La falta de colaboración y cooperación es un obstáculo para el buen desempeño de las organizaciones, pues la organización en silos no enfrenta los desafíos de la complejidad actual. La mirada sistémica, en cambio, sí responde a estos escenarios de complejidad y nos invita a una nueva forma de pensar que incluye las diferencias entre las personas. No cuestiona las formas de hacer las cosas, pero impulsa a dar un paso atrás para retomar los acontecimientos como un todo.
susana del cerro. Profesora-investigadora en Psicología de las Organizaciones y Salud Ocupacional de la Universidad Ramon Llull.
El físico Jorge Wagensberg, refiriéndose a la generación de conocimiento, afirmaba que “resolver un problema es adaptarse a una pregunta y plantear una nueva pregunta es autoorganización”. En la gestión de las organizaciones hay espacio para lo uno y para lo otro, pero en la medida en que la situación es más compleja, más necesario es aumentar la complejidad interna de los sistemas y la autoorganización y, entre otras funciones, aprovechar la diversidad y la discrepancia interna, abordar creativamente los retos nuevos que demandan innovar y revisar nuestras creencias obsoletas.
En los sistemas humanos la autoorganización se manifiesta en la aparición de determinados emergentes, entre ellos la inteligencia colectiva (IC) que, en muchos casos, implica procesos de creatividad e innovación.
La IC es una respuesta posible a los desafíos que la complejidad plantea a los sistemas de gestión conocidos en los que ya no existe una respuesta simple y única, en los que nadie tiene ni el conocimiento ni la visión de todo el sistema. Esta propuesta también lleva implícita una cierta concepción del ser humano y de la relación con el poder.