susana gutiérrez.
Directora de RR. HH. de General Óptica.
Antes de nada, dejar diáfanamente claro que la igualdad es para mí un derecho inapelable e indiscutible.
Como profesional de recursos humanos desde hace mucho tiempo —y hablo de casi cuarenta años— puedo asegurar que mi creencia profesional, pero sobre todo personal, ha sido siempre contar con las mejores personas (sí, las mejores personas) para la organización en la que trabajara y para cubrir las necesidades de cada momento y de cada proceso. Quizás por esto, sigo sin entender —y, de hecho, me genera cierta frustración— que surjan, tanto tiempo después, como si de una epifanía se tratara, discursos, artículos o titulares que hablan de poner “las personas en el centro” como una novedad. ¡Qué sorpresa! ¿Alguien ha pensado, de verdad, que una empresa o una organización puede funcionar sin personas?
Por supuesto, creo en la digitalización, la robotización y todos los “ión” que se nos puedan ocurrir. Pero ¿significa eso prescindir de las personas? No. Significa cambiar sus roles: las personas serán quienes diseñen los robots, sus procesos, sus tareas y les asignarán los tiempos de ejecución. Nuestras funciones cambiarán, y avanzaremos como sociedad solo si somos capaces de mantener a las personas en el centro, aprovechando sus talentos.
El talento es masculino, es femenino, pero también es talento el que aportan otros rasgos de las personas como puede ser la edad, o el origen étnico… En la variedad está el gusto, se suele decir
Una de las grandes maravillas de la humanidad es que no hay dos personas idénticas, la riqueza de nuestras diferencias, visiones y experiencias es lo que nos hace especiales a todos y cada uno de nosotros. ¿Que por qué digo esto, que es tan obvio? Pues es sencillo. Cada persona, independientemente de su sexo, tiene unas competencias concretas, una estructura de pensamiento, una forma de enfocar las dificultades, ha vivido experiencias distintas y tiene formas distintas de buscar soluciones. ¿Es eso un problema?, ¿es una diferencia discriminatoria? Para nada. Forma parte de la riqueza de las personas y de su manera de enfocar la realidad que nos rodea. El talento es masculino, es femenino, pero también es talento el que aportan otros rasgos de las personas como puede ser la edad, o el origen étnico… En la variedad está el gusto, se suele decir. Y solamente las organizaciones diversas crecerán sanas, empoderando por igual a todas las personas que en ellas trabajan, atendiendo a sus peculiaridades, estilo de liderazgo, competencias y escogiendo en cada caso el perfil más adecuado.
MÁS ALLÁ DEL GÉNERO
Más de una vez me he encontrado con el comentario de “yo no quiero ser la seleccionada para cumplir un porcentaje, no quiero ser una cuota”. Yo tampoco querría. Creo firmemente que deben ser las competencias personales, la experiencia y los conocimientos de las personas los únicos criterios para escoger la candidatura definitiva para un puesto concreto. Y serán esa experiencia, esos conocimientos y esas competencias lo que termine por configurar equipos multidisciplinares, ricos, diversos, pues como ya decía un profesor mío hace mucho tiempo “¡nadie sabe más que todos juntos!”.
Escribo y soy consciente del uso del masculino genérico. Podría ser una cuestión de edad, para mí es una manera de expresarse en la que nunca me sentí excluida. Pero es también una cuestión de eficacia. Tengo 700 palabras que se reducirían casi a la mitad si tuviera que ponerlo todo en masculino y femenino. Digamos que estoy siendo práctica siendo menos militante. Pero lo hago también por una razón algo más combativa. Y es que a veces siento que poner continuamente el foco en el todos y todas en realidad no hace sino prolongar el gueto, visibilizar esa diferencia que queremos borrar.
Solamente las organizaciones diversas crecerán sanas, empoderando por igual a todas las personas que en ellas trabajan, atendiendo a sus peculiaridades, estilo de liderazgo, competencias y escogiendo en cada caso el perfil más adecuado
Hablemos simplemente de personas, formemos personas, contratemos personas, colaboremos como personas, creemos como y con personas, asumiendo que, por suerte, no todas las personas son iguales, que nuestras capacidades son distintas y diversas, que somos diferentes, que unas personas son más competentes en unos roles que otras, y que la complementariedad es la mayor riqueza que podemos aportar. Así nuestra sociedad empezará a estar en el buen camino.