El 2 de abril de 2023 introduje una pregunta en el ChatGPT sobre el estado de la inteligencia artificial (IA) en 2030. La herramienta más avanzada del momento me respondió: “Yo entonces formaré parte de la prehistoria, pero la IA nunca alcanzará ni de lejos a la humana”. Hace siete años se vivía en plena euforia tecnológica. Se acababa de lanzar esa nueva herramienta que maravilló al mundo. Algunos llegaron a afirmar que sustituiría gran parte de las funciones humanas gracias a los doscientos mil parámetros introducidos en ella. Hoy, 2 de abril de 2030, las interconexiones introducidas en los robots se han multiplicado por 30 y los servicios ofrecidos por los robots alcanzan áreas inimaginables hace unos años, pero nadie pone en duda que entre estas máquinas y la mente humana distan miríadas.
JOSEP-FRANCESC VALLS. Director de la Cátedra Escenarios de futuro, retail, turismo y servicios de la BSM-UPF.
Ante la imposibilidad de reunir físicamente a los participantes de varios continentes, les he enviado una invitación a intervenir en una app de videollamadas, la cual, además de las funciones habituales, ofrece una accesibilidad multitudinaria desde cualquier dispositivo, involucra a los asistentes mediante concursos, envía recordatorios por correo electrónico y comparte todo tipo de enlaces. Se ha apuntado un millar de personas.
— Señoras y señores —abro la tertulia mientras empiezan a asomar las caras de los asistentes en la pantalla gigante que ocupa una pared de mi despacho—. Este viejo profesor se muestra muy satisfecho de reunir a tres ponentes de nivel internacional y a todos ustedes provenientes de varios continentes para tratar acerca del estado de la IA a principios de la tercera década del siglo.
La joven profesora de la Universidad de Adelaida, considerada entre los mejores expertos mundiales en IA, aparece en primer plano, fundida en rojo, el cual irá modulándose a medida que avanza su intervención. Toma la palabra con un fuerte acento irlandés:
— La IA es una herramienta parecida al silogismo de Aristóteles: si cumple los pasos estipulados, alcanza una conclusión. A lo largo de la historia, se ha intentado, por una parte, analizar la mente humana, y, por otra, crear máquinas autónomas que reproduzcan sus mismas secuencias. De lo primero se han ocupado los filósofos y los psicólogos, y de lo segundo, los tecnólogos, sobre todo a partir del algoritmo de Alan Turing, que introduce la informática moderna. Los primeros pasos serios tienen lugar hacia mitad del siglo pasado; las neuronas inteligentes facilitaron que McCarthy, Minsky y Shannon acuñaran el término de “inteligencia artificial”. Los primeros chatbots aparecieron en la década de 1990, momento a partir del cual la IA quedó asociada a tres grandes acontecimientos: el primero, la victoria ajedrecística infringida por el ordenador Deep Blue al campeón mundial Kaspárov en 1997, en Filadelfia; el segundo, el ordenador Watson, que ganó el concurso de preguntas “Jeopardy!” en el programa televisivo de cabecera de los Estados Unidos en 2011, y el tercero, el bot computacional Eugene Goostman, que confundió a todo el mundo al hacerse pasar por un ser humano en 2014. A partir de ese momento, la IA se convirtió en la punta de lanza de la digitalización y galvanizó la mayoría de las inversiones en el campo.
Los perfeccionamientos introducidos en los últimos años lo han convertido en una máquina casi perfecta. Tras aplicarle métodos de recompensa y castigo, ha sido entrenado en millones y millones de supuestos del lenguaje humano, lo cual le permite predecir ahora la mejor respuesta
La joven profesora australiana menciona el ChatGPT como uno de los avances más notorios de la IA:
— Los perfeccionamientos introducidos en los últimos años lo han convertido en una máquina casi perfecta. Tras aplicarle métodos de recompensa y castigo, ha sido entrenado en millones y millones de supuestos del lenguaje humano, lo cual le permite predecir ahora la mejor respuesta. La última incorporación, que se halla en fase beta, es la detección automática de que sus actuaciones son realizadas por el robot y no por un humano, lo cual ha sido elogiosamente acogido en el campo de la educación, en los plagios, en las pruebas de acceso a cualquier trabajo, en el periodismo, etc. Es lo más cercano a las neuronas de los Homo sapiens y puede asistir y prolongar numerosas funciones, ejecutándolas instantáneamente a la perfección.
LA HOJALATA SIEMPRE SERÁ HOJALATA
— Vamos a ver, querida colega —toma la palabra el director de desarrollo de Windows 11, profesor distinguido de la Universidad de San Diego, que introdujo el ChatGPT en la barra del buscador Bing—. El ChatGPT actual no tiene nada que ver con el pionero de 2022, pero lo humano es lo humano y los robots no podrán suplantarlos; al contrario, le ofrecerán el máximo soporte. Nunca he pretendido comparar la eficacia y la eficiencia de la hojalata, el alambre de cobre, la fibra sintética, los bioplásticos, el motorcito y las pilas que componen los robots con el cuerpo celular (que abraza las moléculas, las proteínas y los cromosomas) y las dendritas y el axón (que estimulan los impulsos bioeléctricos y alimentan las células).
