El mundo empresarial es una auténtica aventura, tan incierta y compleja como apasionante y llena de oportunidades
Albert Bosch. Aventurero y emprendedor.
Haciendo una metáfora con el mundo del deporte y la aventura, podríamos decir que en nuestra historia reciente hemos estado convencidos de que la vida personal y profesional es como el deporte; pero si observamos con un poco más de atención, veremos que es más bien como una aventura.
Me encanta correr, y he participado en muchísimas maratones y ultramaratones. Cada una de ellas me ha requerido un gran esfuerzo, mucha perseverancia, disciplina y sufrimiento. Pero en realidad correr una maratón es muy fácil, porque, al fin y al cabo, todo depende de uno mismo. El resto de las cosas están totalmente controladas por la organización: marcaje de la ruta, reglamento, cronometraje, avituallamientos, médicos, público, etc. Más allá de mi estado y mi rendimiento físico, prácticamente la única incertidumbre que puede haber en una maratón es que llueva o no llueva.
Correr una maratón es muy fácil, porque, al fin y al cabo, todo depende de uno mismo
Lógicamente, una cosa es tener que ganar unas olimpiadas, hecho reservado a la élite, y otra muy distinta, correr una maratón normal. Pero como analogía en el mundo profesional o empresarial sirve igual, porque tampoco todos los negocios son Google o Amazon.
Invirtiendo unos pocos euros en la inscripción, ya todo queda organizado. El riesgo de fallar y el coste de oportunidad que supone es muy bajo. Si se encuentra mal o se dobla un tobillo y tiene que abandonar, a la mínima que se recupere, como ya está en forma, solo tendrá que inscribirse a otra de las muchas maratones que se celebran en nuestro entorno. Y si se da el caso, se aparta una calle de la ruta, levanta el dedo y para un taxi para llevarlo a su casa o a su hotel.
En una aventura también se requiere un enorme esfuerzo y mucha perseverancia, disciplina y sufrimiento. Pero las incertidumbres y los obstáculos que se encontrará en el camino son inmensos y constantes. El riesgo de inversión, el tiempo y la energía que comporta conseguir los grandes presupuestos para cada proyecto son elevadísimos. Y la posibilidad de fallar o el coste de oportunidad es crítico, porque puede haber muchísimo en juego y si se abandona, se pierde todo el proyecto y será complicadísimo tener otra ocasión de intentarlo.
Además, cuando me encontraba solo en la Antártida, si me encontraba mal o me doblaba un tobillo y me apartaba un poco de la ruta para levantar el dedo, no había ningún taxi que parase; simplemente se me congelaba el dedo.
En una aventura también se requiere un enorme esfuerzo y mucha perseverancia, disciplina y sufrimiento. Pero las incertidumbres y los obstáculos que se encontrará en el camino son inmensos y constantes
En sus 18 participaciones en Roland Garros, el “deportista” Rafa Nadal siempre ha encontrado las mismas dimensiones de pista, el mismo reglamento, el mismo criterio de los jueces y las mismas valoraciones del público. Solo ha tenido que preocuparse de su estado físico, de su nivel de entreno y de sus contrincantes. Cualquier directivo o empresario “aventurero”, además de sus capacidades y de estar atento a la competencia, debe hacer frente a una constante incertidumbre en las normas, en la tecnología, en los hábitos de mercado, en los convenios laborales, en las relaciones de los socios, en la reputación, en los riesgos legales o técnicos de su actividad, y en las crisis o los cambios sectoriales o mundiales.
Nos hemos reflejado en el deporte por su capacidad de entretenimiento y generación de emociones, pero también como ejemplo de alto rendimiento, de competitividad y de valores como el esfuerzo o el trabajo de equipo. Todo ello muy positivo y necesario, pero del todo incompleto.
Cuanto antes se den cuenta los profesionales y las organizaciones de que esto no va de deporte, sino que se trata de una auténtica aventura, mejor se entenderá y se liderará la complejidad, la incertidumbre y el proceso de cambio exponencial en el que nos encontramos.
Y cuanto antes se den cuenta el sistema educativo y las generaciones emergentes de que la vida profesional no va de estabilidad, sino de saber mantener el equilibrio, mejor actitud tendrán ante la adaptabilidad, la proactividad y el aprendizaje continuo que se requiere para desarrollarse en el entorno empresarial.
Cuanto antes se den cuenta el sistema educativo y las generaciones emergentes de que la vida profesional no va de estabilidad, sino de saber mantener el equilibrio, mejor actitud tendrán
La clave principal para gestionar una organización está en saber gestionar bien a las personas que la integran. Para ello, es preciso que estas personas entiendan la base en la que nos movemos, porque si solo se preparan o aspiran a entornos estables para llevar a cabo su tarea –aunque sea con mucho esfuerzo, perseverancia y eficiencia–, no estarán siendo realistas y habrá un importante desajuste entre la realidad y sus expectativas. Y ello está siendo, y será más todavía, una fuente de ansiedad, de desconexión y de bajo rendimiento o compromiso en todo el mundo profesional.
Cuanta más actitud aventurera haya en una organización, más valiente, innovadora, resiliente y creadora de valor será, y más abierta estará a potenciar, captar y aprovechar el talento clave para su futuro. Además, más se estabilizará a nivel emocional, porque los cambios y las complejidades se vivirán como parte de la normalidad de aceptar y liderar, y no como un enemigo horroroso al que evitar.
Además, en un entorno en que los índices de competitividad ya son tan elevados en casi todos los sectores, es muy difícil destacar y mejorar. En cambio, en un entorno más imprevisible y cambiante, las oportunidades se generan constantemente y hay infinidad de posibilidades de destacar, innovar y conseguir crear un futuro más próspero para la organización.
Si le digo que voy a correr una maratón próximamente y que también competirá Eliud Kipchoge, actual campeón olímpico y plusmarquista mundial, ¿por quién apostará? Pero si voy a correr una ultramaratón de una semana en la selva del Amazonas, realizada en autosuficiencia y de orientación pura, ¿por quién apostará? En el primer caso está clarísimo que no tengo ninguna oportunidad de ganar, pero en el segundo se me abren muchísimas más posibilidades, pues allí se necesita una actitud de verdadero aventurero.
Ya no sirve aquello de tener que salir de la zona de confort, porque a nadie le gusta estar inconfortable y pronto querrá volver a ella. Ahora tenemos que entender que la zona de confort debe estar en aceptar, entender y liderar esa aventura constante, apasionante y llena de oportunidades.
Ahora bien, también tenemos que ser buenos deportistas, pero solo como medio para poder desarrollarnos bien en la realidad de la aventura empresarial.