Las últimas estadísticas de Eurostat, publicadas a principios de 2030, confirman la fuerte tendencia al envejecimiento durante las próximas décadas en la UE. Desde 2020, se ha incrementado ligeramente la población, pero la proporción de los mayores de 65 años se ha disparado hasta llegar a uno de cada cinco habitantes. La situación es peor en España: uno de cada cuatro españoles supera los 65 años. En una década, hemos pasado de los 9,7 millones de pensiones contributivas a los 12 millones en 2030. ¿Cómo se están pagando en 2030 estas percepciones sociales? En 2027, se produjo un cambio señalado en la financiación de las prestaciones por jubilación.
JOSEP-FRANCESC VALLS. Director de la Cátedra Escenarios de futuro, retail, turismo y servicios de la BSM-UPF.
Las últimas estadísticas de Eurostat, publicadas a principios de 2030, confirman la fuerte tendencia al envejecimiento durante las próximas décadas en la UE. Desde 2020, se ha incrementado ligeramente la población, pero la proporción de los mayores de 65 años se ha disparado hasta llegar a uno de cada cinco habitantes. La situación es peor en España: uno de cada cuatro españoles supera los 65 años. En una década, hemos pasado de los 9,7 millones de pensiones contributivas a los 12 millones en 2030. ¿Cómo se están pagando en 2030 estas percepciones sociales? En 2027, se produjo un cambio señalado en la financiación de las prestaciones por jubilación.
— En los sistemas de reparto, todo depende de la proporción de cotizantes a la Seguridad Social y de pensionistas. Yo sigo siendo partidario de la solidaridad intergeneracional, pero el envejecimiento de la población dejaba poco margen para no erosionar definitivamente las cuentas del Estado. Entre 2020 y 2030, el coste de las pensiones ha pasado del 11% del PIB al 13%; desgraciadamente, se han cumplido las previsiones de la AIREF para la década. El tema se crispó más todavía y finalmente la derecha en 2027 implantó un sistema de capitalización.
Quien ha tomado primero la palabra es un antiguo ministro de la Seguridad Social, defensor a ultranza del sistema tradicional, aunque no fue capaz de cerrar la cuadratura del círculo. Además del exministro, participan en la tertulia de hoy la directora general de una fundación europea, que ha intervenido en todos los informes de Eurostat sobre el tema, a la vez que ha promovido el libro blanco sobre la gestión del talento sénior en España; el profesor de productividad de una prestigiosa escuela de negocios, y el economista jefe del servicio de estudios de uno de los grandes bancos, que participó activamente en las negociaciones de la fórmula implantada en 2027.
DONDE SE IBA A LLORAR
— Nos preguntamos qué hacer con ese colectivo creciente y bastante marginalizado, qué canales se habilitan para sus aportaciones a la sociedad y sobre todo con qué recursos vivir —abro el debate de hoy.
— Como decía el ministro —interviene el economista jefe—, el fiel de la balanza en los sistemas de reparto se encuentra en la ratio entre población activa y población pasiva. Mientras los primeros eran capaces de financiar a los segundos, todo iba bien, pero cuando la curva del envejecimiento de la población se aceleró en 2000, y más todavía a raíz del encadenamiento de la crisis del 2008 y del 2020, la recuperación del equilibrio resultó imposible. Los gastos crecientes se lo llevan todo. Desde la creación del Pacto de Toledo en 1995, a donde solo se iba a llorar y a hacer declaraciones rimbombantes, más palabras benevolentes que resoluciones. La derecha ajustaba las pensiones al contexto económico; la izquierda las aseguraba, las revalorizaba y mejoraba las percepciones más bajas, fuera cual fuese la coyuntura.
Cuando la curva del envejecimiento de la población se aceleró en 2000, y más todavía a raíz del encadenamiento de las crisis del 2008 y del 2020, la recuperación del equilibrio resultó imposible
— En 2027, ustedes optaron por la solución liberal —interviene la directora general de la fundación europea—: privatizaron las pensiones.
