La persona autónoma es una figura vertebradora del territorio, creadora de actividad económica y cohesión social. Sin embargo, el entorno actual presenta dificultades, tanto estructurales como en cuanto a retos de transformación, para las que las personas autónomas no tienen ni los recursos ni las capacidades de incidir. Es necesario dar respuesta a estas problemáticas poniendo la figura del autónomo en el centro y actuando de forma transversal y por segmentos.
ELISABET BACH OLLER. Presidenta de Autónomos y miembro de la Ejecutiva de PIMEC.
Sin embargo, definimos primero qué es un autónomo. Autónomo es aquella persona que desarrolla una actividad por cuenta propia, ya sea como persona física propiamente dicha, o mediante forma societaria. En España, este colectivo supone más de 3 millones de personas (repartidas entre personas físicas, societarias y otros colectivos), con una clara mayoría de varones (entre 40 y 54 años y que cotizan por la base mínima). Se trata, pues, de un colectivo muy diverso y atomizado con presencia en todos los sectores económicos.
El autónomo es la culminación del proceso emprendedor. Figura híbrida con una doble función laboral y de gestión de la actividad, es inicio y motor de creación de riqueza y de empresas que pueden consolidarse como micros y pequeñas, o bien crecer hacia una mayor dimensión. El autónomo es generador de la propia actividad, así como de la de terceros (puestos de trabajo directos e indirectos). Los suyos son negocios arraigados en el territorio, que posibilitan, por tanto, vivir y trabajar en él, así como visitarlo y disfrutarlo.
LOS DESAFÍOS DEL ENTORNO
El autónomo, en el desarrollo de su actividad, puede incidir en los aspectos internos de su negocio.
Sin embargo, existen muchos elementos que condicionan el desarrollo de estas actividades y sobre los cuales, a diferencia de empresas de mayor dimensión, las personas autónomas no pueden influir: no tienen ni los recursos ni la capacidad para hacerlo. Se convierte, por tanto, en un sector con fuertes condicionantes externos, empezando por el propio entorno personal de la persona autónoma, y siguiendo por parte de otros agentes y entidades:
• EL SECTOR PÚBLICO: presión fiscal, normativa y burocracia, cotizaciones sociales, infraestructuras de comunicación y transporte, licitaciones y contrataciones, formación.
• EL SECTOR FINANCIERO: financiación, venta cruzada con otros productos.
• LAS EMPRESAS DE MAYOR TAMAÑO: precios, plazos de pago, morosidad.
• LA SOCIEDAD EN GENERAL: valoración que se da a la figura del autónomo.
Actualmente, a estos elementos se añaden los retos de transformación social y económica que afectan también a este colectivo: la transformación de las actividades para que sean más sostenibles, contribuyan a un mayor bienestar e igualdad de oportunidades, y aprovechen la digitalización para facilitar el desarrollo del negocio. Estos condicionantes y retos solo podrán lograrse si se ponen las actividades en el centro y se trabaja de forma transversal.
En la reciente reforma del RETA, por ejemplo, tanto el Ministerio de la Seguridad Social como la Hacienda Pública han colaborado, junto con los agentes sociales y las asociaciones de autónomos, para determinar unas bases de cotización según lo que se llama rendimientos netos. Hay que incidir en que los datos indican que un 64,7% del colectivo cotizan por la base mínima y, en el caso de las personas físicas, un 85,8% —recordemos que los autónomos societarios tienen per se una mayor cotización—. Es necesario, pues, mejorar estas cotizaciones, elemento que revertirá en unas mejores prestaciones, pero también teniendo en cuenta lo que puede pagar el colectivo.
MUJER Y AUTÓNOMA
Si focalizamos en el colectivo femenino, podemos observar que la mujer supone un 36% del total de autónomos. En los últimos años, la actividad emprendedora femenina se ha acercado a la masculina, especialmente hasta 2019. Sin embargo, elementos estructurales de tipo socioeconómico (brecha salarial, dificultad para encontrar oportunidades laborales, experiencia en sectores de menor valor añadido, distribución de roles y conflicto trabajo-familia) se trasladan también al emprendimiento femenino y al colectivo mujer autónoma.
Y si analizamos otros segmentos socioeconómicos, se identifican también necesidades específicas en cada uno de ellos (jóvenes, séniores, personas migradas).
Se pone de manifiesto, pues, la necesidad de impulsar políticas en los ámbitos antes mencionados y específicas por segmentos con el objetivo de que se favorezca el desarrollo de estas actividades y se dé el apoyo necesario para incorporar elementos como la sostenibilidad, la igualdad de oportunidades y la digitalización. Sin la transformación de este colectivo, no podrá lograrse una transformación social y económica real.