La sostenibilidad, término nacido en 1987 con el Brundtland Report de la ONU, ha llegado a las empresas para quedarse. ¿Pero qué retos plantea este nuevo escenarioy por qué tendencias deberán transitar las compañías para integrar la sostenibilidad en su core business?
GERARD VALLS TUÑÓN. Especialista en alianzas estratégicas en Save the Children España
LA BATALLA DE LA NOMENCLATURA
Llevamos tiempo escuchando conceptos como ESG, desarrollo sostenible o stakeholder capitalism. Si bien estos términos responden a la preocupación común de las empresas por integrar el compromiso social, ambiental y de buen gobierno en sus operaciones, no existe todavía un marco común para su modelización y aplicación.
Así como en su día se acordaron los principios contables, en esta década se acabarán homogenizando los criterios en materia de informes de sostenibilidad, obligatorios para todas las empresas. Esta tendencia conseguirá fortalecer la coherencia legislativa europea y evitará la coexistencia de diferentes estándares sobre sostenibilidad o debida diligencia.
DIMENSIÓN SOCIAL
Existen una serie de métricas e indicadores medioambientales, y muchas empresas ya emplean un enfoque por objetivos basados en la ciencia. Sin embargo, la “S” está tomando más atención y urgencia que nunca, y según el World Economic Forum, cuatro de los diez riesgos globales a corto plazo responden a desafíos sociales.
La nueva normativa CSRD propone los criterios ESG como herramienta de gestión de riesgos y optimización de oportunidades a largo plazo para las empresas, pero no ofrece KPIs específicos para reportar sobre el impacto social de las empresas.
Integrar la dimensión social en la estrategia de sostenibilidad de las empresas implica reevaluar las políticas desde tres ópticas: lugar de trabajo, mercado y comunidad. Esto incluye redefinir procesos para prevenir y responder a riesgos sobre derechos humanos, salud y bienestar de los trabajadores, condiciones laborales, relaciones con proveedores o impacto en las comunidades locales. Una estrategia bien definida en lo social puede mejorar la ventaja competitiva, el propósito de la marca, así como la transparencia empresarial, la cual se fortalece cada vez más, también para la atracción de inversiones y procesos de compra.
Integrar la dimensión social en la estrategia de sostenibilidad de las empresas implica reevaluar las políticas desde tres ópticas: lugar de trabajo, mercado y comunidad
CAMBIOS EN LAS EMPRESAS
A día de hoy, sólo una de cada tres empresas a nivel global integra políticas específicas en materia ESG, y únicamente un 2% de estas establece objetivos específicos a sus proveedores (Informe Forética 2022 e Índice EcoVadis).
El contexto actual ofrece una oportunidad a las empresas para reforzar su modelo empresarial en cada nivel de la cadena de valor través de alianzas multi-stakeholder y sectoriales: por un lado, alianzas entre múltiples partes interesadas emprendidas por gobiernos, entes intergubernamentales, empresas, sociedad civil o universidades para desarrollar soluciones innovadoras y generar valor compartido; por otro lado, alianzas entre empresas de un mismo sector para afrontar desafíos comunes de desarrollo sostenible. El EU-US Trade and Technology Council Working Group ofrece una serie de casos sectoriales interesantes al respecto.
Este nuevo paradigma está materializándose en importantes cambios dentro de la estructura y gobernanza de las empresas, como el creciente número de CSO (chief sustainability officers), mayor asignación de presupuesto en las áreas de sostenibilidad o la integración de comités ESG en las juntas. Las funciones del CSO abarcan desde garantizar el cumplimiento normativo y presentar informes, hasta supervisar la cartera de proyectos de sostenibilidad y gestionar relaciones con grupos de interés, en línea con la Harvard Business Review.
Estos cambios están fomentando la transversalidad en los procesos y en la toma de decisiones de las empresas, favoreciendo así la interconexión entre áreas tradicionalmente aisladas, la continua adaptación y la progresiva formación en sostenibilidad. Tal y como refleja KPMG Tendencias, “el 68% de los consumidores no se cree los mensajes que lanzan las empresas, mientras que dos de cada tres empresas ya son analizadas por analistas ESG una o varias veces al año”. Las áreas de Sostenibilidad y Comunicación de las empresas comparten por lo tanto objetivos y responsabilidades cruciales y deben trabajar de la mano. Por ejemplo, aplicando metodología para comunicar los hitos en términos de ESG, aprendiendo mutuamente o visibilizando alianzas de impacto.
El tejido empresarial es consciente de la necesidad de aplicar la sostenibilidad a la cadena de suministro. Se requieren colaboraciones entre grandes empresas y pymes donde la gestión responsable se integre como piedra angular, como, por ejemplo, el programa piloto del Pacto Mundial, ICEX y Fundación ICO para capacitar a 5.000 empresas proveedoras (en especial, pymes) en materia de sostenibilidad.
Por otro lado, existen una serie de herramientas y quick wins que pueden ayudar en esta transición, como el Climate Ambition Accelerator, ofrecido por el Pacto Mundial al servicio de las empresas, la Huella Social de SERES o la identificación de alianzas para cocrear proyectos solidarios a nivel local.
Finalmente, hay que tener presente que este paradigma también facilita la apuesta por la digitalización como catalizador de desarrollo sostenible, por ejemplo, acelerando la transformación digital hacia nuevos modelos de negocio, agilizando procesos, automatizando el trabajo remoto, digitalizando la toma de decisiones o analizando el posicionamiento respecto a la inteligencia artificial o el blockchain.