector eléctrico de la UE estaba organizado de forma monopolística. En cada país, una o unas pocas empresas eran las responsables de generar, transmitir, distribuir y suministrar la electricidad. Pero a través de diversas reformas legislativas —torpes y costosas, tanto por la complejidad de la cuestión como por las fricciones nacionales—, la Unión Europea logró ir liberalizando el sector para abrir la puerta a una mayor competencia, un enfoque que la Comisión Europea defiende enconadamente porque considera que es la opción más competitiva y asequible para la ciudadanía y el empresariado europeo. Así lo ha reiterado en varias ocasiones la comisaria encargada de esta cuestión, Kadri Simson.
La caja de los truenos de la energía
«Algunos están señalando el diseño del mercado europeo de la electricidad como parte del problema», decía Simson en octubre en un pleno de la Eurocámara, en referencia a posiciones como la española, que apunta directamente al sistema marginalista de fijación de precios y a una posible especulación en el mercado de las emisiones de carbono (ETS) como parte del problema. Pero la comisaria lo tiene caro: «El diseño del mercado eléctrico es un traje hecho a medida para impulsar las renovables y la energía más barata a todos los consumidores y también para mejorar la integración europea». Ciertamente desde 1996, cuando empezó la liberalización, se han ido impulsando reformas y las dos últimas, la de 2019 y la actual, tienen como principales objetivos la transición ecológica.
Abrir el debate sobre el mercado eléctrico europeo es abrir la caja de Pandora, porque cada gobierno tiene sus propias demandas y necesidades
Justamente la cumbre de diciembre acabó en fracaso porque países dependientes del carbón como la República Checa o Polonia se aferraron a las críticas españolas por poner en cuestión el sistema ETS. Abrir el debate sobre el mercado eléctrico europeo es abrir la caja de Pandora, porque cada gobierno tiene sus propias demandas y necesidades. Por ejemplo, este año ha arrancado con la polémica sobre la taxonomía (la clasificación que debe delimitar cuáles son las inversiones verdes a partir de ahora) con la que Bruselas (como Francia y contrariamente a Alemania o España) prevé incluir la nuclear y el gas.
Bruselas defensa el sistema actual
Pero, al fin y al cabo, una liberalización del mercado también deja menos margen de maniobra a los gobiernos para fijar límites de precios o alterar la factura en situaciones como la actual, tal y como llegó a proponer el gobierno de Pedro Sánchez en un documento presentado en Bruselas que fue rápidamente rechazado, también por la mayoría de gobiernos nórdicos, mejor interconectados. Ahora bien, la realidad es que la factura de la luz se ha disparado un 200% en toda Europa, y más en países como Portugal o España, considerados una isla energética por problemas de integración con las interconexiones del continente.
Hasta ahora, Bruselas ha aportado pocas soluciones, más allá de recordar a los gobiernos todas las herramientas que tienen en sus manos para mitigar la escalada a nivel nacional. La Comisión Europea también solicitó a la Agencia de Cooperación de los Reguladores de la Energía (ACER) un informe exhaustivo sobre el funcionamiento del mercado para determinar las causas y posibles soluciones a la escalada de precios. El primer informe preliminar, publicado el pasado noviembre, fue contundente: el sistema funciona correctamente y está bien diseñado, la madre del cordero es el precio del gas. Y aquí también entra en juego la geopolítica (las relaciones con Rusia, Argelia y Marruecos).
Según un informe encargado por la Comisión Europea a la Agencia de Cooperación de los Reguladores de la Energía (ACER) para determinar las causas y posibles soluciones a la escalada de precios, el sistema funciona correctamente y está bien diseñado, la madre del cordero es el precio del gas. Y aquí también entra en juego la geopolítica
El informe de la Agencia sitúa a España y Portugal en el reducido grupo de países más altamente dependiente del gas o peor interconectados y rechaza frontalmente la propuesta española de fijar un tope al precio de este combustible porque podría provocar “daños colaterales” en los objetivos europeos de descarbonización. ACER considera que alterar los precios podría acabar dejando fuera a ciertos productores que podrían acabar viéndose abocados a vender a pérdidas, lo que alteraría la libre competencia para cubrir el aumento de la demanda.
Así pues, desde la UE tienen claro que ha costado mucho llegar a diseñar y tejer el actual sistema eléctrico europeo y que, ahora que estamos en plena transición verde, no es hora de ponerlo en entredicho. Al mismo tiempo, se admite que es necesaria una UE menos dependiente del gas ruso o de otras regiones y se abre la puerta a buscar maneras de crear una reserva estratégica de gas o realizar una compra conjunta voluntaria. Sin embargo, para Europa, la prioridad es descarbonizar y encarecer aún más el uso de las energías contaminantes, aunque durante este proceso sea necesaria una pequeña ayuda a los más vulnerables a través de un fondo de transición justa.