La era digital ha acelerado la necesidad de cambio en las empresas. Si hay una característica que resume muy bien este momento de la sociedad, es la incertidumbre, que ya trajo la digitalización, pero que la pandemia ha incrementado de manera todavía más importante.
VICENTE DE LOS RÍOS. CEO de Líderes y Digitales
Desgraciadamente, si hay algo que incomoda de gran manera a directivos y profesionales, es un entorno de incertidumbre máxima. Por lo general, las empresas no están diseñadas para entornos muy cambiantes e incluso es curioso analizar cómo los procesos operativos se diseñan más para que todo funcione de manera correcta sin imprevistos. Esto provoca que a veces, cuando las cosas no funcionan como se espera, los procesos directamente se diluyan, sin capacidad de marcha atrás.
En estas situaciones de cambio, el ser humano tiene una gran tendencia a adaptarse más que a transformarse, y esa actitud acaba haciendo que las grandes oportunidades que presentan estos momentos de transición se pierdan como catalizadores de innovación y de beneficio empresarial.
No podemos negar que cuando el agua ha llegado al cuello porque no se ha sabido gestionar los cambios, la urgencia del momento no ofrece el mejor escenario para conseguir resultados que reviertan la situación. Si acaso, sobrevivir se acaba convirtiendo en un mal menor o la última opción a un desastre empresarial.
Si lo pensamos bien, la innovación y la transformación digital requieren ambas del empuje de una cultura basada en el compromiso, un proceso de toma de decisiones sólido y ágil, y una gran claridad en los objetivos empresariales que se persiguen. Siempre que me preguntan sobre cómo abordar un proceso de transformación digital, digo que para llevarlo a cabo con éxito, debemos ser capaces de responder correctamente a cuatro preguntas, tal como se muestra en la imagen.
¿POR QUÉ TENEMOS QUE TRANSFORMARNOS?
Si no entendemos la necesidad de cambiar y aprovechar las oportunidades que nos ofrece un nuevo entorno o evitar sus nuevas amenazas, es muy difícil que podamos ponernos en marcha en un proceso de transformación. Para mí el mayor freno en esta situación es que los directivos pasan la mayor parte del tiempo mirando “hacia dentro de la organización”, lo que les evita observar que el mundo cambia mucho más rápidamente que lo que cambia su empresa. Con esa visión limitada perdemos la referencia del mercado.
En estas situaciones de cambio, el ser humano tiene una gran tendencia a adaptarse más que a transformarse
¿PARA QUÉ NOS TENEMOS QUE TRANSFORMAR?
Ningún ser humano cambia si no es capaz de valorar el beneficio que le puede reportar ese cambio, ya sea este una mejora o minimizar una amenaza latente. A gran parte de los profesionales de las empresas les cuesta describir cómo su trabajo diario impacta en los principales objetivos que tiene su compañía, y cómo los cambios que están aconteciendo en el mercado influyen en su contribución. Esa falta de conocimiento sobre el modelo de negocio de su empresa ha evitado que muchos profesionales no hayan sido capaces de anticipar una situación que incluso les hizo perder su puesto de trabajo.
¿QUÉ TENEMOS QUE HACER PARA TRANSFORMARNOS?
Indudablemente, el haber tenido una visión clara del “mundo que nos rodea” y “tener un objetivo claro que perseguir” nos permitirá identificar qué tecnologías, herramientas, soluciones o cambios de procesos nos van a ayudar a conseguir ese objetivo soñado en el nuevo contexto en el que se desenvuelve nuestra empresa. Posiblemente esta fase sea a la que más tiempo debemos dedicar, y siempre tiene que comenzar en un diagnóstico acertado sobre nuestro punto de partida como empresa.
La innovación y la transformación digital requieren ambas del empuje de una cultura basada en el compromiso, un proceso de toma de decisiones sólido y ágil, y una gran claridad en los objetivos empresariales que se persiguen
¿CÓMO LIDERAMOS EL PROCESO DE TRANSFORMACIÓN?