— No nos quedó más remedio que seguir el modelo de Alemania, Suiza, Suecia, Países Bajos o Canadá, países que habían resuelto definitivamente su financiación —responde el economista jefe—. Hacía años que esos países evitaron el colapso diversificando las fuentes de las pensiones. Diríamos que las deconstruyeron. ¿Cómo? En esos países, los mayores cuentan con tres fuentes de ingresos al final de la vida laboral. La primera, una percepción básica para todos, financiada por el Estado. La segunda, el monto de la capitalización de las aportaciones mensuales efectuadas por la empresa y por el trabajador durante toda la vida laboral. Y la tercera, el resultado de los planes individuales de pensiones. Junto a ello, se añadieron dos importantes liberalizaciones que ya iban madurando durante la década: una, la libertad de jubilarse a la edad que más le convenga a cada persona, y dos, la libertad de compaginar las pensiones con otras tareas remuneradas. Uno decide si se va a cultivar el huerto y a jugar a la petanca, o se vincula a tareas, sean remuneradas o no. Eso es lo que intentamos adaptar a España.
— No me negará que esta fórmula ha ensanchado todavía más las diferencias entre los ricos y los pobres durante los tres años de vigencia del nuevo plan —interviene la directora general de la fundación europea—. En la deconstrucción a la que usted se refiere, la pensión básica iguala por abajo, poco y mal; los más aventajados llenan sus arcas a través de las otras dos fuentes. En solo tres años, se puede constatar el empobrecimiento creciente de los mayores. Para mí, gobernar es proporcionar a toda la población el mejor estado del bienestar posible. Y en él se incluye, sin lugar a duda, los recursos suficientes para vivir los veinte, treinta o cuarenta últimos años.
Considero que el estado del bienestar no nació para los ricos: grava las rentas proporcionalmente a los ingresos para mejorar las condiciones de los menos afortunados
— ¿Cuál sería para usted el dinero suficiente? ¿Con que fondos cubriría esa mejora de las percepciones por jubilación? —le cuestiona el economista jefe.
— A lo primero le respondo que cada país conoce cuál es el mínimo vital para los suyos. Y a lo segundo, que de los presupuestos generales —responde la directora de la fundación—. Gobernar es ofrecer servicios públicos y repartir la riqueza. Como usted deducirá, soy keynesiana. Por eso, considero que el estado del bienestar no nació para los ricos: grava las rentas proporcionalmente a los ingresos para mejorar las condiciones de los menos afortunados.
APROVECHAMIENTO DEL TALENTO SÉNIOR
— No me negarán que en este trienio 2027-2030 se ha producido un repunte considerable del aprovechamiento del talento sénior en la sociedad europea —interviene el profesor experto en productividad—. El arranque definitivo de la digitalización, las políticas natalistas y la modernización de la política inmigratoria han hecho olvidar los bulos que corrían a principios de la década de 2020 que culpaban a los mayores de la descapitalización de puestos de trabajo para los jóvenes. El nuevo sistema de pensiones ha liberado recursos impresionantes que coadyuvan la creación de empleo de calidad para ellos a la vez que se recupera el talento sénior disponible, tanto de las personas no dependientes como de las dependientes. Fíjense en Japón: la edad de jubilación no es una barrera y las empresas echan mano de los seniors para todo tipo de funciones. El Banco de España argüía en el pasado que, si la población trabajara hasta los 70 años, en 2050 se reduciría doce puntos la tasa de dependencia y entre un 2 y un 4% el PIB.
Fíjense en Japón: la edad de jubilación no es una barrera y las empresas echan mano de los sénior para tipo de funciones
Para terminar, les pido un posicionamiento final sobre la cuestión.
— No me gusta el sistema de reparto tal y como se mantuvo hasta 2027, pero en el nuevo hemos perdido definitivamente la oportunidad de ser solidarios —recapitula la directora general de la fundación europea—. La derecha ha aprovechado para privatizar las pensiones y otorgar la gestión de las ingentes sumas ahorradas a manos privadas, igual que la sanidad.
— Yo me alegro de la tendencia a incorporar el talento senior en la sociedad occidental —resume el profesor de productividad—. La barrera histórica de los 60 o 65 años se difumina cada año que pasa.
— No tuvimos más remedio que acercarnos a las soluciones probadas con éxito en los países más avanzados —sintetiza el economista que defiende el nuevo sistema.
— Me invade la nostalgia —añade el exministro—. He defendido hasta la extenuación el sistema de reparto: una aportación pública suficiente ligada al IPC anual para que las personas puedan vivir dignamente, sin menoscabo de que empresas y trabajadores aporten fondos para la jubilación. Por lo demás, no olviden que fue un gobierno socialista quien implantó los Planes y Fondos de Pensiones en 1987.