Mientras el director de desarrollo de Windows 11 pronuncia estas palabras, aparecen en la pantalla unas imágenes en fondo amarillo con la representación algebraica de los pensamientos de todos los asistentes, mil cien en esos momentos. La imagen siguiente muestra un gráfico con los resultados: “El 63% de los asistentes a esta sesión opina que la IA alcanzará el mismo nivel que las personas y que acabará sustituyéndola; el 37% restante opina lo contrario. Margen de error, +/–0,5%”. El cuadro permanece unos segundos en pantalla, en medio de un murmullo creciente. Se hace el silencio. Levanto un poco la voz, enfadado:
— Ha utilizado un algoritmo —le corto— para mostrar unos resultados contrarios a lo que piensa la mayoría de los presentes…
— Efectivamente —responde el director de Windows 11—. Lo he hecho a posta para que ustedes vean de qué va la IA. La IA avanza a velocidad de vértigo, pero la puedes manipular modificando el algoritmo, que es lo que he hecho. Los datos afirman una cosa y el algoritmo los ha modificado burdamente. Imposible avanzar sin un consenso código ético y su cumplimiento a rajatabla.
Unos minutos de receso permiten que los asistentes reciban en sus domicilios un café y unas pastas, tras lo cual regresamos a la sesión.
CIRCUITOS Y NEURONAS
A continuación, toma la palabra la psicóloga cuántica, catalana, que trabaja las habilidades psicoemotivas no sólo para la cura de dolencias varias, sino para liberar la capacidad de almacenamiento de la memoria humana.
— En 2029, hicimos en la Universidad una encuesta a 45.000 personas, una muestra representativa de la población mundial —explica mientras muestra unos datos en la pantalla, que aparecen en fondo morado—. El 45% de los encuestados consideró que resultaría más rentable desviar una parte importante de las inversiones realizadas hasta ahora en IA a la psicobiología de la consciencia humana.
Se oyen rumores crecientes desde cada una de las pantallas.
— Disculpen —interrumpe unos segundos después la psicóloga cuántica—. Los avances de la psicobiología de la memoria nos permiten deducir claramente la estrecha relación existente entre los hechos conductuales y los mentales, que abarcan la percepción, el aprendizaje y la memoria. Mientras los circuitos de las máquinas acumulan datos de forma lineal, la memoria humana no sólo actúa linealmente, sino que puede operar de forma paralela y transversal. De este modo, las neuronas de los humanos permiten aprender, razonar y resolver rápidamente los problemas. Ahora bien, para poder seguir ejercitando esas funciones, los humanos debemos desprendernos constantemente de parte de la memoria procedimental (habilidades), semántica (significados) o episódica (hechos), ya que de lo contrario nos volveríamos locos. Usamos una parte reducida de la memoria humana, si bien estamos progresando mucho en la mejora de la capacidad de almacenaje de la memoria humana, evitando las enfermedades y la locura. Los avances en los estudios de las conexiones neuronales nos van a permitir muy pronto que el cerebro pueda seguir desarrollando las funciones tradicionales a la par que utiliza mucha más memoria. Podemos desarrollarla hasta el infinito, mientras estamos invirtiendo sumas ingentes en crear otra memoria paralela, la IA, que ni resulta de tanta calidad ni de tanto volumen como la humana.
La IA avanza a velocidad de vértigo, pero la puedes manipular modificando el algoritmo, que es lo que he hecho
Recibimos una serie de preguntas del millar largo de asistentes virtuales al coloquio, que son despachadas individualmente en el acto. Vamos a las conclusiones:
— Seguimos ahí —remata la joven profesora australiana—. La IA lo está aprendiendo prácticamente todo de los humanos y éstos podrán descansar tranquilos, hasta el punto de ser suplantados por ella.
— Llevamos una década larga exigiéndoles a los desarrolladores de la IA la aplicación de unos principios éticos en todas sus actuaciones —apura el director de desarrollo de Windows 11—. Tal vez deberíamos pedir su redacción a cualquier máquina avanzada… —se oyen grandes carcajadas—. Si no se imponen unos criterios claros, la IA seguirá penetrando en campos que beneficiarán a pocos y casi no aportará nada a la felicidad de los humanos.
— Les aseguro que antes de 2040 los humanos estarán en condiciones de utilizar tres o cuatro veces más la memoria sin merma de otras funciones —recapitula la psicóloga cuántica—.
A continuación, me encargo de cerrar el acto con estas palabras:
— La tecnología digital tiene que avanzar al servicio de la humanidad entera: mayor rapidez y eficiencia, liberación de las tareas más duras, productos y servicios más baratos, y acceso a ella por parte de la mayoría a un coste menor.
Las holografías de los mil y pico asistentes se funden con la de los tres ponentes y la mía a modo de despedida.