La digitalización del sector financiero avanza a velocidad de crucero, más aún tras la pandemia de la COVID-19, que ha acelerado todos los planes. Esto supone un gran reto, porque no sirve simplemente mejorar o lanzar servicios muy vistosos, sino que para que esta transformación tenga éxito y sea realmente útil, los bancos deben tener en cuenta diferentes consideraciones para lograr una estrategia 100% digital.
gabriela gianattasio. VP EMEA de Veritran y miembro de la “Learning Innovation Unit” del IESE.
Pensar en el cliente
El primer paso es tener claras las necesidades reales de los clientes. Digitalizarse debe servir para que los usuarios operen de manera más sencilla a diario con la entidad. Por lo tanto, se trata de aplicar soluciones que sean relevantes para ellos y que faciliten la realización de sus gestiones.
Tecnologías disruptivas que sumen
Tener este claro enfoque en el consumidor ayudará a identificar cuáles son aquellas tecnologías que mejoran la relación con los usuarios a la par que aceleran la digitalización del sector.
Una de ellas es la biometría, que puede servir para reducir el uso de contraseñas, facilitando el acceso a la banca digital de manera más sencilla. También la implementación de la Inteligencia Artificial puede contribuir a mejorar la relación entre clientes y entidades. Entender su comportamiento y un análisis 360° de los datos permitirá anticiparse a sus necesidades y adaptar la oferta de productos o servicios.
Low-code: ganar tiempo y reducir costes
Y en un proceso de cambio tan rápido en el que las entidades compiten entre sí para lanzar soluciones innovadoras, la tecnología low-code resulta clave. Esta forma de desarrollo permite mejorar los tiempos de integración y costes para incorporar nuevas soluciones digitales en cualquier momento del ciclo de vida de aplicaciones financieras preexistentes.
En definitiva, la creciente adopción digital y el nuevo perfil de consumidores demandan nuevas estrategias de atención que deben implementarse con rapidez para retener o captar nuevos usuarios y adaptarse lo más rápido posible a las necesidades que van surgiendo. Sin duda, el low-code puede marcar la diferencia en este contexto.