De nada nos vale tener un buen plan diseñado a partir de un diagnóstico acertado, con objetivos claros, recursos definidos y una mirada amplia, si nuestro liderazgo falla. Todos tenemos magníficos planes, propósitos personales y profesionales que han acabado lamentablemente en poco más que papel mojado o en un mal sueño por falta de liderazgo en la ejecución o la disciplina, y muchas veces por algo tan simple como no saber comunicar los mensajes clave a lo largo del proceso. Según un artículo de Didier Bonnet publicado en Harvard Business Review, el 20 de septiembre de 2022, aproximadamente un 87,5% de los procesos de transformación digital fracasan.
El liderazgo en la transformación es vital no solamente en un proceso de transformación, sino en cualquier proyecto o gestión de un negocio que abordemos. Para mí, la innovación tiene claramente un carácter transformador y se asemeja totalmente a un proceso de transformación.
Es difícil que una empresa en la que sus profesionales miren hacia dentro innove. Gran parte de la innovación viene de la curiosidad, una de las mejores competencias que puede tener un profesional innovador, y de entender que las cosas se pueden hacer de otra manera a cómo las hacemos. La forma en la que los profesionales “miran el mundo exterior” es crítica a la hora de entender y anticipar simultáneamente problemas y soluciones.
Tampoco podemos perder de vista que la innovación necesita indudablemente de un objetivo final de mejora, que además sea medible. En mi carrera profesional he distinguido siempre que hay dos tipos de innovaciones: “las que molan” y “las que dan resultados”. De vez en cuando está bien hacer nuevas cosas “molonas”, de esas que sorprenden a los interlocutores por el ingenio o la novedad, aunque después de pasadas unas semanas y un par de notas de prensa, no son capaces de pasar “la prueba del algodón” de la medida del impacto económico u operativo. No hay que desdeñarlas, porque muchas veces han incrementado la creatividad del equipo e incluso han permitido conocer a nuevas personas u organizaciones. Sin duda, es una mejora de las capacidades del equipo para el futuro, pero siempre se tienen que limitar estas acciones más efectistas que efectivas para no poner en riesgo el negocio. Cuando la innovación además es capaz de generar una mejora sustancial en alguno de los objetivos de nuestro negocio, podemos decir que el círculo se cierra. Hacer las cosas de manera diferente para tener resultados destacados es uno de los mayores placeres que puede tener un profesional en sus proyectos.
Si no entendemos la necesidad de cambiar y aprovechar las oportunidades que nos ofrece un nuevo entorno o evitar sus nuevas amenazas, es muy difícil que podamos ponernos en marcha en un proceso de transformación
Lógicamente, la innovación necesita estar centrada para no disparar a diestro y siniestro, escatimando unos recursos a veces limitados. Por eso es importante que la innovación se focalice en un diagnóstico de los principales problemas que tenemos que solucionar como empresa o los que nos pueden empezar a apretar en el corto plazo. Que sea acotado no significa que no tengamos que poner esfuerzos y recursos importantes para poder abordar ese reto innovador a través de diferentes tecnologías o herramientas, muchas veces digitales, o incluso mediante una observación de mejores prácticas, que pueden dar la pista de que algo que le ha ido bien a otros también te puede ir bien a ti. Esa manera de abordar la innovación también requiere algo de lo que a veces escasean los profesionales: entender que a veces solucionar problemas de manera colaborativa, con visiones diferentes y recursos complementarios, puede ofrecer grandes innovaciones imposibles de conseguir si no colaboramos.
Y por supuesto, nada de esto sería posible sin un liderazgo fuerte, comprometido, que escucha al equipo y que convierte los errores en aprendizajes y los aciertos en momentos de reconocimiento y celebración, pero sin perder la cabeza. Un liderazgo que reta al profesional, sin llevarlo al límite de la desesperación, y que combina paciencia con constancia para sacar lo mejor de las personas en un entorno que permite al profesional trabajar de manera segura y con confianza.
Como decía al principio, vivimos una época digital muy desafiante, pero llena de oportunidades para innovar gracias a un nuevo liderazgo digital. ¿Pero realmente podemos hablar de un nuevo liderazgo? No lo creo. El liderazgo (que no se puede calificar como bueno, porque directamente el malo no es liderazgo) tiene desde siempre sus bases muy claras para todos. De todos modos, no podemos olvidar que, en momentos de grandes cambios, un liderazgo sólido será capaz de generar el máximo valor para una empresa y desarrollar una cultura empresarial donde la innovación dará sus mejores frutos.